¿Qué creen los evangélicos acerca de la salvación?

Un análisis de lo que creen las denominaciones evangélicas españolas sobre la soteriología.

01 DE MAYO DE 2016 · 06:00

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Hoy toca la tercera parte de nuestro estudio sobre las creencias de los evangélicos españoles. Puedes leer aquí la primera y la segunda parte.

Después de dedicarnos al estudio de la bibliología y la teología propia ahora podemos avanzar hacia la soteriología, a saber, la doctrina de la salvación.

Como regla general, los evangélicos están completamente unidos en cuanto al tema de la salvación aunque sí existe un par de discrepancias.

Empecemos, pues, con las cosas que los evangélicos tienen en común.

Las denominaciones que estamos estudiando en esta serie son las siguientes: la Iglesia Evangélica Española (IEE), la Iglesia de los Hermanos, la Federación de Iglesias Evangélicas independientes de España (FIEIDE), la Iglesia Metodista Unida, el Cuerpo de Cristo, la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE), la Iglesia de Dios, los Menonitas, la Iglesia de Cristo, las Iglesias Evangélicas Biblia Abierta, Asamblea Cristiana, el Ejército de Salvación, la Iglesia Salem, las Iglesias Buenas Noticias, la Federación de Asambleas de Dios de España (FADE) y la Unión Evangélica Bautista de España (UEBE).

 

I.- PUNTOS DE ACUERDO

La salvación cristiana presupone la antropología, o sea, la doctrina del ser humano. Las denominaciones evangélicas reconocen que tanto el hombre como la mujer fueron creados por el dedo de Dios. Al ser creados a la imagen y semejanza del Omnipotente, el ser humano tiene una naturaleza moral y espiritual que le distingue del resto del mundo creado. Sólo la raza humana puede tener comunión con el Señor. En este sentido, son la corona de la creación.

Dios creó al hombre y a la mujer libres del pecado. Eran inocentes, rectos y tenían libre albedrío para decidir obedecer o desobedecer el mandato divino: “Mas del árbol de la ciencia y del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Tristemente, la mala noticia es que tanto Adán como Eva cayeron en pecado, desobedeciendo la voz del Creador. La mujer, después de ser tentada por el diablo, “tomó del fruto del árbol, y comió y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6).

Este acto de orgullo y egocentrismo cayó bajo la maldición de Dios. A partir de ese momento, el hombre moriría tanto espiritual como físicamente. Por lo tanto, hasta el día de hoy la raza humana es una raza caída, pecadora y moribunda. Todos nacemos siendo hijos de Adán.

A raíz de esta mala noticia de que la caída de Adán afecta a todos sus descendientes, la fe evangélica está convencida de que la base de la salvación es la obra impecable del Dios-hombre Jesucristo. Sólo a través de su vida y muerte está la vida eterna disponible. Sin Cristo, la salvación sería imposible.

¿Cómo, entonces, se evidencia la aplicación de la salvación de Cristo al creyente de hoy en día? Mediante la fe y el arrepentimiento, esto es, la doctrina de la conversión. El arrepentirse tiene que ver con renunciar el pecado y los instintos de la vieja naturaleza mientras que la fe se trata de abrazar a Cristo de una forma tierna, intima y personal. Es más que una mera fe académica o intelectual, sino que está relacionada con los afectos y la voluntad de uno.

Algo que los evangélicos españoles tienen muy claro es que las obras humanas no pueden salvar a nadie. Es la perfecta justicia de Cristo la que justifica al impío y tal justicia es imputada al pecador mediante el canal de la fe. Ahora bien, esto no quiere decir que los evangélicos no crean en la necesidad de hacer buenas obras.

Las diversas denominaciones recalcan que las buenas obras surgen como consecuencia de la salvación, por ejemplo, la Iglesia Evangélica Española (IEE) llama las buenas obras “frutos de la fe” y la Iglesia Metodista Unida dice que “nacen de la fe”. Entonces las buenas obras sí son importantes pero no justifican al creyente ante Dios.

Las diferentes declaraciones de fe estipulan varios beneficios que conlleva la salvación: adopción, regeneración, iluminación, una nueva naturaleza, perdón de los pecados, vida eterna, comunión con Dios, liberación del poder del pecado y hasta “la certidumbre de nuestra salvación” (IEE) . En todo lo antedicho, hay gran unidad entre la familia protestante en España.

No obstante, a pesar de las grandes convicciones que unen a los evangélicos; hay ciertas posibles áreas de tensión en cuanto a cómo entender el tema de la salvación en su plenitud. Nos enfocaremos en tres de ellos: 1) ¿nacemos en pecado?; 2) ¿cuál es el orden de la salvación? y 3) ¿se puede apostatar de la fe definitivamente?

