Filadelfia: el gran valor de una pequeña iglesia

Apocalipsis: la carta a la iglesia en Filadelfia

03 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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Alaşehir (‘ciudad de Dios’ en turco)ocupa el sitio donde anteriormente estuvo Filadelfia. Localizada aproximadamente a 42 kilómetros al este de Sardis a la vera del río Cogamis, un tributario del río Hermus, poco menos que 200 metros por sobre el nivel del mar, en un área poblada de cenizas volcánicas. Actualmente, viven en ella entre 50 y 60 mil habitantes. Fundada en el 189a.C.Eumenes II, rey de Pérgamo(197a.C.-160a.C.) en la confluencia de las fronteras de Misia, Lidia y Frigia, recibió el nombre de Filadelfo, que significa literalmente "el que ama a su hermano", en honor de su fiel hermano menor, que lo sucedió como Átalo II, entre los años 159a.C.-138a.C. A diferencia de otras ciudades, Filadelfia fue fundada con el propósito de ser misionera de la cultura y lengua griegas hacia Lidia y Frigia. Cumplió tan bien su misión que para elaño 19 d.C. los lidios ya habían olvidado su propio lenguaje y poco les faltaba para ser griegos. Ramsay dice que Filadelfia era “el centro de difusión de la lengua y de las letras griegas en una tierra pacífica y por medios pacíficos.”(1) Destruida por dos terrible terremotos en los años 17 y 23 de nuestra era, fue reconstruida por Tiberio. Edward E. Gibbon, uno de los historiadores seculares más influyentes de todos los tiempos, considerado como el primer historiador moderno, en su magna obra “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano” describe a las siete iglesias de Asia nombradas en Apocalipsis, de las que seis desaparecieron rápidamente; no así la sexta iglesia que nos ocupa. Dice Gibbon: “Solo Filadelfia ha sido salvada por la profecía o el coraje. Alejada del mar, olvidada por los emperadores, rodeada completamente por los turcos, sus valientes ciudadanos defendieron su religión y su libertad por cerca de ochenta años, para ser derrotados finalmente por lo más granado de los otomanos. De las colonias griegas e iglesias de Asia, Filadelfia sigue en pie –una columna sobre las ruinas- ejemplo reconfortante de que los caminos del honor y la seguridad algunas veces pueden ser los mismos.”(2) En base a ese dato y al hecho que el imperio otomano se creó en 1299, podemos calcular que la iglesia en Filadelfia sobrevivió por lo menos mil trescientos años; es decir, mucho más tiempo que las otras seis. LA CARTA A LA MÁS PEQUEÑA DE LAS 7 IGLESIAS “Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”(3) Dos nombres y un oficio que son atributos únicos del Señor Jesucristo El saludo a Filadelfia es muy especial:Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. DOS NOMBRES Se presenta el Señor como el Santo y Verdadero. Estos nombres son dos de las características esenciales de la naturaleza divina. Los encontramos a lo largo de todas las Escrituras. La santidad y la verdad no caben en ningún ser humano dado que todos nacemos en pecado. Pecamos porque somos pecadores; y Dios, que no hace acepción de personas, permite que todos los seres humanos nazcamos destituidos de Su gloria, merecedores de eterna condenación, lo que significa: vivir para siempre separados de Dios, que es la condición humana marcada por la corrupción y falsedad del sistema mundano; justamente el polo opuesto a Su santidad y verdad. El apóstol Pablo lo explica claramente en su epístola a los Romanos. Lejos de ser un dios fabricado por voluntad humana a medida de nuestra necesidad, como sostienen los racionalistas (ateístas y algunos agnósticos) que nos tildan de ‘débiles’ y dignos de desprecio por necesitar ‘creer’ en alguien superior al hombre, los cristianos creemos en un Dios Único que es Creador de todo lo visible e invisible, que ejerce su absoluta y soberana voluntad para su propio beneplácito, y en beneficio de su creación, a la cual está redimiendo de su caída en desgracia desde que ella se apartó de Él. Y adoramos a este Dios en la persona de Jesucristo, entregándonos voluntariamente a Él, como si fuésemos nosotros mismos un sacrificio vivo, e interpretando este acto como un culto racional (4). Israel conoció a este Dios en la Antigüedad y lo tenía como rey y esposo. Pero, con el