La resurrección del cuerpo, base de la fe
La filosofía posmoderna del No-Fundamento afirma que no hay base para una verdad objetiva. Los cristianos decimos que hay un hecho firme, inconmovible: la resurrección de Cristo.
28 DE MARZO DE 2015 · 21:45
Hay algo muy extraordinario en cuanto a la resurrección del cuerpo: ¡ya ocurrió! Esta gran promesa para el fin de los tiempos, se realizó una vez en el centro del tiempo. Desde que Cristo se levantó de entre los muertos, la resurrección es una esperanza ya demostrada.
Ya tenemos las primicias, las arras de la resurrección final. Cristo es ahora el primogénito de los muertos, entre muchos que resucitarán en el día final. Fue la gracia de Dios que nos ha dado en medio de la historia un anticipo concreto del final.
En 1 Cor 15 San Pablo insiste en que la resurrección es un elemento esencial dcl evangelio (15:1-8), sin el cual no tiene el menor sentido:
Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. Aún más, resultaríamos falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, lo cual no habría sucedido, si en verdad los muertos no resucitan...Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados...Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales (1 Cor 15:14-19 NVI).
Si los muertos no resucitan, “comamos y bebamos, que mañana moriremos” (15:32).
Con una famosa fórmula de Martín Lutero, podríamos decir que la resurrección de Cristo es el “articulus stantis et cadentis ecclesiae” (el artículo con que la iglesia se sostiene o se cae).[1] Si Cristo no resucitó, ¿para qué creer el evangelio? ¿Para qué convocar una conferencias Hans Denck sobre Escatología y Misión, o sobre cualquier otro tema teológico? Si Cristo no ha resucitado, ¿para qué seguir leyendo este libro? O Cristo resucitó o ¿para qué ser cristiano? [2]
Pero ¡Cristo ha resucitado, ha vencido para siempre a la muerte! (15:20,58).
Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron...Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano. (1 Cor 15:20,58 NVI).
De esto tenemos que darnos cuenta en tiempo de muerte, de desesperación, o de dudas. Yo tengo esta palabra que viviré, aunque la muerte me tenga rodeado por todos lados... La muerte? ¡Muerte a la muerte! El Señor me ha prometido que viviré. Esto lo creo firmemente. (Martín Lutero, Catecismo Menor).
La resurrección de Cristo es el fundamento sólido, firme e inconmovible, de nuestra fe y de nuestra esperanza. Y ese fundamento es un mensaje para nuestros tiempos actuales de gran confusión.
Una de las teorías de la posmodernidad hoy se llama “la filosofía del No-Fundamento”, que afirma que no existe más verdad que la interpretación y la opinión de cada cual, y no hay fundamento para establecer ninguna verdad objetiva. Los cristianos decimos que sí hay un hecho fundamental, firme, inconmovible, y ese hecho es la resurrección de Cristo.
Hoy día otra corriente que está de moda entre algunos teólogos liberales es afirmar, "Yo creo en la resurrección, pero de otro modo". Para ellos, Jesús resucitó en los recuerdos de los discípulos, en la fe y esperanza de ellos, en la predicación de los apóstoles o en el nacimiento de la iglesia. Casi cualquier cosa, menos su propio cuerpo. De esa manera pueden negar la resurrección física de Jesús pero seguir afirmando que creen en la resurrección.
Pero sin duda alguna la resurrección de Jesús fue corporal o no fue.
NOTAS AL PIE
[1] Lutero aplicó esta fórmula a la justificación por la fe pero se aplica aú más a la resurrección de Cristo.
[2] Cf . las palabras de Karl Barth: “Si Cristo no resucitó – corporalmente, visiblemente, audiblemente, perceptiblemete, en el mismo sentido concreto en que murió, como dicen los textos – si no ha resucitado, entonces nuestra predicación y nuestra fe son vanas e inútiles; estamos todavía en nuestros pecados” (Church Dogmatics IV/1 pp. 351s).
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