Nuevo Testamento de Erasmo y El espejo de los mártires

Un encuentro con libros por cortesía de la bibliotecaria Lois B. Bowman, directora de la Biblioteca Menno Simons en la Eastern Mennonite University, en Harrisonburg, Virginia

31 DE MAYO DE 2013 · 22:00

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Los libros históricos, que no es lo mismo que libros de historia, dejan improntas en sucesivas generaciones. Son hitos, tesoros que contribuyeron a cambiar las ideas predominantes sobre determinadas cuestiones. Agentes de cambio gestados en la soledad de quien puso todos su ser para plasmar su trabajo en papel y tinta. Tuve un encuentro con libros como los antes señalados. Por cortesía de la bibliotecaria Lois B. Bowman, directora de la Biblioteca Menno Simons en la Eastern Mennonite University, en Harrisonburg, Virginia, pude acceder a un espacio reservado donde se resguardan libros de los siglos XVI al XVIII. Ella, muy amablemente, abrió uno de los anaqueles de puertas de cristal para poner en una mesa el ejemplar del Nuevo Testamento editado por Erasmo de Rotterdam en 1527, es la edición que contiene el texto neotestamentario en tres columnas paralelas: griego, la traducción al latín del propio Erasmo y la versión latina conocida como la Vulgata (realizada por San Jerónimo a finales del siglo IV y principios del V). La primera edición del llamado Nuevo Testamento de Erasmo contiene solamente el texto griego, y es de 1516. Fue el que leyó Martín Lutero, y en esa lectura fortaleció su convicción acerca de la suficiencia de Cristo para la salvación y reconciliación de los seres humanos con Dios. La edición de Erasmo fue leída por estudiosos de toda Europa, y varios de ellos encontraron en el libro bases para emprender movimientos reformistas en la Cristiandad. La directora tuvo la deferencia de permitirme tener en mis manos el Nuevo Testamento de Erasmo. Igual lo hizo con otro libro que yo sabía estaba resguardado en la biblioteca que dirige: El espejo de los mártires de los cristianos indefensos. Frente a mí tuve edición original del volumen, que procede de 1660 y fue publicada en holandés. El espejo de los mártires contiene narraciones sobre quienes, de acuerdo al subtítulo, fueron “bautizados solamente tras confesión de fe, y sufrieron y murieron por el testimonio de Jesús, su Salvador, desde el tiempo de Cristo hasta el año 1660”. Su autor fue Thieleman J. van Braght, un anabautista. El libro, ya sea en su lengua original, o en sus traducciones al alemán o inglés, sigue leyéndose en las comunidades menonitas y amish, y en círculos anabautistas que desean conocer sobre las persecuciones sangrientas contra las iglesias de creyentes. La Biblia primero, y tras ella el Espejo, han sido centrales en la construcción de la identidad del anabautismo. La versión en inglés del recuento del martirologio realizado por Thieleman está disponible en la red, y tiene 1475 páginas. Hoy más que nunca son ciertas para mí las palabras de Francisco de Quevedo (1580-1645): “Retirado en la paz de estos desiertos,/ con pocos, pero doctos libros juntos,/ vivo en conversación con los difuntos,/ y escucho con mis ojos a los muertos”.

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