Edesio Sánchez C.: traductor, exégeta, profesor

Los frutos de su trabajo han ido desde la escritura de materiales y comentarios, hasta la coordinación de proyectos dirigidos a la traducción, además de los talleres de ciencias bíblicas por toda América Latina

25 DE ENERO DE 2013 · 23:00

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La mayoría de nuestra gente que se enorgullece de llamarse evangélica sustentan una doctrina lejana de los principios teológicos de la Reforma Protestante. Yo mismo considero un piropo que me llamen liberal a que me llamen teólogo evangélico[1]E.S.C. Edesio Sánchez Cetina nació en Mérida, Yucatán, el 17 de junio de 1947. Es hijo del pastor Edesio Sánchez, de larguísima trayectoria en la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM). Su percepción acerca de sus años formativos en el seno familiar es clara y, para algunos, hasta polémica, pero está firmemente sustentada en la teología reformada. A la pregunta “¿Cómo llegó Cristo a su vida?”, respondió así: Cristo no llega a la vida de uno; al menos mi experiencia y por lo que veo en la Biblia no es tan así. A la mayoría los llamó y los comisionó. Pero conversión, al estilo de las campañas evangelísticas conocidas en nuestro medio, ¡nunca! Este vocabulario me suena más a los grupos que llamo “conversionistas”. Te tienes que convertir del pecado, de una vida mala, del camino torcido o equivocado. Pero ¿qué pasa cuando esto no ocurre en la vida de uno? Cristo no llegó a mi vida. Nací metido en la vida de Cristo; nací en un hogar cristiano, en un hogar pastoral. ¡Soy hijo de la promesa! ¡No tuve que convertirme de nada! Creo oportuno aclarar que la Biblia es muy clara y seria en indicar que quienes nacen en hogares formados en la fe bíblica y cristiana ya de suyo forman parte de la familia de Dios. Sólo si se salen tienen que convertirse o hablar de cuándo Cristo llegó a su vida. De allí que apoye y crea y practique el bautismo infantil y la participación de los niños en la Cena del Señor. Mi testimonio más grande, elocuente y feliz es que Dios permite que muchos de sus hijos e hijas nunca tengan que vivir otra vida que no sea la de la vida abundante en Cristo.[2] Obtuvo la licenciatura en teología en el Seminario Bíblico Latinoamericano (SBL, Costa Rica) y en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, así como el doctorado en Antiguo Testamento en el Seminario Presbiteriano Unión, de Richmond, Virginia (www.upsem.edu), con una tesis sobre el libro de Deuteronomio que, a la postre, se convertiría en su especialidad.[3] Fue ordenado por el Presbiterio del Mayab, pastoreó algunas iglesias en Yucatán y en el Distrito Federal, e incluso inició una misión en la capital costarricense. Entre 1975 y 1980 fue profesor del Seminario Teológico Presbiteriano de México (STPM) y ha sido miembro y directivo de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), en donde fungió como secretario regional para Mesoamérica.[4] Desde muy joven, y gracias a la orientación del doctor Orlando Costas, su profesor en el SBL, se dedicó a los estudios sobre el Antiguo Testamento. De ahí que el paso a su trabajo como asesor, escritor, traductor y editor en las Sociedades Bíblicas Unidas (SBU) haya sido tan natural. Participó en la elaboración de la Nueva Versión Internacional (NVI), coordinó la muy celebrada Traducción en Lenguaje Actual (TLA). Ha escrito multitud de artículos y ensayos. Es, en suma, uno de los más notables biblistas evangélicos latinoamericanos y con Elsa Tamez y Alfredo Tepox integra una notable “triada mexicana”. Juntos compartieron recientemente un curso intensivo en la capital mexicana. Los frutos de su trabajo en ese ámbito han sido múltiples, pues sus empeños han abarcado desde la escritura de materiales y comentarios, hasta la coordinación de proyectos como lo es una magnífica serie de volúmenes dirigidos también a la traducción (Marcos, Éxodo, Gálatas, Juan, Efesios…,), además de los talleres de ciencias bíblicas que ha impartido por toda América Latina.[5] Forma parte del consejo de la importante revista Traducción de la Biblia, que divulga textos de especialistas y de divulgación de esta tarea tan encomiable.[6] Editó también los tres volúmenes de Descubre la Biblia (Uno, Dos y Tres, 1998, 2006), valiosa recopilación dirigida a quienes desean profundizar en el universo de los estudios bíblicos serios y contextuales. Entre los libros que ha publicado están: Fe bíblica: Antiguo Testamento y América Latina. Ensayos exegéticos (México, El Faro, 1986), Deuteronomio (Buenos Aires, Kairós, 2002, basado en su tesis doctoral),Sabiduría para vivir: Estudio del libro de Proverbios (SBU, 2003)y ¿Qué es la Biblia? Respuestas desde las ciencias bíblicas (Buenos Aires. Kairós-SBU, 2005). Muy dignos de su mención son sus comentarios a los libros de Josué y Jueces para el Comentario Bíblico Latinoamericano, de la editorial Verbo Divino (2005), que dirigió Armando Levoratti, donde también se incluyó su texto “Traducción de la Biblia y cultura indígena”). Todo ello publicado con el inquebrantable afán de ayudar a los lectores a familiarizarse y comprender mejor el mensaje de las Escrituras. Como muestra de su trabajo, dos artículos suyosevidencian la pasión con que comprende la importancia de acceder al contenido de la Biblia con todas las herramientas posibles y así beneficiarse mejor de sus enseñanzas, porque ya sea en el ámbito de la exégesis y la hermenéutica, como en el de la reflexión pastoral y espiritual, Sánchez Cetina cumple sus objetivos plenamente. En el primero, “En la instrucción de YHVH está su delicia. La Palabra