Nuevas fronteras para el Espíritu Santo

¿Por qué tendemos a limitar al Espíritu hoy día? Respuesta sencilla: por la influencia del platonismo/gnosticismo.

28 DE FEBRERO DE 2014 · 23:00

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Quiero empezar el artículo de hoy felicitándote. Te felicito por ser creyente. ¡Aleluya! Eres protestante. ¡Qué bueno! Esto, entre otras cosas, quiere decir que tienes una pasión inextinguible por las Escrituras y la doctrina de la salvación por la sola fe. Te encanta proclamar que Cristo es la única Cabeza de tu vida y profesar el sacerdocio de todos los creyentes. ¡Genial! Por eso te digo: “¡Enhorabuena! ¡Eres la caña! ¡Ojalá hubieran muchos más como tú!” Seguramente el estudio del siglo XVI te tiene cautivado también. Yo, por ejemplo, como buen creyente protestante pelirrojo, vivo inmerso en el mundo teológico de hace cinco siglos. Me fascinan las enseñanzas de los tres ‘peces gordos’ de la Reforma. Me refiero- claro está- a la ‘Trinidad’ de Lutero el alemán, Zwinglio el suizo y Calvino el francés. Sus nombres corren por mis venas y me encanta aprender de ellos. Eran auténticos gigantes de la fe. ¡Y qué nadie diga lo contrario! No obstante, a pesar de volver a la Biblia de una forma radical durante los primeros años del protestantismo (apodo que surgió en el 1529), tengo que confesar que nuestros tres antepasados no eran capaces de recuperar la plenitud de la enseñanza bíblica sobre el Espíritu Santo. Cuando escribieron sobre el Espíritu, tendían a moverse dentro de un marco muy restringido y se olvidaron de varias facetas importantes tocantes al ministerio del Espíritu de Dios. Y nosotros- como sus descendientes espirituales- nos hemos quedado algo estancados también a la hora de hacer Pneumatología (la doctrina del Espíritu). Entonces, nos tenemos que preguntar, ¿qué hicieron bien los reformadores y qué hicieron mal (o no tan bien)? De esta forma, con un espíritu de autocrítica, podremos perfeccionar el legado que nuestros antepasados nos han dejado. Primero, lo bueno. Todos los reformadores hablaron de la obra del Espíritu en inspirar las Escrituras, lo cual está muy bien. Además, enseñaron sobre la importancia del Espíritu en crear la Iglesia del Señor, lo cual está muy, muy bien. Destacaron el papel que desempeñó el Espíritu en la vida y el ministerio de Cristo, lo cual está muy, muy, muy bien. Hicieron hincapié en la acción del Espíritu en la salvación y la santificación del ser humano, lo cual está muy, muy, muy, muy bien. Y, finalmente, todos predicaron incesantemente sobre la divinidad del Espíritu, lo cual está (creo que ya sabes lo que voy a escribir, ¿verdad?) muy, muy, muy, muy, muy bien. Hasta ahora, pues, todo bien. ¿Y lo malo? Bueno, ya que has preguntado, déjame contestarte… Si te has fijado en la lista positiva, todo lo que enseñaron los reformadores sobre el Espíritu podía ser reducido a la esfera, o bien de la salvación individual o bien de la Iglesia, puesto que entendían que el Espíritu era el Espíritu de la redención. Pero desafortunadamente, nuestros hermanos mayores no vieron más que eso. Ahora bien, antes de criticarlos, hay que entender el contexto en el cual les tocó vivir. Se encontraron en medio de una generación manipuladora y autoritaria donde la mismísima naturaleza de la salvación fue puesta en tela de juicio. Por lo tanto, tuvieron que pelear con las fuerzas de Sansón contra las artimañas de Roma para avivar el mensaje bíblico del libre perdón que hay en Cristo. Con razón, entonces, los reformadores eran conocidos principalmente por su novedosa doctrina de la salvación (la cual, en realidad, no era nada nuevo sino que se trató de una enseñanza que se había perdido durante la Edad Media). Como fieles protestantes, nos aferramos celosamente a esta herencia tan rica. ¡Y gloria a Dios por ello! No obstante, lo que hace falta en nuestros días es no solamente consolidar este precioso tesoro que ya hemos recibido de parte suya, sino ir más allá para abrirnos a lo que designaré como ‘las nuevas fronteras’ del Espíritu. Hay mucho que podría comentar sobre este tema; pero ahora mismo, un solo versículo me basta, a saber, el primer versículo de la Biblia que habla del Espíritu (ruáj en hebreo) de Dios. ¿Cuál es? Génesis 1:2. ¿Y qué nos enseña? Que el Espíritu es el Espíritu de la creación. Esto ya de por sí es bien significativo. Quiere decir que el Espíritu Santo es mucho más grande que la esfera de la salvación personal y la Iglesia. El Espíritu de Dios desea obrar en el mundo entero. Está interesado en las realidades espirituales- ¡amén!