paso de los siglos, el pueblo escogido de Dios, se cansó de depender de Él y de sus santos profetas y enviados, prefiriendo un rey humano; a esa nación ‘adúltera’ Dios le prometió un Mesías que vendría a redimirla: Jesucristo, la expresión humana del Hijo enviado por el Padre para buscar y salvar lo que se había perdido. En él se conjugan la perfecta humanidad y perfecta deidad, por haber nacido de una mujer que no había conocido varón: María, la virgen, que concibió a su primogénito por intervención del Espíritu Santo. El niño tuvo dos nombres dados por Dios Padre: Emanuel (‘Dios con nosotros’) y Jesús (‘Salvador de su pueblo’). Todo esto forma parte del credo de un cristiano genuino; y lo tenía bien aprendido la comunidad de fe en Jesucristo establecida por los apóstoles en Filadelfia. Por eso, los creyentes habrían de regocijarse al recibir esta carta de parte del Santo y Verdadero, el que los había salvado de la generación pagana y perdida, los había reconciliado con el Padre y admitido en Su familia como hijos e hijas para siempre. UN OFICIO El que tiene la llave de David. Al respecto, recuerdo que en mi primera visita a Barcelona en 1970, fui sorprendido al escuchar sonoras palmadas por las noches; hasta que me explicaron que eran los ‘serenos’, encargados de llevar las llaves de portales que se cerraban a medianoche para dar seguridad a los edificios. Las palmadas eran de los que necesitaban entrar por carecer de esas llaves, o del mismo portero para avisar dónde podía ser localizado. También había los que usaban un pequeño silbato o golpeaban el piso con un pesado bastón. Esta costumbre estaba íntimamente ligada con el oficio del ‘vigilante’, persona que velaba por la seguridad del vecindario en las noches. La figura de quien tiene la llave nos lleva al primer capítulo del Apocalipsis, que analizamos al comienzo de esta serie. Allí se presenta el Señor como ‘el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades’.(5) También recordamos la promesa de Jesús a Pedro:“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.”(6) Las tres citas hablan de llaves, pero no significan lo mismo. Si bien el pasaje del Apocalipsis menciona a sólo una de ellas, no está demás considerarla junto a las otras dos. 1. Las llaves del reino, tienen relación con la autoridad apostólica o de la iglesia para declarar las condiciones de entrada o rechazo al Reino de los Cielos. El mismo Jesús instruye más adelante a sus discípulos: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.”(7) A lo largo del libro de los Hechos vemos cómo es puesta en acción esta función apostólica delegada no en una sola persona sino en los doce apóstoles y también en Pablo. La predicación del Evangelio cumpliendo la misión de hacer discípulos de Jesucristo (no prosélitos de los enviados), de bautizarles en Su nombre, y de enseñarles a guardar todo lo que Él hizo y dijo, todo esto es hacer un buen uso de esas llaves. 2. Las llaves de la muerte y el Hades,explican la autoridad de Jesucristo sobre la muerte del cuerpo y para abrir el lugar (o estado) de las almas incorpóreas; como cuando él expresa: “… y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (8) porque la iglesia está fundada sobe la Roca que es Cristo, como el Espíritu Santo guió a Pedro a confesar públicamente. Carroll hace una aclaración oportuna aquí cuando dice: “la muerte de los discípulos, enviando sus almas al mundo de los espíritus, no prevalecerá como para no dejar una iglesia que sobreviva en la tierra.” (9) El significado de estas llaves es enfatizado cuando el apóstol Pedro cita a David y explica luego el alcance profético de sus palabras: “Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción (…) viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.” (10) La resurrección de Jesucristo es clave para la interpretación de la función mesiánica prometida a la descendencia davídica, y para entender la extensión de la salvación a los gentiles. Ningún cristiano tiene la autoridad que demuestra Jesucristo en la práctica y en su enseñanza. La demuestra cuando revela que no permitió a Lázaro (el que había sido mendigo) regresar a la tierra para advertirles a los hermanos del rico insensato, ni que fuesen contestados los tardíos ruegos de este último para que su condición