El sufrimiento que une

Tenemos mucho que ofrecer a los que sufren, y los demás tienen mucho que ofrecernos a los que tenemos problemas.

04 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 14:45

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El dolor y el sufrimiento parecen tener la habilidad especial de mostrarnos cuánto nos necesitamos unos a otros. Las luchas nos recuerdan lo frágiles que somos. Incluso la debilidad de los demás puede sostenernos cuando nuestra fortaleza se agota.

Esta verdad se hace muy real cada vez que me reúno con un grupo de amigos de la iglesia para orar y tener comunión. En esos momentos que pasamos juntos, compartimos nuestras cargas por un hijo enfermo, la pérdida de un empleo, tensiones en el trabajo, un hijo rebelde, la pérdida de un embarazo, hostilidad entre miembros de una familia, depresión, tensiones de la vida diaria, un pariente que no es salvo, decisiones difíciles, delitos en el vecindario, batallas con el pecado y mucho más. Muchas veces, al final de esas reuniones, he alabado al Señor por el aliento que hemos recibido los unos de los otros. Nos hemos acercado más y nos hemos fortalecido al enfrentar juntos las luchas de la vida.

Estas experiencias personales a la luz de las Escrituras me recuerdan dos verdades claves:

1. El sufrimiento nos ayuda a ver que necesitamos a otros creyentes.

2. El sufrimiento nos ayuda satisfacer las necesidades de los demás a medida que dejamos que Cristo viva a través de nosotros.

Echemos un vistazo a cada una de las maneras en que Dios usa el dolor y el sufrimiento con el propósito de unirnos con otros creyentes en Cristo.

1. El sufrimiento
nos ayuda a ver que necesitamos a otros creyentes. Al describir la unidad de todos los creyentes en Cristo, el apóstol Pablo usó la analogía del cuerpo humano (1 Corintios 12). Dijo que nos necesitamos unos a otros para funcionar adecuadamente. Pablo describió la situación así: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (vv. 26-27).

En su carta a los efesios, Pablo dijo de Cristo: «De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor» (Efesios 4:16).

Cuando empecemos a reconocer todo lo que los otros creyentes tienen para ofrecernos, nos daremos cuenta de lo mucho que podemos ganar acercándonos a ellos cuando pasamos por un momento difícil. Cuando los problemas parecen agotar nuestras fuerzas, podemos descansar en otros creyentes para que nos ayuden a renovar esa fortaleza en el poder del Señor.

2. El sufrimiento nos ayuda a satisfacer las necesidades de los demás, a medida que dejamos que Cristo viva a través de nosotros.
 En 2 Corintios 1, el apóstol Pablo escribió: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (vv. 3-4).

Como vimos en la sección anterior, nos necesitamos mutuamente porque tenemos algo valioso que ofrecernos los unos a los otros. Tenemos entendimiento y sabiduría espirituales que hemos adquirido en las diferentes pruebas por las que hemos pasado. Conocemos el valor de la presencia personal de alguien amoroso. Cuando experimentamos el consuelo de Dios en una situación angustiosa, tenemos la capacidad de identificarnos con las personas que pasan por situaciones similares.

Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. —Gálatas 6:2

Mientras me preparaba para escribir este librito, leí acerca de experiencias de personas que han sufrido mucho, y hablé con otros que también conocían el dolor. Investigué para averiguar quién los había ayudado más en sus momentos de angustia. La respuesta, una y otra vez, fue esta: otra persona que había pasado por algo similar. Esa persona puede sentir empatía más plenamente, y sus comentarios reflejan un entendimiento que procede de la experiencia. A alguien que tiene una carga pesada le suena superficial y condescendiente escuchar a otro decir: “Entiendo por lo que estás pasando”, a menos que esa persona haya pasado por lo mismo.

Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. —Romanos 12:15

Aunque los mejores consoladores son los que han pasado por situaciones similares y han crecido espiritualmente a través de ellas, eso no significa que el resto de nosotros esté libre de responsabilidades. Todos hemos de hacer lo que esté a nuestro alcance para mostrar empatía, tratar de entender y de consolar. Gálatas 6:2 nos dice: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. Y Romanos 12:15 afirma: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”.

El doctor Paul Brand, experto en la enfermedad de la lepra, escribió:

Cuando el sufrimiento asesta un golpe, los que estamos cerca nos quedamos aturdidos por el impacto. Luchamos contra el nudo que se nos hace en la garganta, vamos resueltamente de visita al hospital, susurramos unas cuantas palabras de ánimo, tal vez buscamos artículos sobre qué decirle al que sufre.

Pero, cuando pregunto a los pacientes ¿Quién te ayudó en tu sufrimiento?, escucho una respuesta extraña e imprecisa. La persona que describen raras veces tiene respuestas suaves, una personalidad atractiva y efervescente. Por lo general, es tranquila, comprensiva, que escucha más de lo que habla, que no juzga ni da mucho consejo. “Una sensación de presencia”. “Alguien que está presente cuando lo necesito”. Una mano que asir, un abrazo comprensivo y de perplejidad. Un nudo en la garganta compartido (La obra maestra de Dios, pp. 203-204.)

Está claro: Dios nos hizo para depender los unos de los otros. Tenemos mucho que ofrecer a los que sufren, y los demás tienen mucho que ofrecernos a los que tenemos problemas. Si desarrollamos esa unidad, experimentaremos un consuelo mayor cuando reconozcamos que Dios usa el sufrimiento para alertarnos respecto al problema del pecado, usa la dificultad para dirigirnos a Él, y hasta puede usar los problemas para hacernos más semejantes a Cristo.

 

(Continuaremos en próximos artículos.)

(Artículos extraídos y adaptados del librito Why Would a Good God Allow Suffering, escrito por Kurt de Haan y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/

El link para la descarga de este librito en concreto es: http://d254u7jd4zosxo.cloudfront.net/files/2011/01/SS106_Sufrimiento.pdf?7489a8

Si deseas más información, puedes escribirnos a [email protected].

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Intimidad con Dios - El sufrimiento que une