¿Se ha acabado la Reforma protestante?

Una entrevista con el Dr. Emilio Monjo sobre la Reforma protestante.

04 DE JUNIO DE 2016 · 21:40

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Hoy en Brisa fresca estamos con el pastor reformado Dr. Emilio Monjo quien, en los últimos años, se ha dedicado especialmente al estudio de la Reforma española. Además de su labor pastoral, Monjo sirve como director del ‘Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español’ (CIMPE).

Queremos preguntarle sobre la vigencia de la Reforma protestante en nuestros días.

Will Graham (WG): Dr. Monjo, gracias por estar con nosotros hoy. Para arrancar, hoy se está hablando mucho sobre la Reforma, ¿cierto?

Dr. Emilio Monjo (EM): Efectivamente se habla mucho, el V Centenario está a las puertas, pero me parece que se está ofreciendo bastante confusión.

WG: ¿Por qué?

EM: Empezando por algo evidente, no se puede hablar de la Reforma Protestante sin hablar sobre la iglesia papal, pues contra ella se hizo, y de ésta no parece que se mencione nada que pueda ofender. Es un hablar de la Reforma, en muchos casos, que se queda en un ruido para ocultarla. La Reforma manifestó la fe antigua de la iglesia católica frente a las innovaciones del papado, especialmente en lo que es el fundamento: la persona y obra del Redentor. Para la una, Cristo hizo una obra perfecta, de una vez para siempre, y salva a todos los que llevó en la cruz, con los cuales luego se encuentra en la historia de cada uno; para la otra, Cristo está secuestrado por la jerarquía sacramental, sin la cual no puede salvar.

WG: Es cierto que se habla muy poco sobre las aberraciones teológicas de la iglesia papal. Será por el espíritu pro-ecuménico que se está levantando en nuestros días. Bueno, Emilio, ¿quiénes eran los dirigentes más importantes de la Reforma?

EM: Tenemos etapas en su desarrollo, en cada uno, incluso en cada lugar, se podrá mencionar algún personaje; sin olvidar a los que hoy llamaríamos “políticos”. Por supuesto, ya que el V centenario tiene en cuenta un episodio de su actividad, Lutero es figura central. Sobre el personaje hay mucho equívocos y falsificaciones, pero es un buen lugar para pensar la naturaleza de esa Reforma del XVI.

WG: ¿Nos podrías nombrar las cinco solas y explicar su significado?

EM: A ver si recuerdo, creo que sola fe, sola Escritura, sola gracia, solo Cristo y, supongo, que solo a Dios la gloria. El problema es que todas están hoy mediadas por la teología del “pero”, aquella que engendró el diablo al principio.

WG: ¿Qué quieres decir con “la teología del pero”?

EM: Dios ha dicho… pero. Sólo Cristo… pero.

WG: Entendido.

EM: Con el “pero” se da un campo ecuménico amplísimo. Veamos: ¿quiénes de los que propugnan esas “solas” estará al lado de Lutero con su albedrío siervo, frente a Erasmo con su albedrío libre?

WG: Buena pregunta. ¿La Reforma tuvo implicaciones más allá de la esfera teológica?

EM: Esto es natural, puesto que la obra de Dios afecta a todas las esferas de la sociedad. Además, el mismo nombre de “protestante” viene de un momento en el que señores territoriales y representantes de ciudades libres hicieron una protestación para conservar los derechos prometidos, con los que tenían la libertad de que el Evangelio se anunciara, libre del papado, en sus dominios.

No es extraño que se presente, pues, el nacimiento de lo que llamamos Estado moderno, democrático y de derecho, vinculado a ese momento de la Reforma. Aquí se dan tres estadios fundamentales que, al menos en mi caso siempre procuro mencionarlos.

Con Trento (1545-63), la iglesia papal se reafirma como tal, con todas sus innovaciones teológicas (y sus implicaciones sociales), frente a la iglesia católica antigua; se asume, pues, como Contrarreforma. Para conservar y ampliar su poder, reafirma su teología, en la que no puede faltar ser mediadora y administradora final de la salvación. Con sus matices, está claro, que la Reforma destruía esa estructura. Para conservar su poder, pues, rechaza y persigue las doctrinas de la Reforma (esas “solas” sin peros).

