Contra el “No nos quieren” (1)

No comprendo ni comparto ese tic victimista que salta cada vez que estiman que los medios ‘tendrían’ que haberse hecho eco de un acontecimiento determinado.

31 DE ENERO DE 2014 · 23:00

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Comprendo y comparto la decepción de tantos creyentes evangélicos ante el silencio de los medios cada vez que nuestro campo produce noticias de interés para la comunidad. ¡Soy uno de ellos! Comprendo igualmente, aunque no comparto, las reglas de juego de los medios comerciales: las religiones minoritarias, lo mismo que los deportes minoritarios, no son noticia y punto. Sí comprendo y comparto, en cambio, las limitaciones del trabajo de los periodistas. ¡Soy uno de ellos! Por el contrario, no comprendo ni comparto ese tic victimista del “No nos quieren” que salta cual resorte automático en gran parte del liderazgo evangélico cada vez que estiman que los medios ‘tendrían’ que haberse hecho eco de un acontecimiento determinado o invitado a alguna personalidad evangélica a enviar un artículo de opinión o participar en una tertulia sobre algún tema en el que hay personas expertas y voces ‘autorizadas’ en nuestro campo. Todavía más distanciado me siento de los comunicantes anónimos que tras la queja lastimera del entorno del líder de turno -o del propio líder- van y dan el paso siguiente echando pestes de los medios y, “de paso”, descalificándonos a los periodistas en sus comentarios-arengas condenatorios de la prensa ‘mundanal’ que no nos quiere a los ‘buenos’, ‘ignorados’ y ‘marginados’, con lo que toca seguir ‘invisibles’, cuando no ‘perseguidos’, etc., etc. No descubro nada nuevo si digo que el desencuentro periodistas-eclesiásticos viene de antiguo y cada vez le veo menos trazas de que se le quite hierro. Tender puentes entre el mundo eclesiástico y el mundo de la prensa sigue siendo una tarea pendiente. Dogma y comunicación se llevan mal y acaban en desencuentro, porque la certeza y la sospecha son posiciones ‘de libro’ de partida para el desencuentro.” Esto tengo escrito y publicado aquí en este medio el pasado 4 de septiembre en mi texto de felicitación por los 10 Años de Protestante Digital(“Medicina milagrosa contra el aburrimiento”). Cierto que han cambiado las cosas desde que Eduardo Brazier diagnosticaraen su tesis doctoral El protestantismo español y su política de comunicación (UAB, Bellaterra, 1992) “la falta, casi total, de coordinación entre los distintos esfuerzos de comunicación protestante”. La brecha abierta por P+D es prueba palmaria de que la pedagogía comunicativa no solo ya empieza a existir en nuestro campo, sino que está viva, muy viva. Otra cosa es la explosión de contenido religioso evangélico en español en las redes sociales, mayormente de ideología conservadora, lenguaje pío y estética cursi en esa línea consabida de ‘reiteraciones de lo obvio’. “La religión entendida como guardiana de la ortodoxia, la sana doctrina, la recta moral, la fe del carbonero, etc., está instalada en el dogma, la inerrancia, las verdades absolutas, la infalibilidad, la ‘resignación cristiana’, el monólogo, las respuestas de catecismo a preguntas que escribieron los mismos que se responden pero que, mírese por dónde, el hombre o la mujer de la calle no necesariamente nos hacemos.” Esto tengo escrito y publicado el pasado 25 de noviembreen otro texto de felicitación, en este caso a Lupa Protestante en su octavo aniversario (Altar, ateneo, atrio… ¡Lupa Protestante!). Proseguía así: ‘Más aun: a veces, confesémoslo, ni sabíamos que existieran tales preguntas. No hace mucho leí que hay salir a la calle a evangelizar a ‘bibliazo’ limpio.” “Para el periodista que entiende su oficio como un apostolado laico de búsqueda de la verdad informativa desde un estado de sospecha permanente, no puede haber más dogma que la propia incertidumbre, para lo que ha de estar siempre en guardia a la busca de la verdad informativa.” Por último, el pasado 19 de enero hacía llegar a otro medio, en este caso Pulso Cristianoen Buenos Aires, que se estrena como diario digital,este comentario: “Sigue haciendo ‘Pulso Cristiano’ honor a su antológico lema ‘[Noticias y opinión] …con la presión justa’. Felicidades por el salto de boletín quincenal a diario digital. Ojalá cunda el ejemplo. ¡Cuánto ganaría la comunicación cristiana si antes de poner el tejado los medios pusieran los cimientos! Abrazos desde España.” Son varios los puntos de desencuentro. De entrada, el grado de interés recíproco es desigual: el periodista ‘normal’ -esto es, el no especializado en información religiosa, el 99,9 % del colectivo- no está al tanto de la realidad del mundo de la fe, mucho menos de las confesiones minoritarias. Aun en el caso de estarlo, “la Iglesia” en singular excluyente -la católica, detalle que eluden señalar todos los entornos de la propia Iglesia Católica Romana- acapara el 99,9 % del ‘ruido’ de religión en la sociedad. Está claro que quién más necesita a quién es el eclesiástico al periodista. y aquí entra en juego el lema de Pulso Cristiano: “la presión justa.” Desde los despachos eclesiásticos, la presión a los medios discurre invariablemente en interés propio. No consta que haya habido pronunciamiento alguno desde entornos institucionales de las confesiones minoritarias a propósito del progresivo deterioro de las condiciones laborales de los periodistas, o gestos de solidaridad ante situaciones críticas que nos afectan a los periodistas. Por poner un solo ejemplo, el “Caso Couso”, la única causa abierta en el mundo contra militares de Estados Unidos(tres), acusados del asesinato en 2003 del periodista español José Cousoen el Hotel Palestina en Bagdad, procesados por la Audiencia Nacional y a quienes Estados Unidos se niega a entregar a la justicia española. Un apoyo evangélico a esta causa sí ayudaría a tender puentes entre eclesiásticos y periodistas. Acercar posiciones entre eclesiásticos y periodistas está visto que no es fácil, pero soy de los que piensan que es posible.Para empezar, uno piensa que no sería mal comienzo por ambas partes invertir el sentido de la pregunta de rigor : en vez de preguntar al otro “¿qué hay de lo nuestro?”, atrevernos a preguntarle “¿qué hay de lo vuestro?” Continuaremos, Dios mediante, la semana próxima.

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