Rubem Alves y el Padre Nuestro: teología y poesía en diálogo con un nuevo Dios

El encuentro tardío, pero enriquecedor, de Rubem Alves y la poesía (II)

16 DE AGOSTO DE 2014 · 22:00

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Rubem Alves.

Pai Nosso (Padre Nuestro) es un gran poema teológico, fruto y consecuencia de las profundas reflexiones de Rubem Alves que muestra, en su estilo y estructura, la superación del modo tradicional de hacer teología y la emergencia definitiva de un nuevo lenguaje para hablar sobre y con Dios. La prosa y el verso funden de manera indisoluble las apreciaciones teológicas con una decantada expresión poética. En este sentido, Carlos Cunha, organizador de dicho libro, advierte que es difícil creer que "aún se pueda hacer teología sin poesía".(1) Ante la gran cantidad de obras dedicadas, en todos los tonos, al estudio y análisis del Padre Nuestro, este libro es una oración que toma su modelo y desarrolla a partir de él una veta sumamente creativa, y casi inédita, la de la reescritura o paráfrasis libre aderezada con reflexiones colaterales muy atinadas. No se teme, incluso, apartarse del texto clásico “para dejarse encantar y encantarnos con sus consideraciones sobre el Padre”.(2) La oración y la meditación fluyen espontáneamente, libres de cualquier presión doctrinal o ideológica, como si Dios estuviera, frente a frente, cual amigo íntimo, a quien se le pueden decir las verdades más entrañables y con quien se puede ser absolutamente sincero. Por esa razón se habla aquí de un nuevo Dios. Sólo así pueden entenderse expresiones como la siguiente:
Mi Dios:
No siempre está tu nombre en mi boca.
A veces me olvido de ti.
Y es bueno que así sea. Siento tu sonrisa de aprobación.
Hay ciertos olvidos que nacen de la confianza.
El celoso, que vive sin cesar la posibilidad de la pérdida, no olvida nunca...(3)
Estos versos, que se anticipan a otros similares (y más recientes) de Ernesto Cardenal,(4) explicitan lo dicho líneas arriba: Alves ha perdido todo temor a incurrir en deformaciones doctrinales o teológicas. Aunque, ciertamente, hay una garantía en este nuevo trabajo teológico: el taller reflexivo que llevó a cabo Alves con sus textos anteriores le permitió esbozar una forma de expresión que, anclada firmemente en sus motivos bíblicos, le permitiera superar los excesos panfletarios y pseudomísticos en los que han incurrido muchos escritores cristianos. Acaso se puedan señalar, tal vez sin ser los únicos, dos paralelos, uno teológico y el otro poético-teológico, en el ámbito latinoamericano y, más específicamente, brasileño: Leonardo Boff y su libro sobre el Padre Nuestro,(5) y don Pedro Casaldáliga, con el conjunto de su obra poética.(6) Además, un ejercicio interesantísimo consistiría en ir encontrando otros paralelismos, algunos explicitados por el propio Alves, con la poesía contemporánea. Dentro de lo explícito, las citas de T. S. Eliot, Paul Valéry, Fernando Pessoa, Octavio Paz, Cecilia Meireles, Adélia Prado, Jorge Luis Borges y João Guimaraes Rosa evidencia una gama de lecturas que se han ido acumulando con el paso de los años y que ha contribuido a enriquecer la forma y el contenido de lo que Alves desea expresar. Es como si se hubiera propuesto tratar de llenar ese hueco con una producción literaria que, inevitablemente, tendría que ocuparse de la cuestión religiosa, pero en profundidad. El carácter único de esta obra rompe con el esquema rígido y predecible que dominaba en los de por sí escasos círculos literarios protestantes. El tratamiento que recibe la poesía en éstos, además, es de una fuerte solemnidad formal, que impide ex-presar contenidos más acordes con las corrientes contemporáneas. La unidad orgánica del libro, indicada, lógicamente, por los segmentos del Padre Nuestro, no se rompe con la inclusión de porciones en verso y en prosa, porque todas ellas giran alrededor del tema en cuestión. La íntima relación entre lo poético y lo teológico no hace desmerecer a ninguna de las dos vertientes, aunque, por la orientación religiosa o espiritual, podría pensarse que Alves subordina lo poético a lo religioso y no es así. Las alturas (o profundidades) teológicas van firmemente acompañadas por la creación poética. Esto se debe a que una de las premisas menos desarrolladas en la teología es que la lectura o familiaridad con la poesía puede proporcionar una mejor sensibilidad para recibir la revelación divina, según Karl Rahner.