 

Emilio Monjo

Con el Vaticano I (1869-70), en un ambiente donde se recogen todos los cambios sociales que ha producido la Reforma, los “males diabólicos” según su criterio, especialmente el libre examen, de donde emanan todas las corrupciones de los siglos. Por eso el papado hizo aquella lista de males contra los que había que luchar. Es un concilio, por lo tanto, donde no se condenan de nuevo (no hace falta repetirlo) las doctrinas protestantes, sino las consecuencias sociales que éstas han producido. En esto el papado metía en un mismo saco a los políticos liberales, como a los revolucionarios (¡que traen el socialismo!), al final entre unos y otros lo habían dejado sin sus territorios (que robó con falsos documentos) de Italia. ¿Cuáles eran esos males? (Pueden mirar la lista en la razón por la que se levantó el templo expiatorio de la Sagrada Familia en Barcelona), pues la libertad de conciencia, la libertad de religión, la libertad política, la libertad de imprenta, etc. El papado, para conservar su poder, asumió en ese concilio que tenía que luchar contra los efectos sociales de la Reforma.

(¿Y la Reforma? Pues en muchos casos su “evangelio” se redujo a esos efectos sociales. Ya no se anunciaba la obra perfecta de Cristo, sin mediaciones, sino la “cultura”, los valores sociales. Realmente, si Trento fue un concilio contra la doctrina protestante, el Vaticano I lo fue contra el evangelio que esos protestantes de su tiempo anunciaban: la transformación cultural humana. Todas las “solas” ya acompañadas con su “pero” correspondiente. Como hoy en tantos casos.)

Dentro del papado, sin embargo, aparecen voces indicando que así el poder no se puede conservar, que es necesario “abrirse” y ponerse en el mismo espacio de esa sociedad “moderna”. Y empieza una nueva contrarreforma, en este caso, uniéndose a los resultados sociales. (Surgen organizaciones laicas, para cuya gestación tiene el papado fecundadores notables: los jesuitas. Entre ellas, una muy conocida: Cáritas.)

Esas voces son las que van poco a poco triunfando. Y producen el Vaticano II (1962-65). Como no se puede mantener y aumentar el poder enfrentados a la lista de “males” que propuso el Vaticano I, ahora se trata de papalizar esa lista. De manera que ya tenemos a un papado campeón de la libertad religiosa, de la libertad política, de la democracia, de los derechos humanos, etc. Ya tenemos al jesuita Francisco, al que pueden darle, incluso, el premio a los derechos humanos.

Hablar de la Reforma, recordarla, supone tener en cuenta estas cuestiones. ¿Y los protestantes? Pues como su evangelio se había reducido a los valores sociales, y ahora el papado también los propugna, pues de la mano. Es un ecumenismo en el “pero”, no en la persona y obra de Cristo. (En ella, claro está, siempre estaremos unidos todos los redimidos, de cualquier espacio religioso, eso es otro asunto.)

WG: Sí, tristemente este espíritu protestante light predomina. Dicen que la doctrina ya no importa. ¡Qué tragedia! Hemos vuelto al liberalismo. Dr. Monjo, otra pregunta, ¿cómo fue recibida la Reforma aquí en la península ibérica, en España?

EM: En España no se “recibió”, se engendró. España “recibe” el protestantismo, de modo general, en el siglo XIX, y está marcado por aspectos de historia exterior, extraña. En la época de la Reforma, en el XVI, aquí tenemos una realidad propia. También de esto habrá que hablar, es, a mi modo de ver, esencial en nuestro tiempo. La primera actuación del llamado brazo de la Contrarreforma, los jesuitas, la llevan a cabo contra España, (en Sevilla) esa España de los nuestros, cristianos católicos, que por eso mismo, rechazaban las innovaciones del papado.

