Israel e Irán, al más puro estilo Guerra Fría

La última escalada de violencia en el conflicto entre Israel e Irán es la punta de lanza de una serie de movimientos y estrategias geopolíticas por parte de grandes potencias externas.

Jonatán Soriano , Redacción PD

BARCELONA · 22 DE MAYO DE 2018 · 12:00

Una bandera israelí en una señal en los Altos del Golán. / Jalaa Marey, AFP,
Una bandera israelí en una señal en los Altos del Golán. / Jalaa Marey, AFP

La tensión en las relaciones entre Israel e Irán se ha escenificado como nunca antes durante las últimas semanas, con una agresión mutua entre las tropas iraníes desplegadas en Siria, que lanzaron cohetes sobre el territorio parcialmente ocupado de los Altos del Golán, y los israelíes, que respondieron bombardeando las afueras de Damasco. Según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, 5 soldados sirios y 18 de las fuerzas aliadas del régimen de Al Assad, fallecieron durante el ataque. Pero detrás de este conflicto existen grandes operaciones geopolíticas por parte de las potencias externas implicadas en el conflicto.

A principios de abril, en Ankara, los presidentes de Irán, Turquía y Rusia, Hassan Rouhaní, Recep Tayyip Erdogan y Vladímir Putin, plasmaban la unidad de los tres países para mediar por un alto el fuego duradero en Siria. Una unidad, sin embargo, ligada a unos intereses concretos.

Por otro lado, los últimos gestos diplomáticos de Donald Trump respecto a Israel, como el reconocimiento de Jerusalén como su capital y el traslado de su embajada a esta ciudad, y sobre todo la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear de Irán, juntamente con las declaraciones del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, que en abril reconoció públicamente que el Estado israelí tiene derecho a su propio territorio, son evidencias de la existencia de dos grandes bloques enfrentados por aumentar su control en la región de Oriente Próximo.

 

RUSIA: UN “PACIFICADOR” CON CONDICIONES

En septiembre de 2015 Rusia anunció que intervendría militarmente en la guerra de Siria. Un hecho que, en todo momento, ha justificado por la necesidad de restituir las instituciones sirias y evitar que el conflicto depare en otro estado fallido, como ha ocurrido con Libia e Irak. “La intervención de Rusia en el conflicto sirio fue decisiva para el fortalecimiento de Al Assad” –que ha recuperado gran parte del territorio perdido ante opositores e islamistas, como la ciudad de Alepo– “y sus aliados, Irán y Hezbollah, y de forma indirecta ha contribuido a agudizar el conflicto”, asegura el profesor del Departamento de Política y Gobierno de la Universidad Ben Gurion, Dani Filc.

Pero la entrada de Rusia en la guerra también ha aportado una cierta estabilidad a la región. “Rusia ha recuperado el protagonismo perdido en la zona y se ha asegurado una mejor posición en el mapa geopolítico mundial. Es raro que inicie una pelea porque tiene mucho que perder. Se juega su posición y credibilidad geopolítica tanto en la zona como en la comunidad internacional. Sus estrategias serán más calculadas y a largo plazo”, manifiesta el consultor y analista político de Imparcial Consultores, Olaf Bernárdez.

Filc, en cambio, sí ve intencionalidad rusa en el enfrentamiento entre Irán e Israel. “Mi impresión es que Putin dio su consentimiento no explícito a los ataques”, remarca. Rusia ha intentado en diversas ocasiones crear una coalición internacional con la justificación de combatir al autodenominado Estado Islámico, aunque la respuesta, finalmente, haya sido el apoyo de Erdogan, condicionado a un consentimiento tácito de la invasión turca de la región kurdo-siria de Afrín, y al despliegue en Siria de las tropas de Irán, que se disputa la hegemonía de Oriente Próximo con Arabia Saudí. “Irán ha conseguido crear un corredor chií que va desde Teherán hasta el Mediterráneo, pasando por Siria y el Líbano. Turquía, que ahora es aliada circunstancial de Rusia e Irán, necesita un vecino estable y sabe que Rouhaní se lo puede facilitar ahora”, remarca Bernárdez.

