Pedro Arana: Ciencia y fe, inspiración vs. interpretación de la Biblia

 “No debemos buscar, pues, en la Escritura verdades que han de ser descubiertas por las diferentes ramas de la ciencia”.

23 DE JULIO DE 2016 · 20:30

Pedro Arana. / Foto: Carlos Martínez García,Pedro Arana
Pedro Arana. / Foto: Carlos Martínez García

El pasado mes de mayo tuvo lugar en Bilbao un encuentro de tres destacados líderes evangélicos latinoamericanos: Samuel Escobar, Pedro Arana y René Padilla, a los que hemos tenido el privilegio de enseñarles el País Vasco, ya que les hacía mucha ilusión conocer el origen de sus ancestros: Arana, Aguirre…

Durante estos días, hemos oído sus charlas y predicaciones, hemos conversado en los viajes y las comidas. Sería difícil quedarnos con un sólo punto de reflexión. Personalmente, me han encantado sus respuestas, siempre meditadas y ofrecidas desde la experiencia acumulada a lo largo de muchos años.

En este sentido, recordamos las respuestas que Pedro Arana (pastor, ingeniero y ex-director de la Sociedad Bíblica Peruana) ofrecía en su libro Progreso, Técnica y Hombre (Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1ª ed. 1971, 2ª ed. 1973, pp. 58-66). Concretamente, el resumen de preguntas formuladas por los estudiantes de la Universidad de San Marcos, en Lima (Perú), después de la exposición del tema: “Mitos y Realidades de la Revolución Científica”.

Con el permiso verbal de Pedro Arana, quisiera reproducir íntegramente alguna de las preguntas y sus respuestas, ya que, a pesar de que han pasado casi cincuenta años desde su publicación, siguen vigentes.

¡Nos las siguen preguntando en las charlas que damos hoy sobre Ciencia y Fe!

Cuando le preguntaron: «Creo que su posición es muy peligrosa. Usted está negando la inspiración de la Biblia. ¿Cómo es posible creer en la creación y en la evolución a la vez?»

Respondió: «Por su pregunta deduzco que usted cree que la Biblia es la Palabra de Dios, inspirada plenamente por el Espíritu Santo; escrita por personas que hicieron uso de todas sus facultades emocionales, racionales y volitivas, dentro del ambiente cultural en que se movieron, pero guiadas, orientadas y controladas por el Espíritu Santo. La Sagrada Escritura es así la única regla de fe y conducta para los cristianos. ¿Verdad que ésta es su postura? Comparto completamente su opinión, porque es la mía también.

Permítame decirle, sin embargo, que no estamos tratando acerca de la inspiración, sino de la interpretación de la Biblia. Veamos un ejemplo: creemos en la inspiración del libro del Génesis, pero no creemos que el mundo fuera creado en el año 4004 a. de C., como el obispo Usher, sumando a su manera las cronológicas de dicho libro, lo interpretó. Por el contrario, pensamos que el universo y la tierra son tan antiguos como las evidencias comprobadas por la geología nos lo indican. Afirmamos, sí, que Dios es el creador, pero no nos atrevemos a aventurar ninguna fecha del acto creador inicial.

Debe ser entendido también que la revelación no es interpretación y viceversa, la interpretación no es revelación. La revelación es la comunicación de la verdad de Dios; la interpretación es el esfuerzo del hombre por comprenderla. Sigamos pensando en Génesis 1. No nos preguntamos si es inspirado. Esto lo creemos usted y yo. Pero nos preguntamos ¿qué significa? ¿qué nos revela Dios, de El mismo, allí? Planteada la cuestión, ¿cómo debemos interpretarla?

Tenemos, pues, que enfatizar que no debemos identificar nuestra interpretación con la verdad revelada. De ahí que siempre haya la posibilidad de diferentes interpretaciones en estos asuntos y no debemos confundir las diferencias de interpretación con la creencia en la inspiración».

Insistieron con la pregunta: «Disculpe, pero usted no ha contestado toda la pregunta. ¿Es posible creer en la creación y en la evolución a la vez?»

Y nuevamente, respondió: «Como usted sabe hay por lo menos tres teorías interpretativas del Génesis, ellas son:

1. La creación instantánea, 2. La creación progresiva y 3. El evolucionismo-teísta.

Lógicamente, toda teoría evolucionista que niegue al Creador es rechazada por los teólogos que se adhieren a al alguna de estas tres posiciones.

Ha habido teólogos evangélicos muy prominentes que no vieron ninguna dificultad entre el Génesis y alguna teoría evolucionista, en el sentido de que el Dios creador habría usado como modus operandi la evolución.

En otras palabras, la Biblia nos dice que Dios es el creador, pero no nos dice cómo hizo esta creación. El cómo lo investiga la ciencia. Lo más que podemos hacer es proponer interpretaciones: algunos afirman que fue una creación instantánea (fiat), otros que fueron varios actos creadores; y, por fin, los que piensan que su modo de hacer las cosas es la evolución.

