Iglesia reformada en reforma, libre de tradiciones

Un fenómeno típico en los movimientos históricos, es que tras comenzar con la espontánea creatividad de una búsqueda dinámica, poco a poco se van institucionalizando.

28 DE FEBRERO DE 2015 · 21:50

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"La iglesia reformada siempre reformándose" nos libera del tradicionalismo estático [5]

Otra consigna de la Reforma, cuya importancia no puede ser exagerada, rezaba ecclesia reformata semper reformanda ("iglesia reformada siempre reformándose").

Es impresionante que los reformadores hayan tenido la humildad y la flexibilidad de ver su movimiento como inconcluso, con necesidad de continua revisión. Sabían que su encuentro con la Palabra de Dios había introducido en la historia nuevas fuerzas de transformación, pero (a lo menos en sus mejores momentos) no tenían ilusiones de haber concluido la tarea.

Su gran mérito histórico fue el de haber hecho un buen comienzo, muy dinámico, y precisamente de no pretender haber dicho la última palabra per saecula saeculorum.

Hay un fenómeno típico en los movimientos históricos, que consiste en que después de comenzar con la espontánea creatividad de una búsqueda dinámica, poco a poco se van institucionalizando hasta perder casi totalmente la flexibilidad de sus inicios y su original capacidad de sorprender.

En muchos casos, este proceso termina en un estado senil de arterioesclerosis institucional.

De hecho, esto es lo que pasó en gran parte con la Reforma protestante.

Sus sucesores redujeron los explosivos descubrimientos de los fundadores (especialmente la "teología irregular" de Lutero mismo) en un nuevo escolasticismo ortodoxo, sea de cuño luterano o calvinista.

El proceso dinámico de los inicios se petrificó en el sistema rígido y cerrado. Siglos después el fundamentalismo norteamericano resucitó a ese escolasticismo protestante en una nueva reencarnación histórica.

Los reformadores anticiparon este peligro, e implantaron en su teología defensas contra esa excesiva institucionalización y sistematización.

En parte por factores adversos del siglo XVII, sobre todo el surgimiento del racionalismo escéptico, los sucesores de ellos buscaron una falsa seguridad en la "fortaleza teológica" de su ortodoxia inflexible. Contra eso, los ataques de pensadores como Lessing fueron devastadores.

En el siglo XX, volvió a surgir con gran dinámica el principio de ecclesia reformata semper reformanda.

En ningún momento todas estas libertades deben significar libertinaje, ni en doctrina ni en conducta; eso sería el extremo opuesto del legalismo.

Como lo ha expresado el teólogo francés Claude Geffre, necesitamos dogma (doctrina) pero sin dogmatismo, tradición pero sin tradicionalismo, y autoridad sin autoritarismo (La iglesia ante el riesgo de la interpretación,1983, p.69) y, podemos agregar, insitituciones sin institucionalismo.

¿Qué nos dicen hoy estos postulados fundamentales de la Reforma?

(1) Nos desafían a redescubrir constantemente el significado de las Buenas Nuevas y la fuerza de la libertad evangélica, tan caras para los reformadores.

(2) Nos llaman al continuo trabajo de exégesis bíblica, seria, científica, crítica y evangélica, individual y corporativa: sólo en la cuidadosísima interpretación de la Palabra de Dios se hallará la libertad evangélica del Pueblo de Dios y de la teología.

(3) Nos llaman a un profundo respeto hacia los demás hermanos y hermanas, al buscar juntos la voluntad del Señor en esa obediencia a la Palabra que es también una sana libertad ante toda palabra humana. En las muy sabias palabras de un antiguo refrán de la Iglesia,  "En lo esencial (lo bíblico y evangélico), unidad; en lo no-esencial (opiniones, tradiciones, costumbres), libertad; en todo, caridad".

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 [5] A estos puntos podemos añadir la consigna de la Reforma, Soli Deo Gloria (la gloria sólo a Dios). Este "S.D.G." con que un músico tan genial como Johan Sebastián Bach encabezaba sus partituras, nos podría liberar del culto a la personalidad, tan prevalente hoy en círculos evangélicos. Cuando Dios sanó al paralítico por medio de Pedro y Juan, Pedro dijo, "¿Por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham... ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis..." (Hch 3:12-13). Hoy día hay una tendenciosa escandalosa de "poner los ojos" en líderes carismáticos (oradores, evangelistas, sanadores), como si el poder fuera de ellos. El acceso a poderosos medios de comunicación ha aumentado enormemente esta tentación. Este culto a la personalidad llega fácilmente a ser idolatría.

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