 

Rouhaní, Erdogan y Putin en Ankara. / AP

El acuerdo entre los tres países no debe verse como una colaboración a largo plazo. Por ejemplo, el Kremlin accedería a una Siria sin Al Assad, mientras que Irán sí pone como condición la presencia del actual presidente en el futuro gobierno sirio que se forme después de la guerra. El presidente Rouhaní es, quizás, quien se juega más en estas circunstancias. Si bien, la situación es vista como una oportunidad para aumentar su presencia y poder en la región, la retirada de Trump del acuerdo nuclear que Obama y el presidente iraní firmaron en abril de 2015, lo pone en la tesitura de recuperar el programa de enriquecimiento de uranio, para calmar la presión del sector islamista conservador, pero acabando de esta manera con la medida estrella de su legislatura, que fue el acuerdo.

 

ESTADOS UNIDOS: GASOLINA PARA APAGAR EL FUEGO

La actitud de Trump hasta ahora en Oriente próximo ha sido tan característica como lo fue durante su campaña electoral y como lo es en otros asuntos. El presidente de los Estados Unidos ha reactivado la violencia en el conflicto entre Israel y Palestina con tan sólo dos acciones diplomáticas; el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado israelí y el traslado de la embajada estadounidense a esta ciudad. Hecho que, por cierto, ha generado una reacción en cadena en otros países de Occidente.

Pero quizás el gesto más peligroso haya sido abandonar el acuerdo nuclear alcanzado por el ex-presidente Barack Obama con Irán en 2015. “Estados Unidos cree que es mejor tener a Irán con sanciones y con la posibilidad de que desarrolle un arma nuclear en lugar de un Irán controlado en lo nuclear pero cada vez más poderoso en lo económico. Entienden que si se desarrollase como potencia nuclear siempre se le podría atacar preventivamente, además del tremendo coste del desarrollo nuclear que lastraría económicamente al país. Sin embargo, un Irán en crecimiento económico podría ser cada vez más capaz de proyectar su influencia en la región y Estados Unidos ve eso más peligroso”, señala Bernárdez.

Estados Unidos es un evidente aliado de Israel y también, ahora mismo, de Arabia Saudí, que es la otra gran potencia regional con la que Irán se disputa un mayor control e influencia en Oriente Próximo. Tal es la situación que el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, ha llegado a declarar que el Estado israelí tiene derecho a su propio territorio. Algo sorprendente si se tiene en cuenta que Arabia Saudí ha sido un histórico integrante de la Liga Árabe que ha combatido contra Israel en las diferentes guerras árabe-israelíes. “Un enfrentamiento abierto entre Arabia Saudí e Irán no beneficiaba a nadie porque sería una guerra como la que hubo entre Irak e Irán en la década de 1980, pero más letal y sin victoria para ninguno de los bandos. Además, debemos recordar que Estados Unidos y Rusia podrían permitir algún tipo de hostilidad, pero no luchas abiertas que pudiesen minar su control”, reitera Bernárdez.

 

NETANYAHU Y SU RÉDITO POLÍTICO

Uno de los grandes beneficiados de la situación es el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Además de la amplia tendencia favorable a nivel diplomático internacional, generado por el reconocimiento de Donald Trump sobre Jerusalén y de Mohamed bin Salmán sobre el Estado israelí, la posición de Israel en el escenario de Oriente Próximo parece avanzar hacia un fortalecimiento sin mayor dilación. “Netanyahu tiene una visión confrontativa pesimista de la relación entre Israel y el Oriente Próximo. Cree que el conflicto es permanente y la paz y los acuerdos una ilusión, que postergan el inevitable choque a un futuro en el que las relaciones de fuerza puedan ser menos favorables a Israel”, matiza Filc.

Si bien se ha intensificado su conflicto con Irán y ha regresado la violencia a la Franja de Gaza, goza de una protección más amplia por parte de Arabia Saudí y mantiene la relación con Rusia, que no está interesada en perder ni un sólo aspecto de su equilibrio diplomático en el territorio. “A Rusia no le interesa la escalada del conflicto entre Israel e Irán sobre suelo sirio porque haría peligrar sus logros regionales. Sin embargo, la contraofensiva israelí va a tener como efecto el refuerzo de los halcones de la línea dura iraní, puesto que Rouhaní será presentado como quien apostó por el fracasado acuerdo nuclear y se le verá como un contrincante débil frente a Israel. Esto será una profecía autocumplida para Netanyahu y su también línea dura”, apunta Filc.

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