Pedro B. Blois: Es difícil exponer un Libro desconocido
Una de las experiencias más hermosas de exponer las Escrituras cada domingo es ver la eficacia del poder de la Palabra transformando vidas, familias, y aun barrios enteros –redimiendo, en efecto, nuestra comunidad.
28 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 05:00
Continuamos hablando de la Predicación Expositiva a través de la serie de entrevistas: Qué es, cómo se está desarrollando actualmente, sus esquemas; el papel del Espíritu Santo, la contextualización, los cambios culturales, cómo abordar en las predicaciones temas como la justicia social, el desempleo, la sexualidad, la corrupción...
Todas con interesantes aportaciones; no con ánimo de buscar lucimiento o gloria, sino más bien con la intención de buscar la excelencia en esta tarea de proclamar el evangelio. Y estar al nivel de lo que dice el apóstol Pablo a los tesalonicenses: "Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones (...) ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros (...) Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. (...) Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportábamos con vosotros los creyentes; así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros...".
Hoy hablamos con Pedro B. Blois, nacido en el año 1983, en la ciudad de Sao Paulo, Brasil. Esposo, padre de familia y, desde el 2012, pastor en la predicación y visión de la iglesia "Luz a las Naciones", en Granada, España. También es profesor de Teología Sistemática y Romanos en la ETG (Escuela Teológica de Granada). Actualmente cursa un Máster de Teología en la Universidad Laurel, en Carolina del Norte, EEUU.
Pregunta.- ¿Es necesaria una formación básica para poder predicar?
Respuesta.- Sí; y dado que la predicación es un ejercicio que involucra a toda la persona, y en la que el alma del predicador es su mayor instrumento, tres son las principales áreas en las que este debe formarse: 1. En conocimiento de las Escrituras. 2. En el carácter de Cristo. 3. En el poder del Espíritu Santo. Si se me pregunta cuáles son los mejores profesores para estas tres asignaturas básicas, me remito a los insignes maestros que hicieron de Martín Lutero, el gran teólogo que conocemos: Oratio, meditatio, tentatio (oración, meditación, tentación).
Por la oración, nuestros corazones entran en una correcta disposición para acercarse a la Palabra de Dios (Sl.119.36, 80). Por la meditación, nos adentramos en la Palabra, buscamos entenderla, y ahondamos lo más que podemos en cada una de sus vertientes (Sl.1.1-6). Por la tentación, las Escrituras meditadas son encarnadas en nuestras vidas como experiencias reales, conocidas en cierta medida por el predicador (Sl.119.71). ¿Cuánto dura esta formación básica? Toda la vida.
P.- Se está hablando mucho de la Predicación Expositiva. ¿Es que es un método nuevo o estamos hablando de la predicación de toda la vida...?
R.- No. En realidad, todos aquellos predicadores que, en la historia de la iglesia, se han esforzado por extraer responsablemente su mensaje de las Escrituras, y exponer ante su congregación el texto bíblico, han realizado una labor expositiva –aun cuando el término “expositiva” no se haya utilizado, o cuando su labor haya sido, en mayor grado, temática, o de secuencia escriturística. En este sentido, incluso cuando ha habido hombres utilizados por Dios para llamar a la iglesia a la centralidad del mensaje bíblico en la predicación –como lo vemos en los días de hoy–, no se puede decir que la predicación expositiva haya sido el descubrimiento de algún hombre en particular, o de algún momento específico en la historia de la iglesia. Lo que sí se puede decir es que la Predicación Expositiva siempre ha sido una de las grandes evidencias de una iglesia saludable y vigorosa.
P.- ¿Se han alejado los predicadores modernos de este tipo de predicación?
R.- Tristemente, muchos se han alejado. Hoy en día, no son muchas las predicaciones en las que el tema de la predicación es el tema del texto predicado. ¿Las razones? Primeramente, hay un alto grado de desconocimiento bíblico; y es difícil exponer un Libro desconocido.
Pero, en segundo lugar, dado que el error doctrinal y la ignorancia bíblica nunca son inocentes, podemos decir con contundencia que, detrás de gran parte de la ausencia del mensaje bíblico en el púlpito, está el deseo del corazón humano de predicar aquello que los hombres quieren oír, con el fin de sacar provecho del ministerio del evangelio (enriquecerse, hacerse famoso, etc.). Si uno se esfuerza por predicar con fidelidad todo el consejo bíblico, ha de descartar por completo toda pretensión de fama y popularidad.