- pero Génesis nos hace recordar que obra en, y a través de, las entidades físicas también. El Espíritu de la creación es soberano, divino y sopla de donde quiere y como quiere. De nuevo digo, es mucho más grande que la esfera de la redención individual. ¿Por qué, entonces, tendemos a limitar al Espíritu hoy día? La respuesta sencilla: debido a la influencia del platonismo/gnosticismo. Ambas corrientes eran filosofías paganas que exaltaron el alma humana en detrimento del cuerpo. Para los platónicos y los gnósticos, el cuerpo humano era una especie de cárcel del cual uno tenía que liberarse mediante el conocimiento espiritual/intelectual y la meditación. Este mismo espíritu yacía detrás de la famosa declaración de Descartes en el siglo XVII cuando dijo: “Pienso luego existo.” El francés ubicó la verdadera esencia del ser humano en la mente. Pero tales enseñanzas no son cristianas. La Biblia confiesa la bondad de la creación de Dios (cuerpos incluidos). El Nuevo Testamento da testimonio de que Jesucristo tenía un cuerpo humano (un verdadero escándalo para los gnósticos). Y Pablo nos recuerda que en la era venidera, no seremos fantasmas flotando por el aire, sino que tendremos cuerpos glorificados. ¡El cuerpo no es malo; forma parte del propósito de Dios! La naturaleza pecaminosa es el verdadero problema. Cada vez que un creyente intenta encerrar a Dios en la cámara secreta, sin vivir su fe en público, se está comportando como un platónico, un gnóstico o un cartesiano; pero no como un creyente bíblico. Somos seres integrales. Dios obra en lo espiritual y en lo físico. Por esta razón me opongo tanto a la división tan difundida que hay hoy día entre lo sagrado y lo secular. Toda la vida del creyente es sagrada a Cristo. ¡Toda la vida! ¡No solamente los domingos por la mañana en el culto sino las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana! Me acuerdo de la observación de Abraham Kuyper, No existe un solo centímetro en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre el cual Cristo, quien es soberano sobre todo, no grite, ¡Mía!” Todo lo dicho anteriormente tiene implicaciones tremendas para desarrollar una Pneumatologíaprotestante más rica, robusta y profunda en España. Aquí tienes algunas pinceladas que tendremos que investigar juntos como movimiento si queremos que nuestra doctrina del Espíritu siga siendo relevante en el siglo XXI. Incluso algún estudiante de teología protestante por ahí podría tomar uno de estos temas como trabajo de investigación o tesis académica. Esta información, por cierto, es cien por cien gratis… ¡Aleluya! 1.- Ecología: Si el Espíritu es el Espíritu de la creación, entonces, tenemos que proteger la naturaleza y el medio ambiente. Dios puso al hombre en el huerto para cuidarlo no para destrozarlo con afanes de materialismo y ganancias deshonestas (Génesis 2:15). De alguna forma misteriosa, el Espíritu concede vida y movimiento a todo lo que hay en el universo. La creación es un regalo de Dios, por lo tanto, sería importante pensar en formas de cómo plantar árboles, limpiar los ríos y los mares, reciclar, ahorrar agua, electricidad, energía, luchar contra el calentamiento global y defender a los animales indefensos en vías de extinción para honrar al Espíritu de Dios. 2.- Opresión política: Si todas las esferas de la vida son sagradas, el cristiano puede involucrarse en la vida política (etimológicamente, la vida pública) para la gloria de Dios. El Espíritu de Dios desea promover los valores justos del Reino de Dios en todo el mundo. Liberó a los israelitas de la esclavitud socio-política mediante su poderirresistible (Éxodo 14:21; 15:8, 10) y descendió sobre los jueces para que rescatasen a Israel de la mano de sus enemigos totalitarios. Los cristianos tienen que posicionarse valientemente en contra de regímenes corruptos que fomentan injustica. Como explicó Zwinglio, cada pueblo necesita un profeta del Señor que mantenga al gobierno político en orden. David prosperará solamente si anda con Natán. Todos los profetas denunciaron la corrupción política. 