El ecumenismo no celebrará la Reforma de Lutero
Es revelador que después de 500 años la unidad sea la principal prioridad, reemplazando a la autoridad de la Palabra de Dios. Existe el riesgo de elevar la “unidad” al principio absoluto, un pequeño “dios” reclamando pre-eminencia.
23 DE NOVIEMBRE DE 2013 · 23:00
El año 2017 será el que marcará el 500 aniversario del principio de la Reforma Protestante. El día 31 de octubre de 1517 Martín Lutero colgó las 95 tesis en Wittenberg y esta acción se considera simbólicamente como el acontecimiento decisivo que puso en marcha la Reforma.
Este aniversario será una gran oportunidad para examinar históricamente y evaluar de nuevo teológicamente lo que representó el protestantismo en el siglo XVI y cual es su significado para nosotros en el día de hoy.
Esto es especialmente cierto para los que se identifican a sí mismos como protestantes y valoran el hecho de ser llamados protestantes.
CONMEMORACIÓN, NO CELEBRACIÓN
Un punto de entrada en la reflexión sobre el próximo aniversario es el documento recientemente publicado titulado “Del Conflicto a la Comunión: Conmemoración común luterano-católica de la Reforma en 2017”.
Es una declaración conjunta, de 90 páginas, entre el Vaticano y la Federación Luterana que intenta resumir lo que sucedió en el siglo XVI, las controversias que suscitó y la reinterpretación ecuménica de todo el conjunto a la luz de las insistentes inquietudes ecuménicas.
Es un detallado “estado del arte” del ecumenismo actual, sus pautas de pensamiento, su lenguaje y su programa.
Nótese que la palabra elegida no es “celebración” sino “conmemoración”.
Una celebración hubiese implicado un elemento de fiesta sobria en recuerdo de la Reforma, con una actitud de agradecimiento, aunque no se escondieran las “páginas oscuras” de la historia protestante.
Por el contrario, a pesar de todo lo que se ha dicho en los círculos católico romanos acerca de que Lutero fue “un testimonio de Jesucristo”, el ecumenismo no puede celebrar la Reforma. Únicamente puede conmemorarla.
El catolicismo romano oficial, incluso el post-Vaticano II que ecuménicamente es la versión preparada del mismo, sólo puede conmemorarla.
O sea que solamente puede recordar, meditar y reflexionar sobre la misma. Sin embargo, ¿el legado permanente de la Reforma debe ser solamente conmemorado?
La llamada a volver a las Escrituras, ¿no merece una celebración? Una fe centrada en Cristo, dependiente de la gracia, que exalta a Dios, ¿no es para ser celebrada y no simplemente recordada?
¿EL PRIMER IMPERATIVO ECUMÉNICO?
Después de proporcionar un resumen, esmeradamente escrito, de los principales temas que dividen la Reforma (Luterana) y el Catolicismo romano, el documento termina recomendando cinco imperativos para la preparación de la conmemoración.
El primero es el siguiente: “Los católicos y los luteranos siempre deberían empezar desde la perspectiva de la unidad y no desde el punto de vista de la división, con el propósito de fortalecer lo que se lleva a cabo en común a pesar de que las diferencias se vean y se experimenten más fácilmente”.
La unidad, no la verdad en el amor, es lo más importante. El primer imperativo es la unidad por encima de todo.
Esto, no obstante, no es la mejor forma de honrar la Reforma. Entre sus muchas deficiencias, la Reforma fue, sin embargo, un grito para obligar a la propia conciencia y a la Iglesia a estar unidas sólo a la Palabra de Dios.
Este fue el “primer imperativo” de la Reforma a partir del cual siguieron todos los demás, incluida la unidad.
Es revelador que después de 500 años la unidad sea la principal prioridad, reemplazando a la autoridad de la Palabra de Dios. Existe el riesgo de elevar la “unidad” al principio absoluto, un pequeño “dios” reclamando pre-eminencia. Puede que éste sea el “ídolo” ecuménico del día que necesita ser dirigido de una forma “protestante”, es decir, reformulando la unidad bajo del Palabra de Dios y no al revés.
“ORGULLO PROTESTANTE” Y “VALOR” DE SER PROTESTANTE
En algunos círculos protestantes puede existir el riesgo de enfocar el 500 aniversario como si fuera una marcha del “orgullo protestante”, cosa que es muy común en estos días.
La tentación está en idolatrar la Reforma como si fuera una “edad de oro” de la Iglesia. Esto sería totalmente contrario a lo que los reformadores defendían e iría en contra de lo mejor del patrimonio protestante evangélico.
Mientras se loa a Dios por las grandes cosas que la Reforma trajo de vuelta a la Iglesia (solo Cristo, sola Gracia, sola Fe) debe también haber una sobria comprensión de los muchos pecados que se cometieron en y alrededor de la Reforma. Una fe bíblica deber ser siempre autocrítica y honesta, nunca complacerse en la auto-celebración.
En 2008 David Wells escribió un libro cuyo título indica una manera más fructífera de honrar la Reforma: “The Courage to be Protestant” (El coraje de ser protestante). Se necesita coraje para vivir bajo la Palabra de Dios y hablar proféticamente, actuar de manera sacerdotal y vivir como un pueblo del Reino.
En el mundo ecuménico de hoy, cuando la unidad está en peligro de ser idolatrada, se necesita valor para afirmar que la Biblia está por encima de la tradición y de la Iglesia, que Cristo es el único mediador, que la gracia es todo lo que se requiere para la salvación y que Dios es un Dios celoso.
Hace falta valor para hacer que la unidad dependa de estas verdades bíblicas y no elevando la unidad al lugar de “primer imperativo”. Donde estos valerosos cristianos estén, la Reforma será celebrada adecuadamente. De lo contrario, será únicamente conmemorada.
Traducción: Rosa Gubianas
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