(7) O, como lo expresa el poeta católico mexicano Javier Sicilia: “Cada obra maestra es así un retorno al sentido, es decir, al fundamento de la lengua y, en consecuencia, una develación de la palabra Divina. En la poesía el mundo recupera su sacralidad y su infinito, y nuestra lengua su condición espiritual”.(8) La oración: “palabra silenciosa originaria” Padre Nuestro tiene como pórtico un par de poemas: primero, una paráfrasis de la oración que escancia lo obtenido en las indagaciones sobre lo religioso, como por ejemplo, la percepción de que la religión brota como expresión de los deseos humanos más profundos e innominados, y el valor del placer para la vida humana, además de la incorporación de la comprensión de Dios como Padre y Madre. He aquí el texto completo de la paráfrasis:
Padre...
Madre...
de ojos mansos:
Sé que estás, invisible, en todas las cosas.
Que tu nombre me sea dulce,
la alegría de mi mundo.
Tráenos a las cosas buenas en que encuentras placer:
el jardín,
las fuentes,
los niños,
el pan y el vino,
los gestos tiernos,
las manos desarmadas,
los cuerpos abrazados...
Sé que deseas darme mi deseo más hondo, deseo que olvidé...
Pero que tú no olvidas nunca.
Realiza pues tu deseo para que yo pueda reír.
Que tu deseo se realice en nuestro mundo,
de la misma forma como él late en ti.
Concédenos contentamiento en las alegrías de hoy: el pan,
el agua,
el sueño...
Que seamos libres de la ansiedad.
Que nuestros ojos sean tan mansos para con los demás como los tuyos lo son con nosotros. Porque si somos feroces no podremos recibir tu bondad.
Y ayúdanos para que no seamos engañados por los deseos malos, y líbranos de aquel que trae la Muerte en sus ojos.
Amén. (9)
Este poema-oración se sitúa, con luz propia, al lado de los Padres Nuestros latinomericanos contemporáneos, que son ya toda una tradición en la poesía del continente. Dentro de los más conocidos, hay que citar los de Nicanor Parra, Mario Benedetti, Juan Gelman y Julia Esquivel.(10) La importancia de la poesía para la teología latinoamericana se puede apreciar al referir tres casos: las referencias a poemas de César Vallejo en la obra de Gustavo Gutiérrez; la cita textual de uno de los Padres Nuestros mencionados en el libro de L. Boff, anotado líneas arriba;(11) y la publicación coyuntural del pequeño libro de J. Esquivel, en los años más difíciles de los gobiernos militares en Guatemala.(12) El segundo poema, precedido por un epígrafe de Eliot que contrasta la inflación de la palabra humana en detrimento de la Palabra divina (“Conocimiento del habla pero no del silencio/ conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra”), una preocupación muy protestante, es una reivindicación de las palabras, de aquéllas que yacen en el interior de los silencios humanos (13):
Una palabra sube desde las profundidades de nuestro silencio,
inesperada,
impensada,
emisaria de un mundo olvidado,
perdido:
suspiro,
nuestro misterio,
nuestra verdad,
oración.(14)
Esa palabra no sabe que es oración. Vive en un silencio dormido dentro de cada persona, que piensa que no sabe orar a causa de la imposición, de la sustitución de su personalidad por las de los demás. Ante el predominio de la razón, del conocimiento, esta palabra queda escondida, presa, sin poder llegar hasta los labios:
La palabra que dice nuestra verdad no habita en nuestro saber.
