El virus del miedo

La desconfianza y la sospecha se pasean entre la ciudadanía multiracial de nuestras inseguras urbes.

28 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 20:00

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Debido a los recientes atentados terroristas de París, Mali, Egipto, Túnez y el estado de alarma generalizada en Bélgica, además de los continuos atentados en Nigeria, Irak, Siria y Turquía, la sensación de miedo a una patente amenaza terrorista se ha convertido en una especie de virus altamente contagioso en todo el mundo civilizado. Tal patología se ha transformado, en algunos momentos, en auténticos episodios de pánico colectivo.

Sin duda alguna estamos hablando de un miedo reactivo debido a una serie de sucesos alarmantes y aterradores, como los producidos por este nuevo terrorismo global. No estamos pensando tanto en un miedo patológico que nos podría llegar a paralizar por completo.

El filósofo José Antonio Marina en su libro Anatomía del miedo nos presenta una descripción cartográfica de los diferentes miedos humanos en sus más variadas expresiones. “No hay especie más miedosa que la humana. Así comienza el viaje por los caminos misteriosos y terribles de una de las emociones más universales: el miedo. Hay personas más miedosas que otras, parece ser que hay una cierta predisposición hacia la afectividad negativa. El miedo es un modo de percibir el mundo, surge de la interacción entre lo que siente el sujeto y lo que el sujeto percibe como amenazador". Marina define también el miedo, de esta manera: “Un sentimiento desagradable, aversivo, inquieto, con activación del sistema nervioso autónomo, sensibilidad molesta en el sistema digestivo, respiratorio o cardiovesicular, sentimiento de falta de control y puesta en práctica de alguno de los programas de afrontamiento: huida, lucha, inmovilidad, sumisión… y ello porque el sujeto se encuentra ante la presencia de un peligro”. En esta magnífica obra se abordan, a mí entender, todos los aspectos esenciales de los temores y los miedos humanos.

La desconfianza y la sospecha se pasean entre la ciudadanía multiracial de nuestras inseguras urbes. El miedo a morir prematuramente, el miedo a padecer cualquier tragedia, el miedo a enfermar, el miedo al futuro incierto, el miedo incluso a vivir por las incertidumbres que nos depara la vida misma y el miedo a la soledad indeseada son el pan nuestro y angustioso de todos los días para millones de personas.

Pero no podemos vivir con miedo a todos los peligros potenciales de la humanidad. Es cierto que tenemos que adoptar medidas cautelares de precaución personal y colectiva, debido a lo que está sucediendo y seguirá sucediendo en un mundo tan endemoniadamente caído y alejado de Dios como el nuestro. Tampoco debemos caer en una psicosis generalizada que podría causarnos verdaderos estragos sociales y desestructurar la vida tan autocomplaciente de la gente de nuestras ciudades.

Pero, ¿cuál podría ser el antivirus del miedo a todo lo que está ocurriendo en esta aldea global llamada mundo? El antónimo del miedo es la valentía y el coraje para poder afrontar los desafíos y contingencias que nos depara la vida en muchas ocasiones. Marina distingue el miedo como una emoción y la cobardía como un comportamiento. Esto me hizo recordar las palabras de las Escrituras: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2ª Timoteo 1:7). El antivirus del miedo es la valentía, que en la experiencia cristiana nos viene dada por la Divinidad como una fortaleza interior capaz de afrontar amenazas previsibles o imprevisibles; porque es uno de los recursos del Espíritu Santo como el poder de convicción y determinación y el dominio propio o templanza que hacen huir a los fantasmas del miedo. Estos recursos no se compran ni se venden en ninguna farmacia ni en cursos de autosuperación o afrontamientos personales del miedo.

Después de discurrir por la flor y nata del pensamiento filosófico, en su magnifico tratado sobre el miedo y la valentía, Marina nos define el valor como un acto ético más que como un mero mecanismo psicológico. Yo diría que aun más que ético, es un acto de responsabilidad que está sustentado por la confianza activa en el Señor, que viene a ser algo así como nuestra preciosa fe en las ciertísimas promesas de Dios.

Las frecuentes alusiones de Jesús contra el temor: “No temáis” (Lucas 12: 32; Juan 16: 33), nos imparten paz y seguridad en lo más profundo de nuestro ser “Porque el Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6: 63).

Esta es la gran diferencia entre los recursos humanos y los recursos divinos que se convierten en el antivirus del miedo contra toda especie de temores habidos y por haber.

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - El virus del miedo