 

II.- PUNTOS DE TENSIÓN

01.- ¿Nacemos en pecado?

 

Pelagio, monje británico condenado como hereje en el siglo V por haber negado la doctrina del pecado original.

Siguiendo la doctrina bíblica y las enseñanzas de la Reforma protestante, prácticamente todas las denominaciones evangélicas dicen exactamente lo mismo, a saber, que el pecado de Adán se ha extendido a toda la raza humana. Solamente Jesucristo nació libre del pecado. Esto significa que los niños también, aun antes de emplear su razón, nacen en pecado y son culpables del pecado de sus antepasados ya que todos pecaron en Adán.

Esta doctrina fundamental es conocida como el pecado original. En términos del reformador español Constantino Ponce de la Fuente (1505-59): “Antes que pudiese siquiera sentir mi perdición estaba perdido y del vientre de mi madre saqué el pecado, lo que me correspondía por ser del linaje de Adán. Desnudez y pecado es la riqueza que heredé de mis padres”.

Sin embargo, hay que resaltar que las Iglesias de Cristo presentan una declaración de fe sumamente defectuosa con respecto al pecado original. De hecho, históricamente hablando, su confesión sería considerada como herética. Aseveran que creen, “En la exculpación del recién nacido. El niño no hereda el pecado original. Cristo dijo que de ellos, de los niños, es el reino de los cielos. Si bien en su naturaleza está el germen del pecado, que sólo se desarrolla cuando es dueño de su voluntad”.

El problema teológico reside en la afirmación categórica de que “el niño no hereda el pecado original”. Esto sí es una clara negación del entendimiento protestante de las Escrituras ya que no es nada menos sino la resurrección del concepto pelagiano del ser humano, condenado como herético en el siglo V. En esta cuestión hay una clara división entre la Iglesias de Cristo y las demás denominaciones evangélicas en España.

La declaración de la FIEIDE sirve como un buen resumen de lo que creen el resto de los evangélicos españoles, “Creemos que el pecado y sus consecuencias temporales y eternas se extendieron a toda la humanidad. Es por ello que los hombres nacen pecadores, inclinados al mal, incapaces por sí mismos de hacer la voluntad de Dios e impotentes para salvarse por su propio esfuerzo”.

Difícilmente se podría formular una denuncia más fuerte contra el pelagianismo. O como lo expresa la comunidad metodista unida, “El pecado original no consiste en la imitación de Adán [como la denominación Iglesias de Cristo da a entender] sino que es la corrupción de la naturaleza de todo ser humano engendrado en el orden natural de la estirpe de Adán, por lo cual el ser humano está muy alejado de la justicia original, y por su misma naturaleza se inclina al mal, y esto continuadamente”.

Desde la disputa acalorada entre Lutero y Erasmo en los años veinte del siglo XVI, el protestantismo ha enseñado que todo ser humano tiene una tendencia innata al pecado porque nace pecador. No es pecador porque peca sino que peca porque es pecador. Está destituido de la gloria de Dios y sólo la obra del Espíritu Santo de Dios puede transformarlo.

En fin, todos los hombres y mujeres están condenados por el pecado de Adán, y no por razón de sus propios pecados personales. En este sentido son doblemente culpables. “En Adán” está la condenación. Fueron contados como pecadores junto con Adán en su primer pecado. Todos participaron en ese acto de rebelión. Las transgresiones personales cometidas son simplemente la consecuencia de estar “en Adán”.

Otro problema que surge a partir de la negación del pecado original es que resulta imposible entender la doctrina de la imputación de la perfecta justicia de Cristo con independencia de nuestras obras si no entendemos la imputación del pecado de Adán a toda su descendencia con independencia de sus obras (paralelismo que desarrolla Pablo en Romanos 5). Si fuimos condenados en Adán aparte de nuestros pecados personales, ahora podemos ser justificados en Cristo aparte de nuestras obras personales también.

 

02.- ¿Cuál es el orden de la salvación?

El orden de la salvación alude a lo que nuestros antepasados protestantes llamaron el ‘ordo salutis’. Es decir, ¿cuál es el orden de la salvación? Normalmente la pregunta gira en torno a la relación entre la fe y la regeneración. ¿Precede la fe a la regeneración o vice-versa? En España, hay dos opiniones diferentes.

Por un lado está la postura protestante clásica, a saber, que la regeneración sucede antes que la fe. Es la idea de que Dios primeramente concede la nueva naturaleza al impío para que éste crea a Cristo y se arrepienta de sus pecados. En España la UEBE es enfáticamente clásica aseverando que, “Las Escrituras enseñan que son deberes sagrados el arrepentimiento y la fe, y asimismo que son gracias inseparables, labradas en el alma por el Espíritu regenerador divino”. Primero la regeneración, luego la fe. La IEE tiende hacia este entendimiento de la salvación declarando que, “por obra del Espíritu Santo nos es otorgado el don de la fe”. La IEE basa la salvación del pecador en la elección divina en Cristo.

