Amor por Cristo (Esther M. Allison)

Ningún verso de ella se hace añicos, especialmente los magníficos poemas que dedicó al Amado.

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24 DE AGOSTO DE 2012 · 22:00

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DIOS, VERDAD Y POESÍA “Dios es la verdad, y la verdad es la poesía”, nos dice una poeta peruana prácticamente desconocida hasta para los propios peruanos, y eso que su Obra está compuesta por genuinas perlas líricas que añaden Valor al idioma castellano. Estoy hablando de Esther M Allison (Huacho, 1918 - Lima, 1992), ocultada por muchos a raíz de su vertiente cristiana; pero también discreta por voluntad propia, entregada de lleno a Cristo, con mística pasión: “Tenme siempre en Tus brazos escondida,/ y, ya que eres la llave de mi vida,/ vuelta doble de amor deme Tu celo”. Ningún verso de ella se hace añicos, especialmente los magníficos poemas que dedicó al Amado. Esta afirmación puede quedar corroborada con la lectura de dos textos escritos en una distancia temporal de más de cuarenta años: “Tea” forma parte de su segundo libro de juventud, Alleluia (1947), publicado cuando culminaba sus estudios universitarios en Literatura y Educación. “La barca” lo escribió poco antes de su muerte, preparando la partida hacia el Amado. TEA No Te acerques a mí, porque Te quemo. Soy flor de hoguera transformada en vida, y si me tocas sentirás mi herida, este amor vivo de abrasar supremo. Abrir llaga en Tu mano es lo que temo, que estoy en el amor enardecida, y en dulce y lento arder se va mi vida, con la esperanza de Tu incendio extremo. Dulce y lento morir en cada instante en pequeña centella fulgurante, pequeña flor perfecta y encendida… Prende en Tu amor mi puro amor de hoguera, y si en Tu beso me consumo entera, ¡muera en Tu fuego el fuego de mi vida! LA BARCA Cuando venga la barca, he de dejarlo todo… Mis pájaros, mis flores, no subirán a bordo… (…) Soy mi espíritu, libre de circuitos mortuorios. Y es lo mío, en mi espíritu inaccesible a robos. Mi amor irá conmigo. Y eso no es estar solo. Y aun comanda la nave Capitán que yo conozco. Capitán de mi vida, mi dulzura, mi apoyo. ¿Ir, con miedo, a sus brazos? ¿Serle niño medroso?... En amor, ¿desconfianzas y recelos y azoros?... ¡Si Él no anuncia el ocaso, sino el orto! No el fin, sino el principio. Yendo al beso, ¿el sollozo? Y en la barca los dos. Ni sola yo, ni Él solo. EL ACOMPAÑANTE PERFECTO: DIOS Ya en la dedicatoria de Alleluia, Esther M. Allison ponía al principio su preclara dedicatoria: “A tu amor… Dios mío”. Ese Amor le acompañó la vida entera, porque ella, soltera, comprendió que Dios era su acompañante perfecto: “El brazo leal, el apoyo sin desmayos, la fidelidad sin fatigas…”. Años más tarde, explica su comprensión del amor: “El amor es vaciarse. Es, en esencia, el absoluto desprendimiento, la antítesis exacta del egoísmo. No se trata de la avaricia de la captura, sino, por el contrario, de la ofrenda total. No es la búsqueda de uno mismo, sino el desasimiento propio en aras de la felicidad de quien se ama. No es vivir en sí, es vivir enteramente en otro”. En uno de los poemas acopiados en Alleluia, bajo el título “El Cristo de mis besos”, ella insiste en afirmar su místico connubio: Y puesto que los dos estamos presos, siempre ya por Tu muerte y por mi vida, ¡no Te retires nunca de mis besos! Estos versos, publicados en 1947, tienen su continuación en la Carta-poema que dejó escrita para ser enviada a sus amigos cuando muriera; encargo que cumplió su hermana días después de tal suceso: “No me penséis en foso ni en deceso./ Pensadme en el Amor Al que regreso./ Pensadme siempre así, beso en Su beso”. Autora de libros como Alba lírica (1935), Relación de tu muerte y otros poemas (1961), Florerías (1968), Amor y mar (1976) o Sámaras (1981), entre otros, conviene apreciar dos muestras más, dos sonetos de intención profunda y ejecución certera: TAN EL AMADO AMOR Tan amado el Amor y tan amante sin noción de reto; o calendario, se vuelve más que el aire necesario y en mi cielo es d único levante. No el agua la llaméis vivifícame y no d sol me señale itinerario. Porque sólo el Amor fija mi horario, volviéndose en mis venas tripúlame. Que no me hablen de cosas que no entiendo. Que lodo lo demás me deja inerte y apenas lo aprendí lo desaprendo. Ya no se qué es la vida o qué es la muerte. Sólo soy en tu Amor, y, en tu Amor siendo, no quiero ser yo misma, sino serle. NO SÉ QUÉ, NO SÉ CÓMO, NO SÉ DÓNDE.... No sé qué, no