3.- Derechos humanos: Ligada a la esfera política está la creencia en los derechos humanos. Como dice el primer artículo de la Declaración universal de derechos humanos, “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y de conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Creo que todos podemos decir ‘amén’ a eso. Los cristianos del siglo XXI somos llamados a defender a los marginados y rechazados. Todos son importantes para Dios- independientemente de su color de piel, su nacionalidad, su género, etc. Hay que defender los derechos de los hombres, de las mujeres, de los niños y de los no nacidos. El Espíritu de vida concede dignidad a cada ser vivo ya que es una maravillosa obra Suya. En este sentido, haríamos bien en seguir el ejemplo de William Wilberforce. 4.- Obra social: La obra social alude a todos aquellos actos de bondad que los creyentes manifestamos hacia los necesitados y pobres. A nivel práctico, tiene que ver con el reparto de alimentos y ropa. Podríamos mencionar la necesidad de construir hospitales, residencias de ancianos, orfanatos, centros de alfabetización y de rehabilitación, etc., como muestras de la gracia del Espíritu de Dios. Se trata de ayudar a los menos afortunados y no olvidar que los seres humanos son lo más importante que hay en esta vida. Un hombre pobre sigue siendo un ser humano. No es menos por oler mal o tener la barba sin afeitar. Hace falta extender la mano de ayuda a todos y no solamente a aquellos que comparten nuestra fe evangélica. 5.- Economía: Otro desafío nuevo para la Iglesia protestante de nuestra generación es encontrar maneras de promover una economía justa y equilibrada en la cual se recompense el esfuerzo y el que todos tengan sus necesidades básicas suplidas. Debemos reaccionar contra un sistema económico que coloca la mayoría del dinero en los bolsillos de unos pocos mientras que las masas sufren pobreza extrema. El dinero existe con el fin de servir al hombre; y no al revés. Conclusión Al analizar estas cinco fronteras (hay más, claro está- por ejemplo, la relación entre el Espíritu y la ciencia, el Espíritu y el arte, el Espíritu y las tecnologías emergentes, etc.- pero estimo que las mencionadas son las más importantes y urgentes dado nuestro contexto actual) podemos sentirnos tristes y emocionados a la vez. ¿Por qué tristes? Porque hasta ahora no hemos tomado estos temas en serio debido a una cosmovisión más bien platónica que cristiana. No hemos hecho justicia al carácter pleno del Espíritu del Señor según el relato bíblico. ¿Por qué emocionados? Porque hay tanto terreno virgen que explorar juntos para sembrar los valores del Reino en este país. Nos espera una aventura impresionante con Dios. Todos tenemos la sensación de estar viviendo en un momento muy especial en la historia de España. El número de Iglesias evangélicas va en aumento, la Palabra se predica cada vez más por las calles, se percibe una sed auténtica por nuevas experiencias con Dios y los protestantes nos estamos dando cuenta de que podemos servir al Espíritu tanto dentro como fuera de la Iglesia. ¡Podemos ser peluqueros, basureros, abogados, secretarios, etc., para la gloria del Señor! Si tuviera que poner una nota a la doctrina del Espíritu que recibimos de nuestros queridos reformadores, le pondría un 7 o un 8. La verdad es que hicieron un trabajo estupendo y vieron con una luz gloriosa aun en medio de una época sumergida en tinieblas poderosas. Pero hoy es hoy. Sacamos un 7 o un 8 en el primer examen, pero llevamos 500 años estudiando, por lo tanto, a ver si esta vez sacamos un 9 o un 10. Y antes de hacer el examen, oremos la oración de nuestros antepasados protestantes: “Ven, Espíritu Santo.Sí, Señor, ven por tu Espíritu. Renueva toda la tierra. Ayúdanos a discernir el propósito de tu Reino en toda esta península ibérica. Queremos ser protestantes auténticos y no de etiqueta. Por lo tanto, que tu nombre sea santificado en todas las esferas de la vida. Que tu Reino venga con poder en todos sus ámbitos y dimensiones. Que tu voluntad sea hecha, así en la tierra, como en el cielo. Danos sensibilidad espiritual para poder percibir la brisa fresca de tu querido Espíritu. Amén.

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