¡Fútbol, más fútbol, por favor!

En ocasiones, cuando se llega a ciertas situaciones en la vida y puedes permitirte el lujo de mirar atrás con relativa calma, quizá te sea concedido el apreciar algunos de tus aciertos y de tus errores. Vislumbras incluso las encrucijadas, aunque es posible que cuando las viviste no te percataras de que lo eran, e intuyes que, de haber tomado otro camino, las cosas quizá hubieran sido diferentes.

18 DE SEPTIEMBRE DE 2010 · 22:00

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En mi caso, en los últimos años, y muy especialmente en estas últimas semanas, he sido consciente de lo que ahora entiendo que ha sido uno de mis mayores errores en la vida, y está relacionado con el ámbito de las aficiones. ¡Qué distinto hubiera sido todo si me hubiera fascinado el mundo del fútbol! Ahora que estoy tomándome la cuestión de manera seria, me he dado cuenta de las infinitas ventajas que me he perdido. Por ejemplo, estar imbuida de un sentido de pertenencia compartido con cientos, con miles de personas, según la grandeza del club del que me haga seguidora. Y eso es importante, pues te hace sobrellevar mucho mejor ese tema que nos ronda siempre, el de la soledad. La oportunidad de conversar y discutir, creo que también puede ser de mucha ayuda en este aspecto: he observado, en algunas cafeterías por ejemplo, que puedes intervenir aunque no conozcas a nadie, y expresar tus opiniones sobre muy diversos temas relacionados con el fútbol. En este punto, aprecio otra gran ventaja: se puede hablar de estrategias de juego, de calidad y rendimiento de los jugadores, del papel del entrenador, de la economía del club y de su gestión más o menos acertada, de la belleza y el espectáculo de un partido en sí, de los posibles fichajes, del equipo ideal... ¡Qué maravilla! ¡Cuántas posibilidades! La participación en el fútbol es otro de los aspectos que ahora valoro como muy positivo: siempre puedes echar un partidillo con los amigos, ¿no? Ya sé que tendré que aprenderme el reglamento, pero no puede ser tan difícil (con empeño, sabré discernir cuándo se produce un fuera de juego, que es lo que me tiene más despistada…). Participar, decía. Bien, quizá correr a estas alturas ya no, pero hay otras maneras: ir al campo a animar a los tuyos, hacer apuestas, ser socia, sentarte en el sofá con una cerveza y algo de picar, procurando gritarle al televisor los consejos o las imprecaciones que se consideren oportunos… Esto último reconozco que puede costarme: ¿cómo aguantaré dos horas sentada mientras aquellos jovencitos corren detrás de una pelota… con todo lo que tengo por hacer? Pero bien, sé que si me pongo firme en mi determinación, puedo conseguirlo, faltaría más. He estado informándome: parece ser que hay fútbol todos los días. ¡Qué cosas! Bien, todos los viernes no, pero, ¿qué más se puede pedir? Liga sábados, domingos y lunes, y otras competiciones los otros días. Y me he elaborado un horario de consumo de fútbol, para ser una buena aficionada: al salir de casa a primera hora, adquirir un diario deportivo. Si vuelvo a tiempo, a primera hora de la tarde, ver esos programas de televisión que son como de prensa rosa, pero de fútbol. Por la tarde y a última hora de la noche, escuchar por la radio los distintos programas que se emiten. Y todavía me quedarían los canales temáticos. Es un plan bastante bueno, ¿eh? Queda un último aspecto, que creo es el mejor. Es el del sufrimiento. Si acompañas a un equipo ligando parte de tus sentimientos y tu corazón a su fortuna, sufres. Y te emocionas. Y te alegras. Pero es un poco de mentirijillas, pues sabes (por lo menos a mi edad lo sabes), que no importa. O en todo caso, no importa mucho (quizá esta premisa me hace ser una mala candidata a aficionada al fútbol…). Bien, lo que decía: este sufrimiento catárquico está bien, porque no es trascendente, pero como el fútbol lo llena todo, todo, puede hacer palidecer lo demás, lo que de verdad nos duele y no le vemos remedio. Como por ejemplo… No sé ni por dónde empezar. Nuestro mundo. Que se nos cae a pedazos, y no somos conscientes ni de una parte infinitesimal de lo que ocurre. Y sin pretenderlo ni poder evitarlo, nos convertimos en cómplices de injusticias, de abusos, de explotación, de vejaciones y esclavitudes vergonzosas. Eso si, egoísta e interesadamente, nos giramos la cabeza hacia otro lado. Y si tratamos de aportar algo de bien que palie el dolor, la necesidad o el sufrimiento, tropezamos con la corrupción en un sinfín de niveles. ¿Entendéis por qué necesito el fútbol? Si continúo por los que deberíamos ser sal y luz en medio de este desastre… ¿Cómo saber si lo que hacemos es conforme a la voluntad de Dios, si no le conocemos? Porque no estudiamos su Palabra. ¿Cómo discernir el momento y la ocasión, si como pueblo no buscamos el rostro del Señor en oración? ¡Y cómo sabrán que somos discípulos de Jesús, el Dios humanado y muerto para nuestra salvación, si no nos amamos los unos a los otros como Él quería! Vivir el Evangelio es así de sencillo, y produce alegría de corazón que desborda en alabanzas. Si en alguna ocasión crees que ésta sería la buena línea, y lo comentas, y te dicen que te calles y obedezcas, siempre puedes aficionarte al fútbol. Si te indican la puerta, lo mismo. ¡Piensa que el fútbol es una afición a nivel planetario! Si un amigo te deja. Si alguien que se te declaraba íntimo, donde dijo digo dice diego, y es el que con más saña se echa sobre ti, siempre nos queda el fútbol. Personalmente, y por lo que ahora sé, lamento no haber seguido al Barça el pasado 2009. Hubiera estado bien… O este 2010: ¡me he perdido lo de la roja! Pero, en fin, ¿no dicen que nunca es tarde si la dicha es buena? Fútbol, más fútbol, por favor, que yo prometo aficionarme.

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