Corrigiendo al Papa (2)

Una de las lecciones que debemos reaprender es la de obedecer a los mandamientos de Dios; y recordarlos con autoridad.

16 DE AGOSTO DE 2014 · 22:00

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	Una mano de ayuda. / artotm, freeimages</p>
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Una mano de ayuda. / artotm, freeimages

Me hago una ligera idea del sufrimiento del papa Francisco, quien tras su viaje a Tierra Santa, convocó a los líderes palestinos y judíos a rezar en el Vaticano por la paz. Si estuviese en su piel –ya que estoy escribiendo sobre regir-con me pasaría como a él, que las plegarias no han surtido efecto alguno al devenir de los hechos. Y mientras no comprendamos que hay cosas que escapan a nuestro entendimiento, no encontraremos las respuestas que consuelan. Lo que sí podemos hacer es ver y analizar los hechos que hoy asolan nuestra civilización, y corregirlos. Una de las lecciones que debemos reaprender es la de obedecer a los mandamientos de Dios; y recordarlos con autoridad. Quizás Francisco olvidó decirles a unos y otros, que Dios demanda “No matarás” y si esto no se enseña, y la fe cristiana se queda en mandamientos light, por mucho que se rece, la denuncia profética “este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de Mí” tendrá sus tristes consecuencias. Claro que esos desengaños, se verán compensados con las alegrías que supone ver a los reyes Felipe VI y Letizia abrazados a la espalda, en el acto de la ofrenda nacional, al apóstol Santiago “patrono de España”, y mostrando su dolor por el accidente de Angrois, ante la estatua que ni ve, ni oye, ni siente, mero ídolo de fabricación humana y que ni siquiera resiste una investigación científico-histórica de su pasado y existencia. Satisfacción que se acrecentaría cuando los documentos de las hemerotecas, le mostraran que parecidos abrazos hicieron agnósticos, ateos y romanistas: Zapatero, Rubalcaba, Aznar, Pujol, Rajoy (de los que más, como buen gallego). Quizás todos son de la clase política de aquel Borbón histórico, que dijo: “París bien vale una misa” y en política, la idolatría no quita votos, más bien los facilita. Pero hete aquí, que el segundo mandamiento de la ley de Dios “No te harás imagen y semejanza de cosa alguna que esté arriba en el cielo… no te inclinarás a ellas ni las honrarás…” no debe conocerse mucho; porque en muchísimos decálogos y catecismos de la Iglesia, ni siquiera aparece. ¿Por qué será?, pero en fin, pensaba que mentes ilustres como la que suponemos tiene el rey, podrían suprimir los rancios gestos de la idolatría, que por otra parte no representan al pueblo Evangélico. “Desde el Corazón” sí me ha gustado el mandamiento del papa Francisco sobre “compartir los Domingos con la familia”, que estaría dentro del clásico “Santificarás las fiestas” que como escribió el filósofo, considera que por fin hay una orden a algo agradable, aunque se queja que sea sólo una entre diez obligaciones. En mi versión de este mandamiento, tesoro de enfoque laboral y social, es como si viniera a decirme: Roberto, el día de descanso que pido, es evidencia de que no somos animales de carga creados para sudar y morir. Impón al fatigoso exceso de trabajo que te acosa, te asedia, algunas pausas de silencio para encontrarte con la soledad, con la calma, el descanso, con tu propia creación, con tu propia alma, con Dios, en definitiva. Ya sabes que en tu alma hay flores que sólo crecen con el trabajo. Pero sabes también que hay otras que sólo viven en la meditación y espiritualidad fecundas. Sé que el Papa Francisco sabe del valor de la familia, y quizás sea éste, el que libere a los hombres de vocación sacerdotal, de la obligatoriedad de ser célibes; pues bien deben saber los magistrados de Roma, que la familia es institución divina, que Dios creó hombre y mujer, Él los presentó y Él los unió, por lo que: lo que “Dios unió no lo separe el hombre”, así que para que un pueblo, una ciudad, una Nación funcione bien, la familia es pieza básica, por eso, claramente escribió un sencillo mandamiento: “Honrarás padre y madre”, que implica: los deberes de los hijos, los deberes de los padres, la importancia de la familia y el mandamiento que va acompañado con promesa. Tú sabes bien Roberto, que todos los esfuerzos personales jamás serán capaces de construir el amor y la ternura que te regaló tu madre y la honradez y el amor al trabajo bien hecho que caracterizaba a tu padre. Y, puesto que no tienes la dicha de poder manifestarles tu amor en este mundo, déjales que te sigan engendrándote a través del recuerdo. Y creo que dentro de este magnífico camino, se encuentran implícitamente los mandamientos de Francisco: “Darse a los demás”; “Jugar con los niños”; “Ayudar a los jóvenes a buscar empleo”. “Desde el Corazón” sé que somos agresivos, que nos es más fácil odiar que amar. Así que me congratulo con el Papa Francisco, cuando manda: “Vive y deja vivir”. Sí, vivamos despiertos para no hacer daño a nadie, ni a hombre, ni a animal, ni cosa alguna. Y sabemos que podemos matar hasta con negar una sonrisa, así que Roberto tendrás que dedicarte a ayudar a los demás para estar seguro de no haber matado a nadie.

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