¿Será necesario decir que se puede ser perfectamente evangélico bien creyendo que el origen del hombre, por ejemplo, puede remontarse a la más temprana civilización (tal vez 10.000 años antes de Cristo) o quizá a cientos de miles de años? El problema es de interpretación bíblica a la luz de los hechos comprobados por la ciencia.

No creemos, pues, que la evolución, entendida como modus operandi del único Dios creador, sea contraria a la Fe».

 

A otra pregunta: «Yo creo que la religión bíblica, como usted la ha llamado, no favorece sino más bien impide la cultura científica porque, ¿cómo puedo creer yo que el universo y el hombre fueron hechos en seis días? Y eso es lo que enseña la Biblia, ¿no?»

Respondió: «Me parece que antes de considerar lo que la Biblia enseña son imprescindibles algunas consideraciones sobre el lenguaje bíblico.

Debemos tener muy presente que el lenguaje de la Escritura sobre el universo es el lenguaje del pueblo y no el de la ciencia, en el sentido en que nosotros entendemos este concepto. El lenguaje de la Biblia es popular, es el de las amas de casa, el que emplea el hombre común y corriente. Dios quiso comunicarse con el idioma que se usaba en los mercados y en las plazas, porque la finalidad de la Biblia no era comunicar ninguna cosmología, geología, biología o antropología, sino dar a conocer al Dios de Israel. No era la intención de los escritores exponer una teoría científica sino que su mensaje esencialmente religioso llegara a todos en una forma comprensible y significativa.

Al mismo tiempo, debemos observar que cuando el primer capítulo de Génesis, por ejemplo, usa la palabra especies, ésta no puede tener el mismo significado que para la biología actual, pues el escriba bíblico no pensaba en esos términos; es decir, su lenguaje no era científico. De esto, por supuesto, no concluiremos que era anticientífico: ¿cómo se podía oponer a una ciencia no nacida todavía? Queda claro, entonces, que el lenguaje es precientífico. Lenguaje anterior a la época científica.

Si usted me está siguiendo, la conclusión no se hace esperar:

La Biblia no trata de ofrecernos una teoría sobre la constitución del universo sino que, al adoptar un lenguaje precientífico, su mensaje es inteligible para todas las edades, alcanzando así a los hombres de cualquier estadio del progreso humano. Por eso, su mensaje es vigente para el hombre de hoy.

Una consideración más que es importante que usted tenga en cuenta, es esta: el lenguaje bíblico utiliza como el medio de la revelación la cultura de los tiempos en que fue escrita. De ahí que los conceptos que expresa no los podemos tomar con los criterios científicos actuales, sino con los de la de los escritores de su tiempo.

Veamos un ejemplo: “Y fue la tarde y la mañana un día” es lo que leemos en el v. 5 del cap. 1 de Génesis. Claramente esta forma de medir el tiempo no usa el criterio científico actual, ni siquiera el de nuestro ambiente cultural, pues para nosotros el día comienza por la mañana; la concepción que allí encontramos pertenece a la cultura del escritor. Nuestra actual división del tiempo les era desconocida a los antiguos. Para ellos, el cambio de estaciones, las fases de la luna o la tarde y la mañana les bastaban para hacer su división.

Tomando todo lo dicho, usted se dará cuenta, perfectamente, que otra vez incidimos sobre una cuestión de interpretación.

Personalmente, pienso en dos posibilidades de interpretación y en ambos casos no se trataría de días de 24 horas. La una, podría ser de grandes períodos o etapas; la otra, que se trata de la descripción mediante cuadros o pinturas de la creación. En ningún caso podemos buscar una secuencia cronológica, sino más bien descubrir el mensaje transcendente que hay allí: el Dios creador, soberano y libre, que está por encima de su creación, etc.

El propósito del Génesis —como el de toda la Biblia— es teológico y religioso primordialmente. Desde este punto de vista, nos damos cuenta que la revelación de un Dios creador destruye la idolatría y los mitos paganos. En este sentido el relato bíblico desmitifica a la creación y a las criaturas (hombres y animales) que deben ser objetos de adoración como lo eran en los pueblos que rodeaban a Israel. Al único que se debe adorar es al Dios Creador. Desde este punto de vista su mensaje es revolucionario, si consideramos el medio ambiente cultural de donde emergió el mensaje bíblico.

 

Finalmente, le preguntaron: «Si la verdad es una sola, ¿por qué han de haber diferentes interpretaciones?

Por eso yo ya no quiero leer la Biblia; todo es muy confuso».

Dando la vuelta a la pregunta para confrontar a la audiencia con la persona de Jesucristo, respondió:

«Estimado amigo, aprecio mucho su sincera manifestación. Es cierto que la verdad es una sola: Es Dios mismo. Así lo afirmamos los cristianos.

Ahora bien, la verdad de Dios que nosotros conocemos es la que El nos ha querido revelar. Esta revelación la tenemos en la naturaleza, en forma general, pero en la Biblia, en Jesucristo y en la predicación, la tenemos en forma especial.

