El Dios de la ternura (Carles Duarte)

Un magnífico poeta catalán.

28 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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Carles Duarte.

Pocos poetas ibéricos de hoy me han conmovido tanto, tratándose de poesía religada con lo trascendente, como Carles Duarte.No lo conozco personalmente, todavía. Pronto, en Barcelona, la ciudad donde nació en 1959, podré darle el abrazo fraterno que se merece, además de agradecerle por haber aceptado estar en el encuentro anual de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (Adece). Hace algunos años leí un par de poemas suyos, entre ellos “El Dios de la ternura”, traducido al castellano por Carlos Morales, y bien cierto es que lo guarde en una carpeta especial, esperando el momento de darle difusión mayor. Ha llegado la hora, y encima, con el privilegio de contar con su voz y su presencia: el 5 de abril, en la Biblioteca de Cataluña, tendremos una lectura y charla de este magnífico poeta catalán. Gracias. No abundaré en sus libros de poesía publicados y traducidos a varios idiomas. Tampoco en los premios recibidos, los ensayos que ha escrito como lingüista, los múltiples cargos culturales que ha ocupado… Basta con ir a la Wikipedia para acceder a parte de lo mucho y bueno de su hoja de vida. Sí decir que actualmente es el presidente del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes de Cataluña y que en días pasados acaban de concederle el premio Ramón Fuster 2014 por su trayectoria cívica, cultural y literaria. Sí dejarles con su hermoso poema:

EL DIOS DE LA TERNURA No comienza el mundo: existe y nos engendra. No tiene origen el tiempo, tan sólo nos destruye. Soy un sueño de Dios. Me detengo a tocar los árboles, abrazo el cielo, camino entre la gente con los labios abiertos, dispuesta la piel a la caricia. Busco el latido de los ojos, el deseo, el miedo, el temor, la luz que en los cuerpos se derrama, las manos en su cuenco, el tacto donde crece el calor antiguo que nos dábamos. Contemplo el fuego, paladeo el alba y el poniente, el sabor de la fruta. Vuelo con los pájaros. Buceo con el pez. Recorro las montañas. Me derramo en los cabellos del día. Lo he amado todo. Lo he perdido todo. El mundo me posee y yo poseo el mundo. Beso la lluvia. Venero en todas partes al Dios de la ternura. ALGO DE SU POÉTICA Para qué enmarañarse en conjeturas sobre lo que un poeta escribe, especialmente respecto a las temáticas que aborda, si se cuenta con la reflexión o testimonio más válido: el expuesto por el propio autor. Aquí unos fragmentos esenciales para entender su creación poética: “… percibo una cierta fatiga hacia la poesía que se nutre sólo del devenir cotidiano, de la experiencia personal, de tono intimista y confesional pero que se resiste a trascender a uno mismo. Me inclino, en cambio, por la poesía que, basándose en materiales auténticos de lo vivido y en los grandes temas de la poesía de los tiempos pasados y —a buen seguro— de los venideros —la ternura, el sueño, el olvido,...—, se enriquezca con un reencuentro de nuestras raíces culturales y con un diálogo tenso, amplio, profundo con la filosofía, con la historia, con lo espiritual y con la realidad externa a uno mismo, y sepa lanzar el verso más allá de sus antiguos límites, releyendo y reinterpretando nuestros propios fundamentos: el origen, el lugar del ser humano en el universo, el latido común con quienes celebraron la belleza del mundo hace ya muchos siglos. Quienes conozcan mi obra sabrán que estas palabras no constituyen una mera enunciación de intenciones… El lector de hoy resulta menos ingenuo, más exigente, más lúcido, más escéptico. Y ante ello el poeta no puede refugiarse en un anquilosado artificio formal ni debe esquivar una autenticidad que el lector no sólo espera sino que incluso reclama. La poesía es y debe seguir siendo el fruto de un trabajo minucioso y honesto que alguien ha asociado a una cierta destilación de lo que somos y sentimos, de nuestro encuentro con el mundo, de nuestro afán por comprenderlo. En definitiva escribir poesía es en cierto modo una forma de interrogarse y tal vez de intentar explicarse, entenderse. En cualquier caso, la necesaria elaboración que la obra poética requiere del autor y la atención que exige del lector no pueden quedar inexorablemente asociadas a una identificación de la poesía como un género de minorías. Se ha dicho de forma certera que conseguir la esencialidad, la concisión que concentra en pocas palabras precisas todo el vigor de una emoción supone una laboriosa depuración del texto e igualmente cierto es el placer que el lector obtiene al completar y reconstruir el poema con materiales de su existencia o de sus sueños. Para un ser humano que la gran cantidad de información que recibe hace cada vez más reflexivo la poesía es —puede ser— un espejo en el que interpretarse, en el que reconocerse”. PLEGARIA Y TRES POEMAS MÁS PLEGARIA Guardemos la mirada donde el azul confluye con azul, busquemos en todo ese gesto de Dios. Roguemos por los colores de las horas, por los árboles y las aves y el rumor del agua, porque se unan las manos y la paz se proclame. Roguemos por el sueño compartido, que nos lleva, como una ola, al origen del tiempo y adonde el tiempo encuentra el origen. Roguemos por los ojos, que cuando se miran tejen un camino y sienten el presente igual que un horizonte, ese gozo de vida derramada, el aliento que Dios nos va entregando. Roguemos por el vacío doloroso, por el silencio sin fin que nos enfrenta a la ausencia, para que el llanto no nos oculte el alba, cuando todas las memorias resurgen y regresamos a Dios. DE TRÍPTICO HEBREO Hay un tiempo de nacer y un tiempo de morir ECLESIASTÉS, 3.2 Tiene nombres el tiempo, y pieles distintas, y ojos que se iluminan y se consumen, y manos, sí, unas manos anchas como las hojas de catalpa, que te acogen a veces y que a veces te olvidan, y labios, unos labios carnosos, de sangre, de esta sangre que la antigua corriente del tiempo va convirtiendo en cuerpos, que nacen, que ejercen el sueño y lo asesinan y que se mueren tan solos que parece una venganza. *** Y proclamaré más dichosos a los muertos que a los vivos, y más que a todos ellos a los que aún no han nacido ECLESIASTÉS, 4.2 Aquel que no ha nacido aún no ha vivido ni el dolor ni la palabra, ni el crecimiento ni el cansancio de los días, ni lo ha herido la avidez de los cuerpos o el tacto de la luz sobre las manos, y no conoce la agilidad del puma ni el plumaje vistoso del guacamayo; ni ha sufrido tampoco el frío inhóspito ni la humedad agobiante que detiene las horas; no se ha probado el viejo vestido de la mar ni ha tocado el árbol ni la roca ni conoce el trayecto de la muerte. Tal vez sea feliz quien no ha nacido aún, pero no lleva ni en la piel ni en la memoria el gusto de los años, y la textura del viento no habita su sangre, ni ha dado fruto entre sus labios el grito de la ternura. Quizás sea feliz sin el olor del té y el sabor de la naranja. Yo no podría serlo. *** Al principio Dios creó el cielo y la Tierra GÉNESIS 1.1 Antes de la palabra, de disponer las estrellas sobre el éter opaco, cuando el espacio era un punto en el que convergía la materia. Antes de que una mente intentase comprender, que de los cuerpos fluyeran semillas de otros cuerpos; antes del deseo y del ansia, del árbol y el pez, del frío y el primer día. Era el principio, el universo se ensanchaba: dibujaste el cielo, creaste la Tierra, hiciste que la vida se engendrara como la ola inagotable. Era el principio, empezaste a soñar.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - El Dios de la ternura (Carles Duarte)