Fervor, populismo, Historia

Escribo estas notas el viernes “santo”, por la mañana, en Sevilla, lloviendo chuzos.

23 DE ABRIL DE 2011 · 22:00

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Mirando la historia, sus distorsiones interesadas. Vivir en Sevilla esta fecha significa que oyes necesariamente lo bien, mal, o no presentada (como este caso por la lluvia), que ha estado la “madrugá”; momento culminante, dicen, de la semana santa sevillana. Las hermandades de la madrugada no salieron. Esto supone un verdadero drama para muchas personas (familias). Es, efectivamente, en todos los sentidos, un drama estético que expresa los sentimientos religiosos de mucha gente (siempre respetables, en su libre disposición, aunque no se compartan). Aquí nos encontramos, sin embargo, con la dualidad de percepción de la Historia. La historia, por ejemplo, de una familia que iba a salir en procesión (en muchos casos, por primera vez con su, o sus, hijos pequeños como nazarenos/as) es la tristeza de que todos los preparativos e ilusiones se fueron al traste sin remedio. Pero hay también otra Historia, la de esa hermandad y sus circunstancias. Esa Historia no se debe olvidar, para que las otras “historias” queden enfocadas adecuadamente. Y en Sevilla hay mucho de Historia. Les propongo recordar algunas notas de esa Historia. Para no irnos lejos de este viernes, una de las cofradías principales de la madrugada es la Macarena. Tiene su Historia y sus “historias”. Conocido de todos: en el primer momento del llamado Alzamiento Nacional, Sevilla tuvo un papel importante. Se mantuvieron fieles a la República algunos barrios obreros (rojos); entre ellos el de la Macarena. El general Queipo de Llano fue el encargado de establecer el nuevo orden (para lo que se usó el método inquisitorial de la “pedagogía del miedo”). El lugar preferido para los fusilamientos fue precisamente las antiguas murallas de la ciudad que se conservan (de la Macarena, a unos metros de la basílica actual). Terminada la contienda y asentado el poder del general Queipo, se procede a su confirmación por la presencia en los medios religiosos de la ciudad (los mismos que ahora tienen sus “historias” fervorosas legítimas). Unos militares forman la hermandad de la Victoria (1939, es evidente de qué victoria se trata, aunque se diga luego que es la victoria de Cristo). Queipo pone la primera piedra de las iglesias (ahora son cofradías con el mismo nombre popular) de San Gonzalo y de Santa Genoveva, a las que ayuda para su construcción y funcionamiento (lo cual es correcto y legítimo, pero que él se llamara Gonzalo y su esposa Genoveva es simple coincidencia, si se quiere olvidar); fue el mentor de la construcción de la actual basílica de la Macarena (en el lugar de una antigua taberna casi derribada en los actos de guerra contra el barrio rojo). En ella está enterrado (hace dos años borraron de la lápida las referencias al Alzamiento) y fue amortajado con el manto de la Virgen, la cual lleva en su procesión (creo que este año ya lo eliminaban) el fajín de honor regalado por el general. No pasa nada, no se trata de recuerdos malévolos, pero la “historia” de una familia con su fervor cofradiero en nuestro presente, solo se hace Historia de nuestro presente si se la relaciona con la Historia de su cofradía. La libertad presente no puede cimentarse y fortalecerse fuera de una adecuada perspectiva de nuestra Historia pasada, que en muchos casos es una Historia de opresión de la libertad. Otra nota, simplemente para recordar (la verdad es la memoria desvelada). Semanas atrás, el escritor César Vidal en este mismo periódico mostraba datos de por qué España se quedó fuera del Plan Marshall. Se trataba de la ausencia de libertad religiosa en España, lo cual el presidente Truman consideraba un factor imprescindible. Me parece que no indicaba, sin embargo, un hecho clave en esa percepción. En Sevilla, en la calle de Relator, fue asaltado e incendiado el edificio de la iglesia de San Basilio, de la iglesia