Finalmente, en tercer lugar, ¿alguien puede imaginarse lo doloroso -¡aun cuando glorioso!– que es para un hombre tener que exponerse fielmente, semana tras semana, al mensaje de la Palabra de Dios? Pocas tareas son más difíciles que aquella ejercida por un predicador, que fielmente se expone a la terrible y gloriosa luz de la Palabra de Dios, buscando oír al Dios de la Palabra, y darla a conocer.
P.- Háblenos de su experiencia como expositor bíblico...
R.- Amo mi labor. Como pastor de una iglesia local en Granada, la parte central de mi tarea es estudiar la Biblia y predicarla cada domingo, desde el púlpito de la iglesia. En lo personal, disfruto de exponer libros enteros de la Escritura de manera secuencial. Considero que hay ventajas significativas en predicar libros enteros: 1. El enriquecimiento de la iglesia en el conocimiento de todo el consejo de Dios. 2. El enriquecimiento del pastor, que se ve empujado a moverse por toda la Escritura. 3. La exigencia de predicar textos bíblicos, y temas escriturísticos, que posiblemente –ya sea por predisposición personal, o pecado– no predicaría, etc.
Una de las experiencias más hermosas de exponer las Escrituras domingo tras domingo en una misma congregación, es ver la eficacia del poder de la Palabra transformando vidas, familias, y aun barrios enteros –redimiendo, en efecto, nuestra comunidad. Además, es palpable el crecimiento de los hermanos en el conocimiento de la Escritura, y el consecuente desafío pastoral de ahondar cada día en la Palabra de Dios para darles lo que necesitan. ¡Agradezco a Dios por este precioso llamamiento!
P.- Es innegable el crecimiento del protestantismo en Brasil ¿Va acompañado el mismo de una adecuada formación bíblico-teológica?
R.- Brasil ha vivido algunas décadas de un verdadero avivamiento que ha impactado a la nación. El avivamiento vivido en Brasil se ha caracterizado por un énfasis renovado en la necesidad de consagración y santidad, y en el poder de Dios para hacer milagros, y derramar dones espirituales sobre su Iglesia. Personalmente, agradezco a Dios por su gracia sobre la nación, y por ver a tantos viniendo a los pies de la cruz. Dicho esto, quiero destacar dos carencias de este movimiento:
La primera de ellas, su debilidad a la hora de confrontar las herejías y falsedades que se levantaron a la par del avivamiento. Sabemos que es habitual que junto a avivamientos genuinos, hayan también engaños y falsedades, y es necesario que hombres de Dios combatan el error. Faltó en Brasil un hombre como Jonathan Edwards, que escribió el libro "Los afectos religiosos", para combatir los engaños del avivamiento en Nueva Inglaterra, del siglo XVIII, y expuso bíblicamente las evidencias de una obra genuina del Espíritu Santo.
¿Por qué no pudo combatirse el error? Y aquí expongo la segunda carencia: este mover genuino del Espíritu Santo no vino acompañado de una adecuada formación bíblico-teológica. Las experiencias subjetivas de los individuos pasaron a tomar el lugar central de la fe, y las Escrituras fueron relegadas a un segundo plano. De ahí que no hubiese el vigor necesario para combatir el error.
En estos últimos años, se empiezan a ver los brotes de lo que puede llegar a ser un avivamiento teológico en la nación. Organizaciones como "Ministerio Fiel" están llamando a la iglesia a la centralidad de la Palabra, y de la proclamación del evangelio, y muchos están respondiendo. Es común ver a hermanos de iglesias neo-pentecostales acudir a las iglesias del protestantismo histórico -que son muchas en Brasil- con hambre de las Escrituras. Espero que la Palabra de Dios, en el poder del Espíritu Santo, pueda traer verdadera sanidad a esta preciosa nación.
P.- ¿Necesita el predicador de hoy adaptarse a un mundo posmoderno y secular?
R.- La contextualización saludable es necesaria. Doy gracias a Dios por el glorioso despliegue de su amor, contextualizándose para con nosotros, tanto mediante la Palabra Escrita, como mediante la Palabra Encarnada. De modo que, siguiendo el ejemplo divino, también nosotros debemos esforzarnos por entender las distintas expresiones de la caída humana que se nos presentan (ejemplo: el secularismo y la postmodernidad), para poder aplicar a ellas el antiguo y glorioso evangelio, de la manera que nos parezca más eficaz.