Fue expulsada de la morada de los pensamientos.
Su apariencia era extraña, daba miedo.
Ahora vive en los poros,
pero en el fondo:
lejos de lo que sabemos,
allí, donde no pensamos,
al abrigo de la luz diurna,
en el lugar de los sueños,
suspiros sin palabras.(15)
Por eso se le teme al silencio, porque allí mora la palabra inefable del ser. El poema se erige también como una búsqueda de la oración-silencio, como recuperación de la palabra originaria:
Enséñanos a orar porque ya no sabemos...
Cuando ores
no seas como los artistas de palco:
hablan palabras que no son suyas, de otros,
decoradas,
y sus rostros no son rostros,
sino máscaras.
No quieren oír a las palabras propias
(porque son huecos,(16)no las tienen...) [...]
Entra en el silencio,
lejos de los otros
y escucha las palabras que se dirán
después de una larga espera...
¿Tendrías el valor de exhibir tu desnudez delante de extraños?
Se reirán...
¿Cómo, entonces, podrías orar delante de ellos?
Oración, desnudez completa,
palabra que sube desde el fondo oscuro
y revela...(17)
Esta “moratoria de la palabra” es una protesta contra los abusos verbales que han hecho de la oración un coro de matracas que ahogan la Palabra en beneficio de tantas palabras vacías manipuladas por el sistema dominante. Esa palabra reveladora, íntima, saca a la luz el ser profundo para plantarse ante Dios y experimentar su alegría por la existencia de cada uno:
Delante de Dios...
Solamente él tiene ojos tan mansos
para contemplar nuestra desnudez y decir, continuamente:
"Es muy bueno que existas..."
Ni siquiera nosotros...(18)
El camino de la oración es de ida y vuelta, pero comienza desde el silencio, no desde el estruendo insensible. Hay que entrar en él para recorrerlo en ambos sentidos y percibir la Palabra, la que fundó todas las cosas:
Entra en el silencio
lejos de las muchas palabras
y escucha la única Palabra
que subirá del fondo del mar.
Una única Palabra y más poderosa que muchas:
la pureza de corazón es desear una sola cosa...(19)
Una única Palabra:
aquella que dirías
si fuese la última.
Basta con oír una vez y, entonces,
el silencio...
Como Venus, brillante,
en la inmensidad azul del sol poniente...
Antes de que la escucharas,
su suspiro ya reverberaba por la eternidad...
Mientras ella vivía en tu olvido,
Dios ya la escuchaba
y temía...
Hay silencio...
Escucha...(20)
Estos dos poemas marcan el espíritu de todo el libro: la ansiedad por transferir al mundo de las palabras de fe la intensa realidad de un Dios que las acoge sin enojo ni indiferencia, en la plenitud de su gracia. El silencio como espacio místico-teológico-poético es vuelto a trabajar en un ensayo muy lúcido que dice, entre otras cosas:
Silencio: el Vacío donde viven criaturas impensables, protegidas por la oscuridad [...]
El pensamiento exige el Vacío, pues es allí que donde aparece lo inesperado. Algo que sabían quienes construyeron las catedrales góticas: las paredes, los relevos, las esculturas, los vitrales, todos ellos fueron construidos para hacer que exista un espacio vacío [...]