En relación con la Biblia, digamos que hay que buscar en ella la revelación que Dios nos da de sí mismo. Esta podríamos decir que es la verdad de fe, fundamental y deberá ser distinguida de la forma en que esta verdad ha llegado hasta nosotros en ciertos moldes tradicionales. Esto es particularmente cierto, si recordamos que el lenguaje bíblico es popular, descriptivo de los hechos tal como aparecen de inmediato a los sentidos, sin asomo de buscar el montaje de ninguna teoría científica. Resumiendo: la forma de expresión proviene de una época precientífica. Nuestra interpretación es el esfuerzo por llegar a saber qué es lo que realmente enseña la Biblia. Buscamos la verdad de Dios para el hombre en general y para nosotros en particular.

Un ejemplo ilustrará nuestras afirmaciones. Leamos Génesis 1:26 y 27 y 2:7. Estos pasajes son conocidos como los dos relatos de la creación del hombre. Desde mi punto de vista no son contradictorios sino complementarios. Recordemos, en la Biblia Dios se nos revela. ¿Qué aprendemos de El, en estos textos? En el primer capítulo, que el Dios todopoderoso “creó al hombre a su imagen”; que hombre y mujer son iguales ante Dios: “varón y hembra los creó”, que el hombre es señor sobre la creación “señores sobre toda bestia…” En el primer capítulo vemos al Dios omnisciente, que trasciende todo lo creado. En el segundo capítulo se nos ofrece una visión complementaria del Dios de la Biblia; mediante el antropomorfismo de un alfarero se nos dice que dio vida al hombre. ¡No es un Dios alejado! iEs un Dios cercano! Que da la vida al hombre, que se ocupa y preocupa por el hombre, que anhela lo mejor para el hombre. La forma de comunicarnos esta verdad es mediante manos que amasan barro y una boca que sopla. Se trata de figuras, de metáforas, porque Dios no tiene cuerpo.

Sin embargo, vale la pena notar también que, según el relato bíblico, el hombre por su cuerpo pertenece a la naturaleza; los elementos que componen nuestro organismo son los mismos que están en la tierra. No obstante, el ser humano es algo más que simple materia, es creación e imagen de Dios.

Volviendo a su pregunta, permítame insistir en esto: la verdad que debemos buscar en la Biblia es la revelación que Dios da de sí mismo. En otras palabras, debemos buscar a su personaje y tema central. Jesucristo es el personaje central de las Escrituras y la redención del hombre a través de él es su tema fundamental. No debemos buscar, pues, en la Escritura verdades que han de ser descubiertas por las diferentes ramas de la ciencia. 

Ciñéndonos a la verdad revelada, debería haber coincidencia ante preguntas como ¿quién es Jesucristo? ¿qué hizo? y ¿qué nos ofrece? Sabemos, desgraciadamente, que no hay unanimidad en las respuestas. En estos casos, la culpa no es de la Biblia sino de sus intérpretes. Se interpreta mal la Biblia. ¿Cómo solucionar esto?

Creo firmemente que la solución no está en dejar de leer la Biblia. Por el contrario, hemos de enfrentarnos con los problemas, con el firme convencimiento de que “toda verdad es de Dios”. Actuar de forma contraria es propiciar un espíritu oscurantista, ya sea por pereza mental, por temor a las nuevas ideas y a los descubrimientos o por miedo al ejercicio de nuestra responsabilidad en la elección de interpretaciones. Esta es una forma de traición al cristianismo y a Cristo, quien nos dijo: “El Espíritu de la verdad os guiará a toda verdad”.

A quien busca la verdad, Dios, en la Biblia, le ha prometido que la encontrará. No las verdades que están en los textos de química, física o biología. Sino la verdad de nuestra relación con Dios, la verdad del perdón obtenido para nosotros por Cristo en la cruz, la verdad de nuestra relación con Dios, la verdad de nuestra renovación moral y espiritual por la acción del Cristo vivo y todopoderoso, la verdad de ser hechos templos del Espíritu Santo. Todo esto puede llegar a ser una realidad en su vida y en la mía. Es sobre estas cosas que nos habla la Biblia.

Jesús dijo: “El que quisiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios...” (San Juan 7:17).

¿Queremos tener la interpretación correcta? Antes debemos plantearnos otra cuestión: ¿Queremos hacer la voluntad de Dios? No es asunto de malabarismos intelectuales sino de una relación personal con Dios a través de Jesucristo mediante la fe. El conocimiento cristiano se da en orden a la obediencia. Dicho de otra manera: “Si quieres ser un teólogo, tienes que querer ser un santo”».

¡Muchas gracias Pedro!

 

Autor: Fernando Caballero es Doctor en Ciencias Geológicas/Paleontología. Colabora en el Departamento de Estratigrafía y Paleontología de la Facultad de Ciencia y Tecnología (Unieversidad del País Vasco, Bilbao). Es miembro de Cristianos en Ciencias y colaborador del Centro Ciencia y Fe (Fundación Federico Fliedner, Madrid).

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