La ternura de un gigante

En recuerdo de Pedro Savage, que acaba de partir a la patria celestial.

28 DE FEBRERO DE 2014 · 23:00

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De derecha a izquierda: René Padilla, Samuel Escobar, Ramón Rojas, David Sommerville, Pedro Savage, en 1965, durante el Seminario del Compañerismo Internacional de Estudiantes Evangélicos en La Molina, Perú. /

La noticia provocó que los ojos se me hicieran mar. Con brevedad casi telegráfica alguien hizo saber que Pedro Savage había partido a la patria celestial. De inmediato vino una imagen que creo, quienes conocieron al enorme Pedro, también atesoraran en sus corazones: su estentórea risa, desbordante y que contagiaba a sus contertulios. Pedro destacaba tanto por su aguda inteligencia como por inconmensurable capacidad de trabajo. Era, a la vez, muy tierno y tajante para sostener sus opiniones. Él no se andaba por las ramas. Como experto cirujano de las conciencias usaba el bisturí de la pastoral y la consejería familiar para extirpar los tumores que amenazaban la vida. A veces, jugando con el significado de su apellido en inglés, le daba a uno tremendo abrazo cruje huesos para de inmediato soltar la carcajada y decir: “es que ya ves, soy salvaje”. El mar sigue en mis ojos. Y no creo poder escribir, en estos momentos, algo extenso sobre Pedro. Solamente apuntaré dos asuntos. El primero es que varias generaciones de cristianos evangélicos iberoamericanos que nos esforzamos por hacer una reflexión teológica contextualizada hemos sido enriquecidos por su don de organizador y coordinador de esfuerzos colectivos. Pedro fue el motor de la primera, y fundadora, Consulta de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. El evento se realizó en 1970, en Cochabamba, Bolivia. Los trabajos allí presentados quedaron recogidos en el libro El debate contemporáneo sobre la Biblia (Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1972). ¿Cómo fue posible que un conjunto de escritos gestados en América Latina haya sido publicado, en Barcelona, por don José Grau, director de EEE? Creo que por la enjundia de Pedro y la visión imperturbable de Grau. En los primeros años de la FTL fue el incansable Pedro Savage quien impulsó, incluso presionó sin miramientos, que los participantes en las consultas del movimiento escribiesen sus trabajos. Dicha labor le dejó casi nulo tiempo para plasmar su propia obra escrita. Esto en parte, porque él era partidario de cultivar la conversación al tiempo que tocaba cariñosamente a su contraparte. La FTL se consolidó en buena medida por la coordinación de Pedro. Recorrió toda América Latina, y no de manera figurada sino en agotadores viajes, desde el río Bravo hasta la Patagonia. He redactado que deseaba apuntar dos asuntos sobre Pedro. Del primero he dejado muy breve constancia al evocar su contribución en la Fraternidad Teológica Latinoamericana. El segundo es personal. Pedro Savage ministró en mi ceremonia matrimonial. Antes nos dedicó muchas sesiones pastorales a Bárbara y a mí. Algunas de ellas fueron en la ciudad de México. En otras ocasiones ambos nos trasladábamos a Cuernavaca, donde Pedro tenía establecido su hogar. Las sesiones eran agradablemente largas, porque de los sesenta/noventa minutos propiamente de consejería prematrimonial pasábamos a compartir la mesa y la sobremesa. Desde entonces atesoro sus desternillantes ironías, sus abrazos acompañados de la infaltable frase “fue lindo verles y pasar tiempo juntos”. No puedo continuar. El mar amenaza con hacerse incontenible oleaje. Gracias gigante tierno, pastor entrañable, hermano en el Camino.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - La ternura de un gigante