Los misericordiosos vencen a la muerte

Amenazados por la creciente pléyade de sacerdotes de la muerte, hallar hoy a personas misericordiosas es como descubrir con lupa una estrella de otra constelación.

01 DE FEBRERO DE 2015 · 12:25

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Al tiempo de escribir mis artículos un número creciente de rehenes son asesinados por verdugos de negro, al no obtener la liberación de yihadistas prisioneros, o cifras millonarias en dinero.

La madre de uno de esos condenados a muerte por tribunales humanos que funcionan usurpando una de las prerrogativas divinas1, es una cristiana de origen japonés. Esta atribulada mujer estaría dispuesta a ocupar el lugar de su hijo en desgracia2. Su gesto, propio de toda madre genuina, no recibe igual cobertura mediática que el lucrativo morbo de ver a un asesino en acción. Los crímenes parecen vender mucho mejor que cualquier acción misericordiosa.

El AT revela que Jehová, el Dios de Israel, se cansó de los innumerables sacrificios de un pueblo que los repetía para poder continuar con sus negocios ilícitos. Los israelitas creían que calmarían a Jehová cumpliendo con el ritual de la Ley. Quizás pensaban que de esa manera se justificarían delante de Dios. Es evidente que se equivocaban si creían que con ello zafarían del castigo reservado para aquellos que actúan sin misericordia.

Sus sacrificios eran realizados para tapar su inmoralidad; colaban el mosquito y tragaban el camello. Ese era el estado en que Jesús encontró a su pueblo sometido por líderes sin amor. Por esa causa Él denuncia la hipocresía de esos religiosos estériles en uno de sus lamentos:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!”3

Decíamos en nuestro anterior artículo que una de las características de nuestro Dios es su gran misericordia. Él jamás acortará nuestros beneficios ni prolongará nuestros sufrimientos4. Uno de los textos favoritos de mi madre en sus últimos años en este mundo es esta declaración del profeta Jeremías:

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.”5

No hay ninguna contradicción en nuestro Dios cuando decide amar al pecador. Él declara cuál es su deseo:

Porque misericordia quiero y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.” 6

Por esa razón, Jesús, el enviado del Dios que es amor7, amonestaba a los líderes de un pueblo al que extraviaban del deseo de Dios imponiéndoles el deseo y la doctrina de hombres:

Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.”8

Por si esos religiosos no entendían hacia dónde apuntaba la denuncia del Maestro de Galilea, Jesús la profundiza enrostrándoles hasta dónde llegaba su acción inmisericorde:

Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes.”9

Jesús está exponiendo a los miembros de la casta sacerdotal que no entrará al cielo por hacer lo que ella quiere. No entran, y lamentablemente impide entrar a muchos más10. Fue y sigue siendo así, pues el poder que ejercen los líderes religiosos no es divino sino humano. Por esa razón no aplican la ley con criterio divino sino humano: lo hacen sin amor, sin misericordia y sin fe.

 

¿QUIÉNES SON LOS MISERICORDIOSOS?

Al analizar las cuatro primeras bienaventuranzas hemos visto que lo prometido a los bienaventurados, está en tiempo futuro.

Sin embargo, de una manera solo comprensible para aquellos que lo viven, los pobres en espíritu, los que lloran, los mansos y los que tienen hambre y sed de justicia ya poseen el reino de los cielos, son consolados, reciben la tierra por heredad y son saciados. A diferencia de las promesas humanas (que a veces ni siquiera se cumplen) lo prometido a los bienaventurados ya es una realidad por la misericordia de Dios.

Ocurre que para el Señor el tiempo no es igual que para los humanos. Para nosotros es algo secuencial; para el Creador es algo continuo11. Mientras Él enfatiza el ‘hoy’12; nosotros postergamos todo para ‘mañana’. Presente y futuro son claros indicios de las limitaciones introducidas por el pecado en toda la Creación.

En esta quinta bienaventuranza la Palabra eterna de Dios, expresada por la boca de Su Hijo Jesucristo, cobra vida como para no volver vacía a quien la envió sino después de hacer la obra para la cual fue enviada13.

De modo que podemos afirmar sin error, que los misericordiosos lo son porque ya han sido alcanzados por la misericordia divina. ¡No hay otra manera de serlo!