Por el otro lado está la postura arminiana (movimiento teológico que surgió dentro del Protestantismo unos noventa años después de la Reforma), ejemplificada en las declaraciones de fe de la Asamblea Cristiana y la Iglesia de Dios. Tanto la Iglesia Metodista Unida como FADE comparten la misma postura pero no emplean la expresión ‘regeneración’ en sus respectivas declaraciones de fe.

Los metodistas hablan de la santificación en términos muy parecidos a la regeneración comentando que, “La santificación es la renovación de nuestra naturaleza caída a través del Espíritu Santo, recibido mediante la fe en Jesucristo”. En otras palabras, primero está la fe luego obra el Espíritu Santo. FADE aclara que la salvación no se puede efectuar en el hombre a no ser qué esté, en su libre albedrío, se arrepienta y coloque su confianza en Jesús.

En cuanto a las demás denominaciones evangélicas, no se posicionan en ningún campo concreto. Nos referimos a la IERE, a la FIEIDE, a los menonitas, a la Iglesia Salem, a Buenas Noticias, al Cuerpo de Cristo, a las Asambleas de Hermanos, al Ejército de Salvación y a las Iglesias de Cristo. La Iglesia Biblia Abierta tiene una postura bastante imprecisa diciendo que, “El Espíritu Santo renueva nuestro corazón, persuadiéndonos a arrepentirnos del pecado y a confesar que Cristo es Señor”. Se podría interpretar esta frase desde un ángulo calvinista o arminiano.

 

03.- ¿La salvación se puede perder?

El tercer tema de debate tiene que ver con la pérdida de la salvación. ¿Es posible que un hijo de Dios se aparte de la fe de forma categórica?

Como es de suponer, las iglesias de tendencia arminiana creen que el hombre, en efecto, puede perder su salvación. FADE estipula que el cristiano debe, “permanecer fiel hasta la muerte cuidando nuestra salvación que es susceptible de perderse por causa de infidelidad o apostasía”. La Iglesia Metodista Unida dice más o menos lo mismo: “Después de haber recibido el Espíritu Santo, podemos apartarnos de la gracia concedida”. Todo depende del arrepentimiento del creyente. El Ejército de Salvación también cree que, “Creemos que el continuar en estado de salvación depende del ejercicio constante de la fe y obediencia a Cristo”.

Asimismo, las iglesias con convicciones reformadas más clásicas niegan que se pueda caer definitivamente de la gracia de Dios. No es sorprendente, por ejemplo, que la UEBE no crea en la pérdida de la salvación. Confiesan que, “Creemos que las Escrituras enseñan que los verdaderos regenerados, los nacidos del Espíritu no apostatarán para perecer irremediablemente, sino que permanecerán hasta el fin”. La IEE, por su parte, aclara que el creyente puede disfrutar de “la certidumbre de nuestra salvación”. Finalmente, la FIEIDE también asevera que, “Creemos en la seguridad eterna de salvación de todo aquel que cree en Cristo Jesús”.

¿Qué dicen las demás denominaciones? Simplemente no se mojan. Es difícil saber qué es lo que creen los menonitas al respecto ya que en su declaración se lee que el Espíritu, “hace posible la perseverancia en la fe y en la santidad”.

 

CONCLUSION

Como hemos comprobado en nuestros estudios anteriores, los evangélicos están una vez más totalmente unidos en cuanto a las grandes verdades protestantes. Resaltan con gran gozo la justicia de Dios y la necesidad de conversión a Él. Y como consecuencia de dicha salvación, destacan la necesidad de hacer buenas obras en el bendito proceso de la santificación.

No obstante, hemos examinado tres preguntas de tensión. Una sí que sería muy preocupante mientras que las restantes dos serían temas ‘secundarios’. La primera alude a la negación herética de la imputación del pecado original en la declaración de fe de las Iglesias de Cristo. Tal negación es bien alarmante desde una perspectiva evangélica histórica.

El segundo punto de división (muchos menos problemático) es: ¿qué acontece primero: la regeneración o la fe? El tercero –algo relacionado con el segundo- es: ¿se puede perder la salvación? En ambas preguntas, las iglesias de tendencia arminiana recalcan que la fe sucede antes que la regeneración y que la salvación se puede perder mientras que las iglesias de corte calvinista creen que la regeneración acontece antes que la fe y que la salvación no se puede perder en absoluto.

 

La semana que viene (parte 4):

¿Qué creen los evangélicos sobre la eclesiología?

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Brisa fresca - ¿Qué creen los evangélicos acerca de la salvación?