Votar con la nariz tapada

La clase política que tenemos muestra lo que no nos gusta a gran escala si es en contra nuestra, pero perdonamos y excusamos si es a escala menor y en nuestro propio beneficio.

29 DE OCTUBRE DE 2016 · 17:55

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Hace bastantes meses escuché en radio o televisión, no lo recuerdo con claridad, esta expresión: “Los ciudadanos hemos votado con la nariz tapada”. Se hacía en un claro llamado a la consideración por parte de, al menos, dos facciones políticas de este país, pero por las menciones que se acompañaban, me atrevería a decir que era una reflexión para todos:

- A los unos se les pedía que no anduvieran tan “sobrados” pensando que habían sido fuerza mayoritariamente votada en las urnas debido a su buen hacer, sino más bien a la necesidad de muchos de tener que entregarles un voto de descarte, o para evitar lo que supondría para los votantes una opción inaceptable, es decir, darle el poder a otras fuerzas políticas de sentido opuesto, a las que no estaban dispuestos a dar el beneficio de la duda, o votar en blanco, lo que sería un voto perdido en cierto sentido. Dicho de otro modo, les dieron su voto aunque les hubiera apetecido mucho más no hacerlo y, por razones de sobrado peso, el voto se hizo, finalmente, con la nariz tapada, aunque eso no parece haberse entendido del todo.

- A los siguientes, también muy dignos ellos, se les mandaba el mismo mensaje: “Recuerden que también les hemos votado con la nariz tapada”, porque se les invitaba a considerar que merecía la pena reconocer, no solo que no habían ganado las elecciones y que sus resultados iban de mal a peor, no solo que también en muchos casos se les había votado por descarte y no por convicción (ya casi no nos acordamos de lo que es eso, la verdad, hemos perdido los ideales, sea cual sea la facción), sino que igual les tocaba desbloquear el asunto de la gobernabilidad del país a pesar de su inclinación obstinada al NO, aunque también ellos tuvieran que hacerlo con la nariz tapada. En esas seguimos en el momento en que escribo el artículo. Hoy escuchando el debate de investidura, lo único que me apetecía era desaparecer. En definitiva, no iban a ser los únicos que hicieran sacrificios y esfuerzos, y si los ciudadanos podíamos, ellos seguro que también. Esa era la idea. Entre un mal malo y uno peor, en definitiva, se proponía optar por el menos malo de todos, aunque hubiera que taparse y seguir adelante con cara de asco.

- En el reparto de “leña” hubo para todos los demás también, claro, porque si algo ha quedado de manifiesto en el tiempo que llevamos sin gobierno en España, es que la clase política en general deja bastante que desear, cada cual defiende sus propios intereses y muy poco los del resto, llegando a tener que someternos sin descanso a los ciudadanos a los bochornosos momentos que, de parte de unos y otros hemos tenido que contemplar. No se salva ninguno, me temo, como no nos salvaríamos nosotros en situación similar, y me baso para opinar así en el tipo de comentarios, opiniones y barbaridades que a menudo uno lee en las redes sociales, como comentarios a las noticias o, simplemente, en la calle. Las idas y venidas ideológicas, bastante pobres, por cierto, en muchos casos, salpicones diarios de corrupción que vienen de unos sitios más que de otros más por una cuestión de probabilidad, me temo, dado el tiempo que han pasado cerca del poder en comparación con otros… pero nadie que se salvara realmente de la quema, y los espectadores que ya no lo somos tanto, tampoco.

Creo que muchos españoles hoy dirían que todos y cada uno de ellos nos hastían hasta lo indecible. Seguramente con honrosas excepciones que, por supuesto, respeto (esto no tiene por qué cansar a todo el mundo por igual). Pero no han sido pocos los que han clamado bien alto para que, si había nuevas elecciones (no lo descartemos aún, que hay tiempo para todo) no pudieran volver a presentarse los mismos candidatos.Estas cosas hablan por sí mismas. Es uno de los tantos signos de asqueo y cansancio, pero no es el único.