Española Reformada Episcopal. Era el 2 de marzo de 1952. Estaban dentro su pastor y un grupo de miembros de la iglesia ensayando himnos para la semana santa. El asunto fue muy comentado en Estados Unidos (y muy criticado por sectores de órdenes católicas) y sirvió de botón de muestra final de la ausencia de libertad religiosa. Esa “historia” no formó parte de la información de la Historia de España en su momento (solo apareció en un periódico de Granada, ¡y como información de su corresponsal que señalaba algo que aparecía en la prensa de Estados Unidos!). Una nota más, ésta la retomaba como reflexión en el recuerdo de un suceso reciente en la Sagrada Familia de Barcelona. Fue consagrada por el papa con toda la presencia y testimonio posible de las autoridades. Correcto y sin problemas. Pero no conviene olvidar que la famosa iglesia es el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. “Templo Expiatorio”, ¿y de qué va esa expiación? Fue el proyecto de unos fieles católicos para que sirva para expiar el pecado de la ciudad de Barcelona: ese pecado era, entre otras cosas, la filosofía liberal, con sus propuestas de libertades sociales (incluida la de religión). Que estuviera en primera fila en su consagración un presidente socialista es simplemente una “historia” que debe verse en la perspectiva de la Historia de la razón de ser de ese templo. (En el mismo contexto y finalidad se levanta el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón en el Tibidabo, para ser freno de la ira de Dios contra Barcelona por sus pecados.) La ocultación nunca es lugar adecuado para la libertad. Conocerlo todo, tomar en cada caso lo bueno. Una nota final. Seguimos en Sevilla. Ante la visión de las procesiones por las calles no puedo eliminar del recuerdo la similitud con las procesiones de los autos de fe de la Inquisición. Todo es muy semejante en su formato exterior. Sevilla está llena de “historias” de esas parroquias donde ahora se reúnen y forman procesiones, que en otro tiempo se reunían y formaban para los autos de fe (menores, “autillos”). El lugar final para los relajados era el mismo: el quemadero y el brasero. Precediesen de la ceremonia en la Plaza Mayor (San Francisco, igual de organizada como ahora para la semana santa), o de parroquias menores (San Marcos, San Pablo, Santa Ana) terminaban en el mismo sitio, con la gente participando expresamente o “viendo” la procesión. (Igual en Madrid en su Plaza Mayor con su fiesta formidable de presencia social para “ver” (y ser vistos) la acción inquisitorial, o Valladolid, o Toledo, o …). Una curiosidad histórica: en el lugar donde se ubicaba el brasero (metro más o menos), Sevilla levantó su pabellón en la Exposición Iberoamericana de 1929. La idea era recibir a los países hermanos con los brazos abiertos (figura de la Plaza de España), pero eso se hizo en el lugar donde aquí se quemó la libertad de conciencia y se llevó el leño encendido para el Nuevo Mundo (cada uno que lea su “historia” como entienda mejor). Pero era también el lugar donde llegaba la procesión, el lugar donde se levantó un convento para venerar a la Inmaculada para que favoreciese a Sevilla, el lugar desde donde primero hizo procesión una imagen de esa inmaculada (creo que 1612, y me parece que la imagen todavía se conserva en algún lugar de Sevilla). Muchas imágenes; muchas “historias”; pero que debemos colocar en la perspectiva de una Historia sin ocultaciones, para poder asumir y vivir nuestra propia libertad. Y que estas “historias” de fervor procesional no oculten la Historia del que murió en la cruz y resucitó. Que nació de María virgen (¿por qué se reirán de esto algunos que llevan una “virgen” en su pecho?), que padeció bajo el poder de Poncio Pilato, que murió y fue sepultado, que resucitó al tercer día, que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. ¡El Señor de la Historia que ha llevado en sus hombros nuestras “historias” para que ahora en él seamos libres!

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