WG: Si algunos de nuestros lectores quieren aprender más sobre la Reforma aquí en España, ¿qué libros recomendarías?

EM: Seguro que ‘Exposición del Primer Salmo de David’ y ‘Confesión de un pecador’, de Constantino de la Fuente, junto con ‘Epístola Consolatoria’, de Juan Pérez de Pineda (ahora los tenemos en un solo volumen en CIMPE). Además, para Sevilla, los 2 volúmenes de ‘La Reforma en la Sevilla del XVI’, de Tomás López. Por supuesto, ‘Protestantismo Español e Inquisición en el siglo XVI’, de E. Schäfer, en los 4 volúmenes traducidos por Francisco Ruiz de Pablos. Hay más, mucho más, pero que empiecen con esta obra de Constantino y la de Juan Pérez. (No tienen ni un “pero”.)

WG: Sí, los he leído. Son espectaculares. ¿Por qué piensas, pues, que la Reforma fue tan importante?

EM: Supone un momento de la Historia donde se recogen frutos anteriores, y se siembran para el futuro. Es algo vivo, y sigue.

WG: Amén. Y una pregunta más personal. Si los reformadores estuviesen entre nosotros hoy, ¿cómo piensas que reaccionarían ante el mundo evangélico actual?

EM: ¡Depende qué reformador! Calvino, por ejemplo, escribiría una protesta reclamando la reforma de las iglesias evangélicas. Sería poderosa en su dialéctica, matando con la espada, la Palabra, a todos los “peros” añadidos a Cristo. Lutero, tan bruto, según qué día le cogiera, lo mismo reparte gorrazos. Realmente muy a gusto, creo que no estarían; los de la Contrarreforma sí, esos, encantados con esta conmemoración.

WG: ¡Vaya! ¿Cuáles son algunas de las convicciones de la Reforma que tendríamos que recuperar hoy en día?

EM: Seguro que muchas. Por poner un ejemplo: Altusio, un calvinista, escribió un libro que lo tenemos con el título de ‘Política’. Ocupaba un puesto de responsabilidad ciudadana. Es un referente en la teoría política, alguno lo llaman el padre del federalismo. 630 páginas, más de 4500 citas bíblicas (y de las autoridades que han escrito sobre la materia). Lo publicó el ‘Centro de Estudios Constitucionales’ en 1990. Esto hay que recuperar. Otro ejemplo. En la formación de los Estados Unidos jugó un papel importantísimo un pequeño librito, de John Ponet, ‘Breve Tratado del Poder Político’ y otros muchos ejemplos, textos que son clave para el mundo moderno, y que en algunos casos eran sermones. Eso es Reforma. Paro aquí, porque no terminaría con ejemplos. Hay mucho que recobrar.

WG: Para ir acabando hermano, ¿cuáles son tus esperanzas y preocupaciones con respecto a la fe evangélica en España?

EM: Mis esperanzas son todas. El tiempo es óptimo. Hay multitud de frutos. Los “peros” del diablo se pudrirán, y el pueblo será libre. Ya, ya mismo.

WG: Ok y finalmente, ¿podrías dar algún consejo a nuestros lectores más jóvenes?

EM: No soy muy de dar consejos, ni a dividir en secciones al ser humano, pero a los más jóvenes lo que me viene primero a la mente, es que se olviden de los líderes de jóvenes. Eso es muy peligroso. Nunca hubo profetas de jóvenes, o sacerdotes de jóvenes, o ceremonias en la ley de jóvenes. Todo es de la comunidad, y todos somos uno dentro de esa comunidad. La Santa Cena es el campo de la comunión: no hay ni jóvenes ni viejos, todos somos uno. Cuando se hacen cosas “para los jóvenes”, incluso “Biblias” o predicar un evangelio para jóvenes, me parece un gravísimo error.

WG: Tenemos que ir cerrando, hermano, pero muchas gracias por dedicarnos algo de su valioso tiempo hoy. Deseo que el CIMPE sea de bendición para muchos. Gracias por todo.

 

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