fuese aliviada ni sus parientes instruidos para no caer en lo mismo (11). Tamaña autoridad exceptuó a Enoc y Elías de la muerte (12), tal como hará con los cristianos fieles que estén vivos cuando Él regrese (13). Con esa autoridad traerá consigo a las almas de los santos que están en el cielo (14) y ordenará a los sepulcros a devolver los cuerpos muertos y al Hades a liberar las almas incorpóreas para comparecer en el Juicio Final (15). Los que dicen tener autoridad para comunicarse con los muertos debieran tomar nota de esta autoridad que es solo funcional al Señor Jesucristo. De igual modo los que oran por los muertos o invocando sus nombres. 3. La llave de David.El significado de esta llave es la autoridad del Señor Jesucristo para conferir grandes oportunidades de salvación a los humanos, tal como le confirió a la comunidad de fe en Filadelfia de la que se dice que llegó a representar la octava parte de la población. Estas oportunidades son reales, como lo expresara el apóstol Pablo cuando se quedó más tiempo en Éfeso: Porque no quiero veros ahora de paso, pues espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite. Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios.” (16) Por mucho que nos esforcemos los creyentes en organizar campañas, eventos y actividades diversas para ganar a otros para Cristo, absolutamente nada de eso servirá a menos que lo hagamos en obediencia al mandato divino y reconociendo que el único que tiene autoridad para generar oportunidades de salvación para el inconverso es Jesucristo.Nosotros seremos beneficiados por ellas si las sabemos reconocer. He escuchado a muchos –y, lamentablemente por internet se los puede seguir escuchando y viendo- que predican dando fuertes gritos y diciendo una y otra vez ‘con la autoridad que me ha conferido el Señor Jesucristo’ mientras golpean con sus biblias sobre el púlpito o se pasean desafiantes agitando sus brazos y zapateando sobre un escenario mientras vociferan palabras ininteligibles en medio de alaridos y aplausos de la gente. ¿Pretenden de esa manera grotesca convencer de que tienen la autoridad de Jesucristo? Si así fuese, olvidan que no será porque lo reclamen de ese modo que los pecadores escucharán la voz del Espíritu, sino que éste es quien los convence ‘de pecado, de justicia y de juicio’ (17) para su arrepentimiento. ‘el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre’. Es evidente que el Señor trae a colación al profeta Isaías aquí cuando expresara: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.”(18) Este oficio delegado por el Padre en el Hijo, lo comparte Jesucristo con aquellos que le sirven en obediencia al extender Su reino en la tierra. Él prometió edificar su iglesia, y lo está haciendo. Colaborar con él en esta tarea es la función más honrosa y digna a la que pueden aspirar los humanos. Cumple con ella el cristiano, la cristiana, que vive genuina y diariamente el Evangelio ya sea en su hogar, trabajo, estudio, en la calle o sitio de esparcimiento; cuando lo hace por amor al prójimo y para gloria de Dios; como lo hacían los de aquella pequeña iglesia en Filadelfia, que resultó ser grande delante del Señor. En la próxima continuaremos con este artículo, si el Señor lo permite. ---------------------------------------------------------------------- Notas Ilustración: columnas de un edificio público de Filadelfia. Son un buen símbolo de la promesa del Señor a la iglesia en esa ciudad 1. Comentario MacArthur del Nuevo Testamento, Editorial Portavoz, citando a Sir William Ramsay, Comentario del Apocalipsis, ‘Filadelfia la iglesia fiel’, página 130 2. Edward Emily Gibbon (27 de abril de 1737-16 de enero de 1794), Londres, Reino Unido; obra citada, Volumen I, Capítulo X. 3. Apocalipsis 3:7-13 4. Romanos 12:1 y ss. 5. Apocalipsis 1:18 6. Mateo 16:19 7. Ibíd. 18:18 8. Juan 20:23 9. B.H.Carroll, the Book of Revelation, the Library of the University of California, Los Angeles, página 76 (traducción del autor) 10. Hechos 2:27, 31; ver también: Hechos 2:38; 5:9; 8: 20-23; 10:43; 16:30, 31 11. Lucas 16:19-31 12. Genesis 5:24;2ª Reyes 2:11 13. 1ª Corintios 15:55, 56 14. 1ª Tesalonicenses 4:14 15. Apocalipsis 20:13 16. 1ª Corintios 16:7-9 17. Juan 16:8 18. Isaías 22:22

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