Resumen: que cuando no gusta ninguno, se opta por la menos mala de las opciones según el buen parecer de quien deposita la papeleta, y los dedos en la nariz para evitarnos la pestilencia de ciertas cosas se han convertido en un gesto al que los españoles parecemos habernos acostumbrado ya, por un ejercicio de resignación y abandono. Seguimos nuestra vida, pero sin ellos, lo cual, a lo largo de un año, ha sido posible, pero no lo será indefinidamente, nos tememos.

Ahora bien, miremos hacia dentro… no seríamos nosotros tan distintos de ellos y ellas si nos viéramos en la misma situación. La clase política que tenemos, dicen algunos, es la clase política que nos merecemos. Para algunos esto sonará ofensivo, aterrador solo de imaginar, pero pensémoslo detenidamente…

  • ¿Acaso no es corrupta la propia sociedad española, las personas de a pie que vamos tan de dignos por la vida?
  • ¿No se nos conoce dentro y fuera por nuestra picaresca?
  • ¿No es un habitual entre nosotros la famosa pregunta de, “sin IVA” o “con IVA”?
  • Hagan la prueba de dejar, simplemente, unas gafas de natación de escaso valor en el bordillo de una piscina más de tres minutos sin vigilancia y explíquenme después sus conclusiones. Yo les podría dar las mías.
  • ¿No nos hemos convertido en una sociedad que va a lo suyo, en la que nadie se preocupa de nadie, porque lo más importante, siempre, somos nosotros?
  • ¿O resulta que las calles, por poner un ejemplo bastante estúpido probablemente, pero que sirve como muestra de lo que hablo, están llenas de excremento de perro porque pensamos en el bien común y no en nuestra comodidad, cada uno en la suya? Los que no tienen perro, también cruzan a veces por donde quieren, o dejan algo que se encontraron en el suelo sin pensar si molestará al que viene detrás, aunque ellos no lo tiraran, o dejan caer las cosas al suelo en vez de en la papelera porque queda demasiado lejos… los ejemplos son infinitos.
  • ¿Nos vemos más cívicos que los políticos cuando nos subimos en nuestro coche y nos ponemos al volante?
  • ¿Les parece casual que ya las canas importen un pimiento y que nadie o prácticamente nadie incorpore en su vocabulario un “Lo siento”, “Disculpa”, “Me equivoqué”, ni siquiera en los casos más obvios y flagrantes de ofensa?

Creo firmemente que tenemos un mucho mejor país que el que nos merecemos, a la luz de cómo lo cuidamos y lo tratamos. Creo que la clase política que tenemos simplemente muestra lo que no nos gusta a gran escala si es en contra nuestra, pero perdonamos y excusamos si es a escala menor y en nuestro propio beneficio.

La famosa doble vara de medir que nunca creemos estar usando, pero que tiene nuestras huellas dactilares esparcidas por cada centrímetro cuadrado de su superficie. Nuestra calidad cívica, moral y humana no solo va de capa caída, sino que anda de mal en peor. Y las excepciones, que las hay, insisto, no dejan de poner aún más de manifiesto que la mayoría es lo que es, somos lo que somos, excepciones aparte.

Así, hemos de reconocernos, metámonos todos y sálvese el que pueda, que no solo votamos con la nariz tapada, sino que vivimos con la nariz tapada y los demás alrededor nuestro, por nuestra causa, también. Donde nosotros perdonamos una ofensa, quizá a nosotros se nos han perdonado otras varias antes.

Cuando dirigimos nuestro índice para señalar a otro, tres dedos más nos señalan a nosotros. Cada uno de nosotros deberíamos cuidar que no caigamos en aquello que criticamos en otros, porque nosotros hacemos exactamente lo mismo.

Y es que la cosa apesta, cierto, pero el hedor está llegando a ser tan insoportable que se hace urgente y necesario empezar, dentro y fuera, serias tareas de limpieza y desinfección. ¿Por dónde empezamos? ¿Limpiaremos en la calle o empezaremos cada cual limpiando en casa?

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El espejo - Votar con la nariz tapada