De todos modos, quiero traer aquí una advertencia a los predicadores. Al considerar la necesidad de adaptarse para presentar el mensaje, debemos cuidarnos de no estar tan preocupados con el cascarón (entender la cultura, combatir sus sofismas y aprovechar las puertas de entrada que se nos presentan) que, llegada la hora del meollo (presentar la gloria del evangelio), nos veamos sin el vigor necesario. Predicador, esfuérzate lo más que puedas en contextualizar -¡aun cuando nunca llegues a ser un Timothy Keller!–, pero, sobre todas las cosas, sé un hombre dominado por la gloria del evangelio de Cristo.
P.- ¿Cómo predicarles a los jóvenes de esta generación?
R.- Se les debe predicar como a los adultos, a los ancianos y a los niños. En otras palabras, se les debe predicar como se debe predicar: siendo fieles a la Palabra, y en el poder del Espíritu Santo. No veo razón por la que deba haber alguna distintiva singular a la hora de predicarle a la juventud. Lo más que podría decir al respecto es que los jóvenes enfrentan una serie de conflictos que difieren, en cierto modo, de aquellos que enfrentan los niños, los adultos, o las personas de mayor edad; y que estos deben ser considerados con sabiduría y amor por aquel que predica la Palabra. Pero esto se podría decir igualmente de cualquier otra etapa de la vida. Por cierto, también es muy bueno que los jóvenes escuchen lo que es para los niños -¡pues muchos serán padres!-, y lo que es para los adultos y ancianos -porque en breve, si Dios lo permite, estarán allí.
Solamente una palabra más en referencia a las formas: Vivimos en una generación en la que uno de los grandes dioses del momento es la autoimagen. Cuando el apóstol Pablo predicó en un contexto similar al nuestro –la iglesia en Corinto: en el que la imagen, el conocimiento y la elocuencia tenían gran preponderancia–, como sabio maestro de las Escrituras tomó las medidas necesarias para evitar que la imagen gane un peso que no corresponde, corriendo el peligro de apagar la gloria del evangelio de la cruz (ver 1 Cor.1.17, 2.1-5). Esto mismo le trajo la fama de ser un predicador débil y aburrido, y no sé en el día de hoy cuántos estarían dispuestos a correr tal riesgo…
P.- Si tuviese que realizar una radiografía acerca de este aspecto en España. Cuál sería su diagnóstico, si puede darlo.
R.- No soy el más adecuado para realizar tal radiografía, pues mi conocimiento de la situación general de la predicación en las iglesias del país es muy limitado. Lo que sí puedo afirmar es que cada vez escucho hablar más y más acerca de la Predicación Expositiva, y eso es una buena señal. Oro a Dios para que veamos cada vez más predicadores versados en el conocimiento de las Escrituras; hombres que crezcan en la escuela de la oración, la meditación y la tentación.
P.- ¿Escasea el don pastoral cuando se enseña o se predica en nuestro medio evangélico?
R.- En Efesios 4.11, el apóstol Pablo nos habla de “pastores y maestros”, dentro de la lista de los distintos dones/ministerios que Jesucristo estableció en su Iglesia. Muchos comentaristas consideran que ambos términos –“pastores y maestros”– se refieren a un solo oficio: lo que corresponde a la labor pastoral. Cuando hablamos del pastor como pastor, nos referimos al cuidado más personal e íntimo de la congregación. Ya al hablar del pastor como maestro, nos referimos a la tarea más concreta de estudiar y exponer las Escrituras a la congregación, preparándola escrituralmente para la obra del ministerio.
Si bien todo pastor ha de realizar ambas tareas, hay pastores con un perfil más pastoral, y otros con un perfil de enseñanza (maestros). ¿Por qué? Parece que a algunos Dios les da una mayor gracia en el trato personal con sus hermanos, y a otros les capacita para ser más eficaces en la enseñanza bíblica. En este sentido, corresponde al pastor conformarse con lo que ha recibido, y esforzarse en aquello que le es más difícil. En cuando a la congregación, ha de aprender a amar a su pastor con sus virtudes y carencias, y orar por él en todo tiempo. De todos modos, creo que es sabio que la iglesia disponga de más de un pastor, de modo que se puedan abarcar estas distintas responsabilidades.