sé cómo, no sé dónde, No se cuándo, no sé, pero es tan claro que a todos los misterios que acaparo les conozco la cifra, aunque se esconde. Por más que cada enigma se me ahonde para aún más ahondarme al desamparo, cada fin anticipo a su reparo aunque si indago no se me responde. No sé qué, no sé cómo, no sé cuándo... Ay incógnito amor, clave ocultada! Pero todo lo sé de contrabando. En cada vez que le pregunto, en cada, sólo el silencio, sigiloso, blando... Pero todo lo sé sin saber nada. MÉXICO, SU OTRA PATRIA Lo cierto es que pocos, muy pocos críticos y especialistas peruanos buscan situar a Esther M. Allison en el lugar que le corresponde dentro de la literatura peruana e hispanoamericana. Uno de ellos, el más destacado, es Ricardo González Vigil, quien no cesa en su empeño y ha publicado una porción grande de poemas suyos en el volumen Poetas peruanas de antología (Lima, Mascaypacha editores, 2009, pp. 208-222). Ricardo, buen amigo y uno de los más respetados críticos de la literatura peruana, tuvo a bien enviarme su magnífico trabajo: allí “descubrí” la poesía de esta mujer. Rápido, muy rápido, tuve la certeza de encontrarme ante una de las más notables poetas que ha dado la poesía hispanoamericana, particularmente en su vertiente cristiana. En Perú había sido reconocida con el Premio Jaime Bauzate y Meza, de periodismon (recordemos que Esther escribió artículos en El comercio, el más importante periódico peruano, pero también en periódicos y revistas literarias de México, Argentina, Ecuador, Escocia, España, Brasil, Francia y Uruguay). También recibió el Premio Nacional de Literatura de 1962, por su obra de teatro La hija del aire.Pero su poesía había quedado relegada o marginada: entiendo porque tenía a Cristo como referencia Principal. Tiempos de cambios radicales y penurias… Esther, que ya había estado en dos ocasiones en Monterrey, en visitas cortas, acepta la invitación para trasladarse a México: allí estaría 16 años, impartiendo clases de literatura en el área de humanidades del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Allí tuvo, en verdad, un buen número de amistades que entendieron su grande poesía y su Pasión por Cristo. En Monterrey le publicaron varios poemarios y la interesante Antología poética, que en 1967 hiciera Aureliano Tapia Méndez, con prólogo de Joaquín Antonio Peñalosa. En dicho volumen se incorporan varios de sus libros inéditos. A mediados de los años ochenta vuelve a Lima, por razones de edad y para estar junto a su hermana Mercedes y su familia. Allí, en 1985, con la nostalgia a flor de versos, escribe su poema “México”. Baste un fragmento para apreciar su extrañamiento con el país azteca: No estoy lejos de ti, la lejanía es solamente cuestión de léxico. En enraizado amor te llevo, México, sin rigores de estricta geografía. Años después, la ensayista mexicana Leticia Hernández Martín del Campo culminó el más completo abordaje que hasta ahora se ha hecho de su obra poética y periodística: Acercamiento a la obra de Esther M. Allison y a sus primeras tres obras publicadas,la cual fue su tesis para obtener la Maestría en Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Nuevo León, presentada en septiembre de 2003. Posteriormente, en 2008 y bajo los auspicios de la editorial Oficio, buena parte de este trabajo se publicó como libro bajo el título Esther M. Allison: Una poeta peruana en Monterrey. Desde entonces su vinculación con la capital de Nuevo León no ha cesado de crecer y hoy Esther está considerada como escritora de Monterrey (véase un enlace muy reciente). Así se consolida este amor mutuo entre la poeta y la tierra que supo acogerle no sólo con respeto, sino con profunda admiración. Así se entienden estos versos que ella escribe a México, desde su retiro limeño situado muy próximo del olivar de San Isidro: Puede ser que ni vuelva nunca a verte con estos ojos rotos de mi arcilla, pero siempre estará mi ancla en tu orilla aún más allá de lo que llaman muerte UNA POETA DE DIOS Amiga del notable poeta español Gerardo Diego; admiradora de Lope de Vega, Rubén Darío, Unamuno o Antonio Machado, Esther M. Allison ya culminó su viaje, pues está en la Patria de todos los creyentes: en el corazón del Amado galileo. No una criatura o una hija de Dios: una Poeta de Dios. Hasta Él emprendió la travesía desde muy joven. Por eso su discreción, su despojamiento: Anónima tú, en la tierra… Pero los ojos de Dios, cubriéndote, te recrean…

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