de Dios en la Iglesia”, haciendo gala de una genuina preocupación teológica y pastoral, concluye: El desafío que tenemos por delante es el “escuchar atentamente” el mensaje total de los Salmos y reconocer que la vida cristiana —y en especial su liturgia— no es tan solo oraciones e himnos para reconocer el poder y la gloria de Dios y darle gracias por sus bondades y bendiciones, sino sobre todo instrucción para forjar una vida orientada a la voluntad de Dios y para entrenarse en el camino de la oración, la liturgia y la vida. Como los clamores proféticos de Amós e Isaías, la afirmación teológica y canónica del Salterio es que el problema de nuestras iglesias evangélicas hoy no es la falta de música y buena música, sino lo que con ella se hace, para qué se usa y cuál es su objetivo central. La himnología contemporánea, en una gran proporción, va en contra de los principios antes articulados y que emanan del mensaje de los Salmos. En la liturgia e himnología evangélica latinoamericana, no hay denuncia ni espacio para la afirmación solidaria ni la restauración del angustiado y doliente. El porcentaje mayor de los cantos y la música lo que hace es afirmar no a una comunidad sirviente, sino a un imperio con un rey glorificado y majestuoso ajeno a las necesidades de los pobres y abatidos, y que toma partido con los señorones dueños del poder eclesiástico y que definen la bienaventuranza y la prosperidad (de las que habla el salmo uno) como una vida carente de problemas y enfermedades, y repleta de bienes materiales y un pase seguro a la gloria. La vida eclesiástica, por su parte, ha silenciado a la Palabra de Dios y ha convertido en su “deleite” e inspiración la voz “serpentina” de líderes ávidos de poder y riquezas. Cuántas de las llamadas mega-iglesias han cambiado la predicación expositiva de la Palabra por complacientes “masajes espirituales” o lo que es peor por relatos de “revelación directa de Dios” a tal o cual apóstol o profeta. En más de una ocasión he estado en lugares en los cuales el pastor termina el culto con tan solo la lectura del texto bíblico de su sermón y la bendición pastoral, porque “el equipo de alabanza” no le dejó tiempo para la predicación.[7] En la misma línea, el segundo, “El culto, reflejo del Dios adorado y del pueblo que adora”, desde un enfoque crítico y profético procedente del Deuteronomio, advierte también sobre los riesgos que corren hoy las comunidades en su experiencia litúrgica: Toda actividad litúrgica que le robe la gloria a Dios es sin duda, una práctica idolátrica. Cuando nuestros cultos no son otra cosa que el reflejo del statu quo —la ideología del poder hegemónico—, tal práctica es idolatría. Cuando en el culto una de las áreas de responsabilidad toma el lugar central y margina o hace a un lado a otras, eso atenta contra la integridad de la indivisibilidad de Dios y de la comunidad adorante. El culto es profundamente comunitario, solidario e igualitario. En él, aunque parezca contradictorio, ni siquiera Dios desea adjudicarse el lugar central, si se le considera o define como Dios ajeno al ser humano y a la creación. El Dios de la Biblia no es ni narcisista ni egocéntrico. Es un dato testificado en la misma Biblia que en la práctica de la adoración los que más resultan beneficiados son los adorantes y no el adorado. Ambos textos, al lado de otros más, pueden leerse en Exégesis y traducción bíblica. Antología de ensayos. Finalmente, a la hora de subrayar la importancia de la Biblia como Palabra de Dios en las iglesias, es sumamente enfático: De acuerdo a Barth, hablar en nombre de Dios, es permitir que Dios mismo sea quien hable; porque de acuerdo al testimonio bíblico, el nombre de la persona es la persona misma. Así que hablar en el nombre de Dios es reconocer el gran milagro de que en la proclamación de su palabra, Dios mismo está presente: “Emanuel”. Si en algo falló Eva, fue en permitir que un animal le proclame la palabra divina en nombre de Dios; eso es idolatría. El pecado de Adán fue mantenerse al margen de la responsabilidad de cuidar que la palabra divina fuera transmitida e interpretada de manera correcta, porque fue él y nadie más el primer y único receptor de aquella... Cuando la serpiente dialogó con Eva, Adán se mantuvo al margen. “Luego le dio a su esposo, que estaba allí con ella, y también él comió” (v. 6, LS). Para quienes hoy no somos primeros receptores de la palabra divina, ella nos viene, de acuerdo a la herencia reformada, protegida en el canon y bajo la autoridad y verdad del Espíritu Santo, y en el contexto de una comunidad. Esos tres elementos deben de estar presentas para una sana y correcta interpretación y proclamación de la Palabra de Dios.[8]

[1]Jacqueline Alencar, “Edesio S. Cetina: ¿ser evangélico hoy en Latinoamérica?” (entrevista), en Protestante Digital, 5 de febrero de 2012. Otra entrevista: “Volverse como niños: el proyecto salvador de Dios.
[2]Idem.
[5]Un fragmento de la conferencia presentada en Chillán, Chile, puede verse en: www.youtube.com/watch?v=cq4FctGB2tk. Cf, Conferencias con el Dr. Edesio Sánchez, http://ftlonline.wordpress.com/2010/03/05/conferencias-con-el-dr-edesio-sanchez.
[6]En la entrega más reciente aparece como artículo principal “Para que se entienda”, que explica con sencillez y ejemplos muy concretos las bases de la traducción bíblica (www.traducciondelabiblia.org/articulo_principal).
[7]E. Sánchez C., op. cit., véase nota 4.
[8]E. Sánchez, “Misión integral en el Pentateuco”, en Red del Camino, pp. 6-7.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ginebra viva - Edesio Sánchez C.: traductor, exégeta, profesor