Una valoración evangélica del catolicismo romano

Contrariamente a la ambigua respuesta del libro de Noll y Nystrom, la Reforma es más urgente que nunca, tanto para los católicos como para los evangélicos.

08 DE JUNIO DE 2012 · 22:00

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¿Está terminada la Reforma? Mark A. Noll y Carolyn Nystrom. Grand Rapids, Michigan: Baker Academic. Milton Keynes: Paternoster, 2005. 272 pp., h/b., ISBN 1-84227-387-6 (*) El catolicismo romano es un problema acuciante en la agenda de la teología evangélica contemporánea. Un montón de cosas están sucediendo por todo el mundo en las relaciones entre los evangélicos y los católicos; y muchos observadores están perplejos y sienten la necesidad de reflexionar teológicamente sobre el cambio de escenario. Este libro proviene de un contexto norteamericano y sigue los asombrosos avances que han tenido lugar desde la actitud ampliamente anticatólica de muchos evangélicos hasta los años sesenta y la creciente convergencia reflejada en varios diálogos bilaterales entre la Iglesia Romana y diferentes organismos protestantes a partir de finales de los sesenta. La iniciativa norteamericana Evangélicos y Católicos Juntos es solamente uno de los ejemplos de este histórico cambio. A la luz de la actual situación, los autores se preguntan si la Reforma está concluida y si puede preverse una nueva etapa de acercamiento ecuménico. La fuerza del libro reside en el esquema informativo que retrata. En cuanto a su significación teológica, tengo dos importantes reservas. La primera de ellas consiste en que mientras estudia muchas iniciativas similares, no debate el único diálogo oficial que continúa entre el Vaticano y un organismo autodefinido evangélico como la Alianza Evangélica Mundial (anteriormente Asociación Evangélica Mundial). Este diálogo se preparó en 1988 y empezó en 1993, habiendo sido publicadas todas las actas de sus primeras reuniones. Entonces, uno se pregunta cómo un historiador de la talla de Mark Noll ha pasado por alto este detalle. Por consiguiente, el retrato que ofrece el libro no es lo suficientemente exhaustivo ya que, entretanto que sugiere una “valoración evangélica del catolicismo romano contemporáneo”, no se ocupa de una importante fuente de la relación y diálogo teológico evangélico con Roma. La segunda reserva tiene que ver con el análisis teológico ejemplificado en el libro. Los autores reconocen que han realizado “una valoración retórica e impresionista” (229) a la espera de una investigación en profundidad. No obstante, este enfoque refleja algunas debilidades y contradicciones del catolicismo romano. En un provechoso capítulo que pone de relieve los contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica de 1994, los autores arguyen que “los evangélicos pueden adoptar al menos dos tercios” del mismo (119) que es el resultado de la “ortodoxia común” basada en los antiguos credos Trinitarios y Cristológicos. Sin embargo más adelante, admiten que cuando el Catecismo habla de Cristo, le entrelazan con la Iglesia católica hasta el punto de hacer de los dos, uno (147; 149), lo cual es inaceptable para los evangélicos que consideran la exaltación de una realidad creada como un ejemplo de idolatría. Así, por una parte, existe una aparente “ortodoxia común”; por la otra, hay una profunda diferencia en el significado de sus palabras fundamentales (p.e. Cristo, la iglesia, etc.). La pregunta es ¿cómo puede decirse que los evangélicos pueden aceptar “dos tercios” del Catecismo si este documento habla de la Iglesia (Católico Romana) siempre que habla de Cristo, del Espíritu y, por extensión, de la Trinidad? ¿Estamos seguros que la diferencia real entre los evangélicos y los católicos reside en la eclesiología, dado que el punto de vista católico romano de la iglesia se argumenta en términos pneumatológicos y cristológicos? Al tratar con el catolicismo romano, especialmente en tiempos de creciente presión ecuménica, la teología evangélica debería intentar ir más allá de la superficie de las afirmaciones teológicas y procurar obtener un control del marco de referencia interno de la teología católico romana. A partir de aquí deberíamos tratar de evaluarlo desde una perspectiva evangélica. Si bien el libro tiene muchos méritos en la disposición de la imagen global, no ayuda absolutamente a los evangélicos a pensar acerca de la teología romana como un sistema complejo pero coherente. Contrariamente a la ambigua respuesta que dan Noll y Nystrom, la Reforma es más urgente que nunca, tanto para los católicos como para los evangélicos. (*) Esta reseña se publicó en Themelios 32/1 (2006) pp. 103-104. Traduccón: Rosa Gubianas

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