Padre "nuestro que estás en los cielos"

Estas palabras constituyen la brújula de nuestras oraciones, el norte para que éstas no yerren su meta

25 DE ENERO DE 2015 · 16:45

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Padre “nuestro”

Lo primero que encierra el Padrenuestro es, como hemos visto, la más preciosa relación con Dios: una relación de confianza y amor. Lo segundo que implica esta oración es la más afectuosa relación entre los hijos de Dios.

Jesús no nos enseña a orar diciendo: Padre mío, sino Padre nuestro. Naturalmente que podemos decir Padre mío. Pero cuando usamos la expresión Padre nuestro, nos inunda la alegría de descubrir que tenemos muchos hermanos y hermanas.

El Padrenuestro, de esta manera, nos saca de nuestras oscuras soledades. Rompe todo aislamiento, pues nos introduce en la comunión de todos los orantes que en todos los tiempos y en todos los continentes invocan por Padre al “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” La palabra “nuestro” convierte a esta oración en el cinto de amor que une a todos los cristianos.

En vano buscaremos en esta oración las palabras yo, mí, o mío, poniendo así de relieve el sentido comunitario de la oración cristiana. Aun cuando el cristiano ore en la soledad de su habitación privada, se sabe unido a todos sus hermanos en Cristo, que invocan por Padre al mismo Dios. El que de verdad ora conforme al espíritu del Padrenuestro, experimenta la superación de la soledad, pues en el reino de Dios no hay hijos únicos. El que invoca a Dios por Padre, debe saberse incorporado en la familia de

Dios, debe saber que tiene muchos hermanos, debe saber que hay muchas personas que andan su camino y van en la misma dirección. Esto alegra el camino y aligera la carga.

Esta oración del Padrenuestro ayuda a los hombres a superar todas las barreras que les separan de su prójimo, suprime las diferencias naturales y une a los hombres de diferentes procedencias, culturas y lenguas, eliminando las diferencias por causa de las razas, las clases y cualquier otra razón sociológica.

Estas dos palabras, Padre nuestro, constituyen una formidable barrera contra los poderes de los racismos y los nacionalismos. Los cristianos que oran de verdad conforme al espíritu del Padrenuestro están unidos por encima de las diferencias nacionales, raciales, culturales, denominacionales y sociológicas en general. Los une el Padre celestial que los ha constituido en miembros de su familia divina. De modo que, a pesar de nuestras múltiples diferencias teológicas, estamos fuertemente unidos por nuestro Padre Dios. En este sentido, el Padrenuestro actúa como un puente capaz de acercar a las personas que están separadas por razones diversas y es un arma poderosa para la destrucción de prejuicios y el establecimiento de relaciones de confianza.

Si oras en armonía con el Padrenuestro, tienes que saberte unido a todos los cristianos del mundo, y tienes que amar a tus hermanos. Incluso cuando tengan otras prácticas culticas distintas a las tuyas o tengan algunas particularidades doctrinales que consideras erróneas. ¿Estás haciendo esto?

Hay cristianos que no consienten en tener comunión con otros que no son de su misma denominación. Se combaten y se rechazan mutuamente. Pero este proceder no está en armonía con el espíritu de amor y unidad que encierra el Padrenuestro que nos enseñó nuestro hermano mayor Jesucristo.

Padre nuestro “que estás en los cielos”

Finalmente, ¿qué significa la expresión que estás en los cielos? Estas palabras tienen la misión deresaltar varias cosas:

En primer lugar, indican la diferencia radical entre nuestro Padre celestial y nuestro padre terrenal. Dios es del cielo, de arriba; nuestro padre terrenal es de la tierra, de abajo. En la Biblia los términos arriba y abajo referidos a Dios no indican lugares geográficos, sino calidad. Así, lo bueno, lo santo, lo justo, es de arriba, del cielo, mientras que lo malo y lo indigno es de abajo, de la tierra.

En segundo lugar, nos recuerda el poder de nuestro Padre celestial, que hizo los cielos y la tierra. Así que el que invoca a Dios por Padre no está invocando a un dios débil, sino todopoderoso. Un Dios cuyo poder y sabiduría anuncia el firmamento. Este Dios ¡nada menos! es el que te sostiene y ayuda.

En tercer lugar, nos recuerda que nuestro destino final está en el cielo. El cielo es nuestra meta. Y en este sentido, como dice el apóstol Pablo, nosotros debemos buscar las cosas de arriba, donde está Cristo a la diestra de Dios, y debemos poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Colosenses 3:1-2). Así que tenemos que integrar el cielo en nuestra vida terrenal. Y de esta visión integradora recibiremos fuerzas para vivir en la tierra con los valores del cielo, o sea, como agrada a Dios.

¿Dónde está el cielo donde mora nuestro Padre Dios? El Padrenuestro no pretende responder a esta pregunta desde una perspectiva local. Fue Jesús mismo quien dinamitó la idea del encuentro con Dios dentro del marco restringido de unos límites locales (Juan 4:20-24). En lugar de esto, el término “cielo” se emplea como la única idea adecuada para resaltar la inconmensurabilidad de Dios, para resaltar la idea de cercanía y distancia más allá de todos nuestros conceptos de espacio y tiempo; no es una imagen que apunta a la distancia insalvable entre Dios y nosotros, sino que pretende enfatizar su naturaleza distinta.

Dios no es parte de la tierra, como la humanidad. Él es distinto. Nuestro Padre “celestial” es el completamente otro, el Dios al que los cielos de los cielos no pueden contener (1 Reyes 8:27), ¡tal es su grandeza y poder! …y, a la vez, es el Padre que se ocupa de las pequeñas cosas de sus débiles hijos.

Nosotros oramos a nuestro Padre que está en los cielos. Este cielo, este mundo de Dios, se nos ha acercado, ha venido hasta nosotros en la persona de Jesucristo. Él mismo predicó: El reino de los cielos se ha acercado (Mateo 3:2).

Jesús nos enseña a orar, diciendo: Padre nuestro que estás en los cielos. Estas palabras constituyen la brújula de nuestras oraciones, el norte para que éstas no yerren su meta. Podemos hablar con este Dios celestial, todopoderoso. A Él y su poder podemos confiarle todas nuestras cuitas y afanes porque él tiene cuidado de nosotros. Él es nuestro Padre celestial.

 

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