El silencio es el espacio donde las palabras nacen y comienzan a moverse. A veces ellas existen porque las decimos. Dependen de nuestra voluntad de pensar, de hablar, de escribir: pájaros enjaulados. Pero en el silencio ocurre una metamorfosis. Las palabras se vuelven salvajes, libres. Ellas toman la iniciativa. Y sólo nos resta ver y oír. Ellas nos llegan de otro mundo y nos sentimos repentinamente transportados hacia este otro mundo, que comienza con la Palabra.(21)
El silencio es, pues, el útero de las palabras, su origen profundo, quien las hace valer. La reafirmación de valor de las palabras como caminos hacia la Palabra también tiene su continuación en un par de ensayos que la sitúan, en la dinámica de las metáforas bíblicas, como “artículos buenos para comer”, o como carne, vehículos de la encarnación. (22) El vacío, derivación del tema del silencio, es desarrollado, a su vez, en una crónica que lo aproxima al de la maternidad, como evocación de aquel espacio maternal que se añora y se desea. Luego de recordar las historias infantiles en las que también falta la madre, se dice que éstas “hablan de nuestro mundo interior y dicen que los universos que viven dentro de nuestro cuerpo giran alrededor de un Gran Vacío que tiene el perfil de una mujer”.(23) ¿No se trata, quizá, de una nostalgia típicamente protestante, causada por el predominio de la figura del Dios paterno y la ausencia de su aspecto maternal? (Fragmento de Series de sueños. La teología ludo-erótico-poética de Rubem Alves. México-Quito, Consejo Latinoamericano de Iglesias-Centro Basilea de Investigación y Apoyo-Universidad Bíblica Latinoamericana-Lutheran School of Theology at Chicago, 2003) ..........
1 C. Cunha, “Um poema teológico”, en Tempo e Presença, 220, junio 1987, p. 39.
2 Idem.
3 R. Alves, “Quando o silêncio cobre o nome”, en Pai nosso. Meditações. 4a. ed. São Paulo, Paulus, 1996, p. 51. (La primera edición fue publicada en coedición por el Centro Ecuménico de Documentación e Información (cedi) y Edições Paulinas, en 1987). Existe una traducción al castellano publicada en Bogotá por San Pablo en 2007. Aquí se usa una traducción propia.
4 Cf. E. Cardenal, Telescopio en la noche oscura. Madrid, Trotta, 1993. (La dicha de enmudecer, Serie Poesía)
5 L. Boff, O Pai-nosso. Petrópolis, Vozes, 1979. (En castellano: El Padrenuestro: La oración de la liberación integral. Trad. de Teófilo Pérez. Madrid, Paulinas, 1982).
6 Cf. entre otros P. Casaldáliga, Fuego y ceniza al viento. Antología espiritual. Santander, Sal Terrae, 1984; Idem, El tiempo y la espera. Poemas inéditos. Santander, Sal Terrae, 1986; Idem, Me llamarán subversivo. Salamanca, Lóguez, 1988.
7 Cf. K. Rahner, “La palabra poética y el cristiano”, en Escritos de teología. T. IV. Madrid, Taurus, 1962, pp. 460-461.
8 J. Sicilia, “El sentido de la creación poética” (Segunda de seis partes), en Ixtus, México, 5, 22, 1997, p. 54. El título de la serie completa de ensayos es “Poesía y espíritu”.
9 R. Alves, Pai nosso. Meditações, pp. 5-6.
10 Parra (1914- ) es un reconocido poeta chileno, famoso por su anti-poesía; el uruguayo Benedetti (1920- ) no necesita presentación; Gelman (1930- ), argentino, es un poeta muy identificado con las luchas populares; y Julia Esquivel es una luchadora social guatemalteca de origen presbiteriano. Además, hay que mencionar los muchos “Padrenuestros latioamericanos” populares que han surgido en muchos ambientes, eclesiásticos o no.