En cuanto a si escasea el don pastoral cuando se enseña o predica, depende del medio en el que uno se encuentra. En algunos lugares escasea el don pastoral, en otros el don de la enseñanza.
P.- Cuando se prepara una exposición, ¿es importante conocer y entender el contexto donde están insertos los oyentes, conocer sus desafíos, sus problemáticas? O una exposición surge del criterio personal del predicador.
R.- Es importante conocer y entender el contexto de nuestros oyentes para saber cuál es la mejor manera de comunicarse con ellos, y saber cuáles son las aplicaciones más pertinentes de un determinado texto bíblico en aquel lugar. Además, conocer el contexto de nuestros oyentes es una clara evidencia de un verdadero interés y amor por sus vidas. Ahora, si me preguntas: ¿cuál es la mejor manera de conocer los verdaderos desafíos y problemáticas de los que te rodean? Te respondo: crece en el conocimiento de Dios y de su Palabra. Rara vez me he encontrado con alguna persona que conozca sus verdaderos problemas –no los secundarios... Por cierto, uno de los grandes problemas del ser humano es no saber cuáles son sus problemas. Por esta razón, una de las principales tareas del predicador es traer a luz los verdaderos problemas del hombre, para, solamente después, darles la solución.
P.- ¿Se están preocupando los predicadores por inspirar respeto y afecto por parte de quienes los oyen? ¿Debe comunicarse el mensaje de forma personal y cariñosa?
R.- El predicador de la Palabra ha de ser visto como alguien muy cercano y afectivo, a la vez que incómodo, y, a veces, hasta aborrecible. Esta extraña conjunción de emociones despertadas por el predicador se debe a la posición que le ha sido otorgada, como heraldo de un Dios Santo y Amoroso. Si un predicador resulta ser siempre duro y arisco, algo está mal. Pero lo mismo ocurre si siempre es dulce y cariñoso. En cuanto a la forma de comunicar el mensaje, esta debe ser acorde al mensaje comunicado. En este asunto, que Dios nos ayude a ser mansos como el Cordero y firmes como el León.
P.- ¿Se abordan desde el púlpito temas como la pobreza, la inmigración, la política, la corrupción, la violencia en todos sus aspectos, la sexualidad, etc.? O conviene no contaminarnos con la problemática que se cuece en el mundo que nos rodea...
R.- Una de las responsabilidades más importantes del expositor bíblico, es aplicar el evangelio -y toda la Escritura- a cada una de las áreas de la vida del hombre, y a la sociedad. De ese modo, el predicador debe abordar temas como la sexualidad, la política, la corrupción, etc. Como profeta, el expositor bíblico debe aprender a interpretar la realidad que le rodea, a partir del consejo de Dios y su voluntad. Para ello, ha de ser un hombre versado en la Palabra, y profundamente implicado en la realidad en la que se mueve.
Como muchos han dicho, el predicador debe leer la Biblia y el periódico. Al leer la Biblia, se pregunta: ¿Cuáles son las realidades eternas concernientes a Dios, y aquellas universales que hacen referencia a los hombres en toda época y lugar? Al leer el periódico, después de llorar, se pregunta: ¿Cómo las verdades eternas pueden impactar y producir cambios reales en mi vecindario, ciudad, país, naciones, etc.? Solamente así, el expositor de la Palabra puede ser útil para con su prójimo, y, de esta forma, glorificar a Dios. "Celo por su Nombre" y "amor para con el prójimo"; eso es lo que demuestra el que habla sobre la inmigración, el problema de las drogas, o el aborto, desde el púlpito de su iglesia.
P.- ¿Debe ser el predicador el primero en entusiasmarse, apasionarse, ser alcanzado, por el mensaje a exponer?
R.- Sí, un predicador debe esforzarse, y pedir la gracia de Dios para encontrarse a sí mismo cautivado por el mensaje. De todos modos, no debe entenderse con esto que el mensajero de Dios siempre deba estar contento con el mensaje que tiene para dar, o siquiera que desee darlo. En efecto, este “apasionarse” por el mensaje puede venir en forma de un peso insoportable, y de un deseo de escapar de tal responsabilidad si le fuera posible. En otras ocasiones, por la gracia de Dios, viene en forma de gozo inefable y deseo ardiente por darlo a conocer. Lo que no puede haber en el corazón del predicador es indiferencia, desprecio, o desdén por la Palabra de Dios. ¡Dios nos libre de tal condición!
