«Éxodo descifrado»: ¡ojo!

El otro día, y por causalidad porque me lo hizo notar mi hijo, vi que estaban dando por la tele un documental sobre el Éxodo. Lo miré y me quedé a verlo hasta el final atraído por la calidad del mismo. Es un trabajo hecho con esmero tanto en su forma como en su contenido. Llama además la atención la elevada inversión económica que ha sido necesario hacer tanto en la investigación como en su realización técnica, dados los tiempos que vivimos de desinterés bíblico.

27 DE ENERO DE 2007 · 23:00

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Finalmente el presentador llevaba al espectador a una doble conclusión: a) el Éxodo fue una realidad de la que no debiera haber dudas, y b) ¿podría ser que tras el mismo hubiera actuado un ser superior (Dios)? Dicho esto, creo que vale la pena hacer unos comentarios que te comparto: 1. La calidad de la presentación como la originalidad de algunas de las propuestas planteadas a nivel arqueológico, no aseguran la validez de la hipótesis formulada. En este sentido debiéramos ser cautos tras la ilusión que puede generar haber visto el documental. Que una hipótesis sea interesante, no confirma por ello la tesis que desea demostrar. Que una explicación encaje con una pregunta, no asegura que aquella sea la respuesta adecuada. Es decir: una hipótesis posible no asegura que sea la explicación. 2. No puedo opinar demasiado acerca de las pruebas arqueológicas aportadas, no estoy capacitado para ello. Sí detecté que el peso de prueba era bien distinto según de lo que se hablaba. En algunos casos, abundante, en otros un tanto escaso y casi requiriendo un margen de condescendencia del espectador. Eso no quita que reconozca el mérito de buscar dar respuesta a algunos de los misterios del Éxodo como, por ejemplo, la décima plaga. Pero hubo algo que sí me llamó poderosamente la atención: intenta explicarlo TODO. Algo utópico de por sí. La misma Escritura no lo hace, siempre queda algo fuera de contexto que no entendemos, que no encaja, que nos preguntamos. La revelación no es un producto redondo que no tenga soluciones de continuidad. ¡Es así! Lo cual me ha llevado a sospechar de cualquiera que quiera (o pretenda) contestar y explicarlo todo. Trabajo imposible. Si Dios mismo no lo hace, ¿podremos nosotros? Pese a lo que puedan opinar algunos entusiastas de la apologética arqueológica, la arqueología bíblica es frustrante si uno espera encontrar material abundante para la defensa de la Escritura. Cosas que parecían concluyentes se han tenido que revisar después porque no tenían base suficiente. Recordemos el caso de la sábana de Turín, por ejemplo. Hay un riesgo en el manejo, si no es correcto, de este tipo de material. Al intentar usarlo como prueba para la fe, por la evidencia que en un momento parecía obvia, puede llevar al efecto contrario de incredulidad cuando en el futuro ésta ha sido contestada y descartada. Al haber vinculado a Dios en el tema, la gente se revuelve, no contra la prueba en sí –que sería lo propio– o contra sus defensores entusiasmados, sino contra Dios, cuando éste no había dicho nada. 3. La relación con Dios requiere fe. Fe que necesita su grado de evidencia para que no sea estúpida credulidad, pero fe que no puede seguir el argumento de cuando todo esté claro, entonces creeré. Este argumento muestra un deseo de no creer a (en) Dios, lo que es una actitud del corazón, no ya de la mente, que no se resuelve sólo con demostraciones. Estando Jesús crucificado, los principales sacerdotes, los escribas, los fariseos y los ancianos, reconocieron que a otros salvó. Pero añadieron: “a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él”. Si Jesús hubiera descendido no hubiera producido cambios en su corazón, porque la evidencia previa de la salvación de otros, que sí admitían, no los cambió. (Bajar de la cruz hubiera generado miedo y sujeción, pero no amor). 4. La fe no quita la pregunta legítima de cómo Dios obró los milagros, por ejemplo los del Éxodo. Decir que Dios puede hacer lo que quiera no quita que no pueda seguir un método y, en el caso del Éxodo, uno secuencial. No olvidemos que las ranas eran ranas, y los piojos, piojos, y las úlceras, úlceras. Es decir: seres vivos o fenómenos biológicos y físicos constatables, propios de nuestro ámbito terreno. Dios sabía cómo y cuando usarlo. Quien no tenía ni idea de ello era Moisés que actuaba por fe y obedecía la orden divina de usar su vara para provocar una plaga, cuando ésta (en la providencia divina) ya estaba en marcha desde antes. Un observador diría: ¡lo que hace la vara! Un religioso: ¡lo que hace el creer! Pero un creyente: ¡lo que hace Dios! ¡Un abrazo! Carlos

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cartas de un Amigo - «Éxodo descifrado»: ¡ojo!