11 Se trata de la “Oración de un desocupado”, de Juan Gelman. Cf. L. Boff, op. cit., pp. 33-34.
12 J. Esquivel, El Padrenuestro desde Guatemala. San José, DEI, 1981.
13 A propósito del poder de la palabra creadora, Alves ha escrito (en “Memorias”, p. 191) unas bellas líneas acerca de Yo te saludo, María, la controversial película de Jean-Luc Godard: “Quien percibió primero que las palabras tienen el poder para transformar los cuerpo fueron los magos. Eso es la magia: decir la palabra para que el cuerpo se altere [...] si yo pudiera reescribir poéticamente la concepción virginal de María, sería de este modo: haciendo a un lado los detalles de su anatomía, que me llevan directamente al drama edípico de los hijos que desean salvar a la madre de la penetración dolorosa/placentera del padre, y lo castran, a fin de que ella permanezca siempre virgen, yo me detendría en el delicado milagro de la palabra que entra por el oído y llega hasta las profundidades del alma, dejando intactos todos los pasajes, hasta donde vive el deseo. Y allí, seduciéndolo, la palabra se vuelve semen, y el cuerpo se comienza a hinchar. María, embarazada por el oído”. En relación al cine, la mención de cintas como Sociedad de poetas muertos (con cuyo protagonista se compara en “Desaprendendo”, p. 15) y, sobre todo, de El festín de Babette (que ha utilizado varias veces como metáfora de la eucaristía, y cuyo título le ha servido para nombrar el folleto promocional de sus libros y videos), llenan la laguna señalada por Carlos A. Valle, en el sentido de que Alves no se ocupaba de este arte, aun cuando reconociera su importancia. Cf. C. A. Valle, “El discreto encanto de la teología”, en Fe, compromiso y teología: Homenaje a José Míguez Bonino. Buenos Aires, Isedet, 1985, p. 237, n. 2.
14 R. Alves, “Siléncio”, en Pai Nosso. Meditações, p. 7. “Ensina-nos a orar porque já não sabemos” (Tempo e presença, 204, diciembre 1985, pp. 25-26), es el título con que se publicó por primera vez. Antes, bajo el mismo título de “Siléncio” apareció un poema muy diferente en Tempo e Presença, 198, mayo-jun. 1985, pp. 16-17, con motivo del escandaloso silenciamiento y censura vaticana de L. Boff.
15 Ibid, p. 8.
16 Alusión al poema The Hollow Men (Los hombres huecos) de Eliot.
17 R. Alves, “Siléncio”, p. 9.
18 Ibid, p. 10.
19 Palabras y título de una obra de S. Kierkegaard, muy usadas por Alves en varios lugares.
20 R. Alves, “Siléncio”, p. 10. Un relato del rabino Nilton Bonder, en “Desde a última vez”, Comunicações do iser, 32, 1988 (número de homenaje a Alves), p. 46, le agrega una dimensión insólita al tema de la oración: “Reb Zalman cuenta que, cuando era niño, su padre se envolvió en medio del manto que los judíos utilizan para orar, cubriendo todo su rostro. El niño se quedó sorprendido y se asustó por ver a su padre llorando. '¿Qué te pasa papá?', le preguntó angustiado. El padre le respondió: 'Es que estoy hablando con Dios'. '¿Y duele?', preguntó el niño sin comprender mucho. Y el padre le dijo: 'Duele sólo por el tiempo que pasó desde la última vez que conversamos'“. Bonder agrega: “Duele mucho cuando percibimos la ausencia, el profundo encuentro en la ausencia”.
21 R. Alves, “Siléncio”, en O poeta, o guerreiro, o profeta. Petrópolis, Vozes, 1991, pp. 20, 30, 33. Este libro, al parecer, es una versión ampliada de Poesia, profecia, magia. Río de Janeiro, Centro Ecuménico de Documentación e Información, 1983. El nuevo libro recoge las conferencias Edward Cadbury, presentadas en la Universidad de Birmingham en 1990. La versión en inglés apareció en 1990, publicada en Londres y Philadelphia por scm y tpi.
22 R. Alves, “Palavras e carne” y “Palavras boas de se comer”, en O poeta, o guerreiro, o profeta, pp. 39-57; 71-83.
23 R. Alves, “Este imenso maternal vazio”, en Tempo e presença, 235, octubre 1988, p. 29.

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