Locura y endemoniados

Muchos que nos hemos interesado por la cuestión de los endemoniados, estamos convencidos de que se trata mayoritariamente de enfermos mentales

14 DE AGOSTO DE 2016 · 06:10

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En la Revelación novotestamentaria, nos encontramos con un hecho singular.

A Jesús de Nazaret, apóstoles y discípulos, amigos y enemigos, le reconocían como Maestro, Señor, Santo de Dios, hijo de Dios, etc.; pero nadie se atrevió ¡jamás! a llamarle Hijo del Hombre; sin embargo éste era el nombre con que él se denominaba a sí mismo.

Su identificación con este nombre fue el argumento fundamental que esgrimió el Sanedrín para condenarle a muerte.

En su esencia trascendente más prístina no fue reconocido como el Mesías, como Aquel que era Dios con nosotros: Emanuel; no obstante el Nuevo Testamento nos enseña que hubo un grupo de personas que sí conocían y reconocían su verdadera identidad.

La investigación científica de la Biblia y el estudio exegético y hermenéutico más enjundioso de la misma nos ha conducido a una desmitologización, que era necesaria para entender muchos dichos y hechos que la misma narra.

Dentro de las acciones taumatúrgicas de Jesús de Nazaret, nos encontramos con una amplia nosología (clasificación de enfermedades y trastornos) en la que se menciona: dolencias, tormentos (sufrimientos), lunáticos, paralíticos y endemoniados que le trajeron a Jesús; y los sanó (lit-gr= curó: Mat-4:24).

Hoy en día, muchos que nos hemos interesado por la cuestión de los endemoniados, estamos convencidos de que se trata mayoritariamente, de enfermos mentales, que es como se denominaba en aquella época a tales pacientes.

Los que a lo largo de los dos últimos siglos nos hemos dedicado al estudio de las enfermedades mentales y a su sorprendente, profunda y abigarrada sintomatología, estamos convencidos que, desde el punto de vista etiopatogénico, estos pacientes no están más endemoniados que aquellos que nos consideramos mentalmente sanos.

Existe una realidad difícil de contrarrestar y es que las alteraciones psicopatológicas de los enfermos psíquicos son un discurso al mundo, donde a través de sus vivencias alucinatorias y los contenidos de sus delirios denuncian la injusticia, el desamor, la hipocresía, la esclavitud, y la alienación en que viven inmersos y que ha desestructurado la homeostasis de su corazón.

Por consiguiente el Ser Transcendente ha dejado su Imago Dei dentro de cada uno de nosotros, a nivel subliminal, para que “busquemos a Dios, si en alguna manera palpando (término griego que significa topar a tientas), puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros: porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch 17: 27-28).

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