P.- ¿Debe el predicador evaluarse cada cierto tiempo? Si es así, cómo debe llevar a cabo esta evaluación? ¿Debe la iglesia evaluar a sus predicadores?
R.- Es sabio que lo haga. Es bueno que el predicador escuche de vez en cuando sus propias predicaciones, y busque evaluarlas como lo haría con cualquier otro predicador. Además, es bueno tener hermanos maduros en la fe, dentro y fuera de la congregación, a los que uno pueda preguntar habitualmente sobre su progreso en la predicación. También es importante que el predicador se exponga de continuo a otros buenos predicadores –ya sea en audio o escrito– de modo que siempre esté progresando en sus dotes como predicador de la Palabra.
P.- ¿Se están enfrentando los predicadores del siglo XXI a unos oyentes con una buena preparación bíblico-teológica o de otra índole?
R.- Depende del medio en el que uno se mueva. Lo que es evidente, es que vivimos en un mundo en el que hay un acceso increíble a toda clase de material e información, y en el que, gracias a Dios, cada vez más personas tienen acceso a una mayor educación. Esto exige que el predicador también deba prepararse con mayor ahínco para su tarea. Con las nuevas tecnologías, muchos están comprobando sobre la marcha algunas de las afirmaciones del predicador. Creo que esto nos presenta un gran desafío.
Ahora, en cuanto a la calidad de la preparación bíblico-teológica de nuestros oyentes, depende mucho de la fuente de la que beben. Con tanta información en el mercado, una de las tareas del predicador/pastor de nuestros días es direccionar a su congregación a las fuentes en las que encontrará buen material bíblico/teológico, y enseñarle a desarrollar una mente crítica –en el buen sentido de la palabra– a la hora de encontrarse con diversas enseñanzas bíblicas.
P.- ¿Qué es la oración para usted que transmite la palabra de Dios?
R.- La oración es el lugar al que, desesperado, acudo para pedir luz en el conocimiento de la Palabra. Allí expongo mi ignorancia, y mi torpeza mental ante la gloriosa luz divina. Allí reconozco que todo conocimiento y sabiduría provienen de Dios, y se los pido.
La oración es el lugar al que acudo para pedir afectos santos al meditar en la Palabra. Allí reconozco la tendencia de mi corazón de distorsionar la Escritura, o de permanecer indiferente ante ella. Sin la ayuda del Espíritu Santo, la Palabra no encuentra cabida en los lugares más profundos de mi alma.
La oración es el lugar al que acudo cuando el diablo me tienta a abandonar mi tarea, o la carne se levanta en contra de la verdad. Cuando mis pensamientos son contrarios a la Palabra, o mi corazón se resiste a recibirle, es allí a donde acudo.
La oración es el lugar al que acudo antes de predicar. Allí, me consuelo al percibir que mis manuscritos no son más que unos pocos panes y pececillos ante una tan grande tarea; pero que todo el poder de Dios está a mi disposición.
La oración es el lugar al que acudo cuando estoy predicando, pues dependo del poder de Dios en la vida de mis oyentes. Y la oración es el lugar al que acudo después de la predicación, pues ella renueva mi alma cansada.
P.- ¿Podría recomendarnos un libro sobre la Predicación?
R.- Si solamente fuese a recomendar un libro sobre la predicación, sería “La predicación y los predicadores” de Martyn Lloyd Jones. Además, aconsejaría leer todos los libros que uno encuentre de este gran pastor y predicador. Todos ellos son transcripciones de predicaciones suyas en el transcurso de su ministerio. Al leerlos, uno recolecta una serie de perlas preciosas:1. Sus enseñanzas sobre el texto bíblico en cuestión. 2. Cómo se acerca al texto bíblico en sus estudios. 3. Y cómo organiza el material para darlo a conocer. ¡Extraordinario! Además, hoy día se encuentran las grabaciones de sus sermones en la web (están en inglés…).
Finaliza la entrevista. Gracias, Pedro Blois, por su tiempo y colaboración en esta serie de entrevistas. Me quedo con este pequeño fragmento: "La oración es el lugar al que acudo antes de predicar. Allí, me consuelo al percibir que mis manuscritos no son más que unos pocos panes y pececillos ante una tan grande tarea; pero que todo el poder de Dios está a mi disposición".
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Muy Personal - Pedro B. Blois: Es difícil exponer un Libro desconocido