Los amores tardíos (Pío Baroja)

El amor que supera en conceptos a Platón, a Ovidio, a From, a Stendhal, a Ortega y a tantos y tantos autores que han tratado del amor, ese sacramento que debería escribirse de rodillas.

01 DE NOVIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Unos días melancólicos, nostálgicos, vividos este pasado verano, me apartó de lecturas profundas y de escritores clásicos. Como sin leer no puedo vivir, releí dos libros que tratan un mismo asunto, el tema que nació cuando Adán vio por primera vez a su pareja y dijo: “Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne”: el amor. Me entretuvo AMOR DE LOS AMORES, del malagueño Ricardo León, publicado en 1910. Una novela contracorriente. Amores que huyen y retornan, amores que ofenden y piden perdón, amores que dañan y muestran arrepentimiento. Esta otra novela, la de Pío Baroja, LOS AMORES TARDIOS, fechada en 1926, no me entretuvo, se adueñó de mi pensamiento. La novela es una demorada interpretación de dos mundos psicológicos muy distantes. La gran pregunta que hace el amante mayor que llevaba en sí mismo la flor de su fracaso es la que jamás, nadie, ha podido contestar, ni siquiera Dios, quien en su esencia es amor singular, puro, verdadero: ¿qué es el amor? Eso: ¿qué es el amor? Si misterio es todo aquello que no podemos comprender ni explicar, el amor es el segundo de los grandes misterios que rodean la vida. El primero es Dios. Si mantenemos que Dios salió de la nada estamos equivocados y equivocando. De la nada, nada puede salir. Además, si Dios salió de la nada, la nada misma, ¿de dónde salió? Dios surge del misterio. La muerte es un paso adelante hacia el misterio. El alma nos enlaza con el misterio de los orígenes. La eternidad se nos ofrece envuelta en el misterio. Misterio es también el amor. ¡Gran misterio! ¡Misterio grande! En su ESTUDIOS SOBRE EL AMOR, el filósofo Ortega y Gasset va más lejos cuando escribe: “El amor es el más grande de todos los misterios. Incluso más grande que el misterio de Dios, porque a Dios no lo vemos, pero el amor lo tenemos entre nosotros”. El francés que escribió mucho y con mucha sabiduría acerca del amor, Stendhal, tiene un magnífico libro titulado simplemente así: DEL AMOR. En el mismo nos predica este pasaje: “El amor es un misterio. La Historia está llena de historias de amor. En muchos casos, de enamoramientos que no se pueden comprender ni explicar”. De lleno en la frase de Stendhal me tomo el atrevimiento de decir al lector que tengo una obra en siete tomos gordos titulada HISTORIAS DE AMOR DE LA HISTORIA DE FRANCIA. Lo mismo podría escribirse de todos los países que en el mundo son. Hasta las historias de amor en el arca que construyó Noé por mandato divino. Y no sólo siete tomos de cada país, sino hasta setenta veces siete de todos ellos. Gustavo Adolfo Bécquerlo definió con este poético vocabulario: Los invisibles átomos del aire en derredor palpitan y se inflaman; el cielo se deshace en rayos de oro; la tierra se estremece alborozada; oigo flotando en olas de armonía rumor de besos y batir de alas; mis párpados se cierran….¿Qué sucede? ¡Es el amor que pasa! EL BANQUETE, escrito por Platón hacia el año 384 antes de Cristo, no es exactamente un libro que trate del amor romántico, como lo concibió Bécquer. El diálogo que transcurre en casa del poeta dramático Agatón, donde se come y se bebe en honor del dios Eros, trata más de los amores del cuerpo que del amor que brota de sentimientos profundos y desinteresados. Más tierno encuentro EL ARTE DE AMAR, compuesto por el poeta latino Ovidio unos 43 años antes de que Cristo naciera. La máxima de Ovidio recuerda las letras de muchas canciones mejicanas: “¿Existe en el mundo algo más duro que la roca? Sin embargo el agua acaba por socavar la peña. Si te dicen que no una vez, no te des por vencido. Insiste