La bondad en la naturaleza humana es un pálido reflejo de la bondad divina. Dios derrama su misericordia sobre nosotros pues quiere hacernos misericordiosos como es Él, tanto en esta vida presente como en la venidera. David lo comprendió así cuando expresó:

Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. . . .Será bienaventurado en la tierra.”14

Charles Spurgeon nos recuerda del Sermón del Monte que los misericordiosos referidos no lo eran “porque tuvieran por naturaleza un corazón tierno, sino que eran misericordiosos porque Dios los había hecho pobres en espíritu. No por haber tenido ancestros generosos, sino por haber llorado y haber sido consolados. No por buscar la estima de sus semejantes, sino por ser mansos y humildes. Estaban heredando la tierra y deseaban que otros pudiesen gozar, como ellos, de la bienaventuranza del cielo. No eran misericordiosos porque no pudieran evitarlo, sintiéndose obligados a serlo debido a algún apremio del que hubieran querido escapar gustosamente si hubiesen podido, sino que eran gozosamente misericordiosos, pues habían tenido hambre y sed de justicia, y fueron saciados.”15

Toda persona creyente que haya sido capacitada por la gracia de Dios para obrar con generosidad y amabilidad con los demás, cuando enfrente problemas puede orar con confianza, aferrándose a las promesas inmutables de la Palabra de Dios. Si nos aferramos a Sus promesas, como lo hacía David, no estaremos pensando en nuestros méritos sino en la gracia recibida de Dios. Spurgeon oraba así:

Señor, allí está Tu promesa; no reclamo ningún mérito sobre ella, pero cuando he visto a otros en la misma condición en que me encuentro tu gracia me ha capacitado para ayudarles. Señor, levántame un ayudador.” 16

El autor de este artículo, como Spurgeon, cree que Dios frecuentemente ayuda y bendice en las cuestiones de esta vida pasajera a las personas que ha bendecido dotándolas de un espíritu misericordioso para con otros.

La misericordia, que es el amor en acción práctica, se va reproduciendo en otros. Somos misericordiosos y bendecimos a otros; otros son misericordiosos y nos bendicen. Siempre estamos ‘alcanzando misericordia’.

Esto se percibe de manera clara en la exhortación que nos hace el Señor Jesucristo:

Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.”17

Cuando una persona practica solamente el lado ceremonial de la religión, puede no despertar misericordia cuando esté enfrentando dificultades. Lo contrario también ocurre; no faltarán los que corran a ayudar a las personas que son reconocidas por estar siempre ayudando a los demás.

El apóstol Pablo supo ayudar y pasar por necesidades; él tenía muy claro este carácter presente y futuro de la misericordia. Cuando menciona a Timoteo su amigo Onesíforo dice de este:

Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día.”18

Para el Apóstol a los gentiles, como para Spurgeon, la misericordia no es una obra meritoria nuestra sobre la que debamos predicar. Por el contrario, es una evidencia de la gracia gratuita de Dios que recibimos sin haber hecho ningún merecimiento. La recibimos para ejercerla a diario, como hacemos con el comer, dormir, trabajar o descansar.

Ya advertía el Señor que en el día del juicio:

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.”19

No hay mayor evidencia que esta respecto de quiénes son los misericordiosos para nuestro Dios. Él nos ayude a hacer como Él quiere, hoy y siempre.

 

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Notas

Ilustración: un ejemplo simple y aleccionador de un ser misericordioso en acción. Fuente: www.mscperu.org

01. Deuteronomio 32:35; Romanos 12:19; Hebreos 10:30.

02. Para leer esta noticia en Protestante Digital entrar aquí.

03. Mateo 23:23,24.

04. Isaías 46:4; 1ª Corintios 10:13.

05. Jeremías 31:3.

06. Oseas 6:6.

07. 1ª Juan 4:8, 16.

08. Mateo 9:13.

09. Ibíd. 12:7.

10. Mateo 23:13.

11. Salmo 90:4; 2ª Pedro 3:8.

12. Hebreos 3:7, 15; 4:7.

13. Isaías 55:11.

14. Salmo 41:1,2.

15. El autor recomienda la lectura del sermón completo de Charles Spurgeon sobre la quinta bienaventuranza que inspiró esta nota. 

16. Ibíd. 14.

17. Lucas 6:38.

18. 2ª Timoteo 1:16-18.

19. Mateo 25:34.

Importante: las negritas en los textos son puestas por el autor para énfasis.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Agentes de cambio - Los misericordiosos vencen a la muerte