Huelga de abuelas

Apenas habían pasado unos minutos desde que su hija de tres años dormía cuando cayó rendida en el sofá. La venció un sueño profundo aunque sabía que muy pronto su bebé lloraría reclamándola para amamantarse. La felicidad que tanto ella como a su marido experimentaban con sus hijos no les evitaba el gran cansancio que arrastraban desde el nacimiento del pequeño.

23 DE FEBRERO DE 2008 · 23:00

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Soñó que bañaba a la mayor, le daba la cena y la metía en su cama mientras oía llorar al pequeño, y se veía impotente de llegar a todo. Entretanto su madre —la abuela— estaba sentada en el sofá mirando la televisión ausente por completo de su apuro. Estaba tan rara que no la aconsejarla sobre la compra, la cocina y las pequeñas enfermedades de los niños.

Por la mañana la abuela no se presentó para preparar a la mayor y atender al pequeño mientras ellos iban a trabajar. Su marido tuvo que avisar al jefe de que llegaría tarde porque tenía que acompañar a su hija a la guardería, ella saldría antes de trabajar para recogerla.

No había abuelos a la entrada de las guarderías sólo padres y madres nerviosos como si en todas las casas con niños pasara algo parecido.

En los trabajos había mal ambiente por los atrasos imprevistos de los empleados y las solicitudes de horas de permiso especial. En las casas de los abuelos había silencio, orden y limpieza aunque también aburrimiento y tristeza. Hasta algún economista de renombre se preguntaba quién iba a pagar el coste de tantas horas laborales perdidas. Tomó el teléfono y antes de marcar ningún número escuchó por el auricular «Las abuelas se han declarado en huelga»

Se despertó sobresaltada y comprendió que había sido una pesadilla porque las abuelas no hacen huelga. Que ¿quién paga las horas perdidas? el mismo que retribuye el trabajo de las abuelas, es decir, nadie.

El trabajo de las abuelas es impagable, no lo hacen por dinero sino por amor. Ellas son felices cuando ayudan sus hijos/as y conviven con los nietos cohesionando la familia.

Quién va a pagar la sabiduría, la veteranía, el cariño, la maestría con los “pequeñajos” y hasta la habilidad en la cocina que sólo ellas acumulan. De dónde vamos a sacar dinero suficiente para compensar a unas mujeres que cuando tenían sus propios niños lo dieron todo y, curiosamente, todavía les queda tanto por dar.

¿Alguien se ha planteado que pasaría en este país si algún día las abuelas se declararan en huelga de verdad?

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