cuantas veces haga falta”. Tuvieron que pasar veinte siglos desde Ovidio para que el también romántico alemán, Erich From, escribiera otro libro con el mismo título: EL ARTE DE AMAR. Para From, “amar es una experiencia personal –como lo acuñó Ortega-, que sólo conoce la persona que está enamorada. Cuando llamas a la puerta de un corazón y te digan que no, no huyas. Actúa como el soldado en la batalla. Pelea hasta la victoria”. La escritora catalana Susana March escribió una vez que “el amor es la fuerza estremecedora que empuja el mundo hacia adelante, la potencia cósmica que todos llevamos dentro”. El año 2009 fui invitado a un Encuentro de jóvenes en Quiché, centro de Guatemala. Se reunieron 700 hombres y mujeres entre 15 y 25 años. Me asignaron cinco conferencias. Una de las jóvenes organizadoras, hija de predicador, me pidió que una de las conferencias tratara del amor humano en la Biblia. Lamenté defraudar al grupo. No hallé ejemplos. ¿Salomón? Es imposible amar a mil mujeres. Algunos de los biógrafos de John Kennedy aseguran que en vida tuvo relaciones sexuales con tres mil. Difícil de creer, pero posible. Ahora bien, sexo no es amor. Salomón no pudo haber partido su corazón en mil pedazos para incluirlas a todas. ¿Sansón? Tuvo ayuntamiento carnal con varias mujeres, hasta con una ramera (Jueces 16:1), pero no conoció el amor. ¿David? Pasemos un velo negro por su vida. Además de la primera, Milca, “tomó más concubinas y mujeres y le nacieron hijos e hijas” (2ª Samuel 5:13). Él y su hijo Salomón, tan sabios los dos, nunca supieron que cuando el amor no es único no es amor, sino apetito sin freno, como lo llamó Cervantes. ¿Jacob? Se le ha idealizado por haber trabajado siete años para obtener el amor de Raquel. ¿La amaba en verdad? Y aquella primera noche con Lea, ¿no advirtió el cambio? ¿Lea no habló en toda la noche? ¿Siete años viviendo con dos mujeres y no distinguir a una de la otra? Alcanzo a creer que no advirtiera el cambio, pero ¿por qué aceptó pasar con ella una semana de amor y sexo después del engaño? Y si amaba a Raquel o amaba a Lea, ¿por qué se prestó a tener relaciones carnales con dos de sus criadas, Bilha y Zilpa? Se dice que era la costumbre de la época. ¿Qué época? El amor salió puro del paraíso en épocas anteriores. No. No pude poner a mis oyentes ejemplos de amor en personajes del Antiguo Testamento. Ni siquiera Abraham, amigo de Dios, padre de la fe, me vale como ejemplo de amor cuando engendra un hijo con la criada Agar y luego deja a madre y a hijo en un desierto solitario. Ejemplos de amores prácticos, puros, no veo en la primera parte de la Biblia. Sí veo el amor teórico. Las ideas que Salomón vierte en los siete poemas de EL CANTAR DE LOS CANTARES acerca del amor no han sido superadas por autor alguno, ni siquiera por los grandes románticos franceses que han bebido de sus fuentes. Aquí el amor humano adquiere su máxima grandeza. No. EL CANTAR DE LOS CANTARES no es un tratado de espiritualidad mística, como lo han visto autores católicos. Es el amor puro, algo infantil e ingenuo, el amor ideal, el verdadero amor, el amor del alma, el amor que vive y se desvive por la persona amada. Otro ejemplo de amor teórico en la Biblia lo encuentro en la prosa poética de Pablo cuando escribe a los Corintios su inigualable capítulo 13 de la primera carta. No exagero al decir que esta es una de las páginas más bellas de toda la Biblia. Y no hay por qué darle vueltas al capítulo y querer espiritualizar las imágenes. En este cantar de los cantares Pablo escribe sobre el amor humano. Nada más. Y nada menos. El amor que supera en conceptos a Platón, a Ovidio, a From, a Stendhal, a Ortega y a tantos y tantos autores que han tratado del amor, ese sacramento que debería escribirse de rodillas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Los amores tardíos (Pío Baroja)