E. Stunt: “Invertir en personas es caro, pero vale la pena”

La presidenta del Pograma Turmanyé, Elísabet Stunt, asegura que necesitan apoyo económico y de personal para la Casa Hogar, su proyecto principal en el cuidado de los niños en riesgo de exclusión social. 

Jonatán Soriano

BARCELONA · 13 DE AGOSTO DE 2015 · 10:00

Una mujer trabajando en el taller de Tejidos Turmanyé. Foto: Alianza Solidaria-Turmanyé,Tejidos Turmanyé
Una mujer trabajando en el taller de Tejidos Turmanyé. Foto: Alianza Solidaria-Turmanyé

Bagua (Perú) 2009. Trenta y cuatro personas pierden la vida en unos enfrentamientos entre indígenas y policías a causa de las protestas contra el Decreto Ley 1090, que relajaba la protección de la selva y de los pueblos amazónicos en el país, el contexto de la firma de un tratado de libre comercio Estados Unidos-Perú. El presidente de entonces, Alan García Pérez declara: "Los indígenas son ciudadanos de segunda categoría". 

Los niños y los pueblos selváticos son las comunidades más desprotegidas y expuestas a riesgo, tal como declara la presidente del Programa Turmanyé, Elísabet Stunt. Este programa, impulsado por la Alianza Solidaria en la región peruana de Ancash desde 1999, pretende transformar la concepción que se tiene sobre la infancia, muy desvalorada, y ayudar a las comunidades indígenas en su mejora del acceso a los recursos básicos. A través de la entrevista que se puede leer a continuación, concedida en exclusiva a Protestante Digital, Stunt destaca la necesidad de implementar la acción social y la preocupación por la niñez desde las instituciones públicas y también apela al deber propio que cada persona tenemos con nuestros prójimos más indefensos y expuestos al sufrimiento. 

P.: Gracias por tu tiempo Elísabet. Para comenzar ¿podrías explicar en qué situación se encuentra actualmente el proyecto de Turmanyé?

R.: Hemos recorrido quince años de trabajo en Huaraz y el Señor ha prosperado mucho su obra, la cual ha crecido más allá de nuestras expectativas y se siguen abriendo un montón de oportunidades. Comenzó con la Casa Hogar, que continua en la actualidad con quince menores albergados, aparte de otros muchos contactos que se mantienen con los chicos mayores de edad que han ido saliendo de la Casa en un proceso de independencia progresiva  pero que siguen en relación con nosotros. Además, Dios abrió otras posibilidades de trabajo en los pueblos quechua y también proyectos enfocados a la educación infantil. La idea de Turmanyé en todos sus proyectos es proveer oportunidades de lo que no tienen estos pueblos, y en las áreas en las que padecen mayor dificultad, proveer nosotros. En este sentido, en Perú no existe una educación garantizada para todos los niños y nosotros colaboramos en el establecimiento de escuelas infantiles que, una vez funcionan, acabamos cediendo al estado. Siempre basando nuestra trabajo en conocer a las personas y compartir del amor de Dios en todo momento.

Por varios años también tuvimos un comedor. Se acabó cerrando en abril de 2014 porque la situación económica de algunas de las familias involucradas había mejorado y creímos oportuno que les tocaba asumir su independencia de nosotros y llevar adelante la crianza de sus hijos. Dejar de ayudar a alguien es siempre difícil pero mantenemos el contacto con las familias y continuamos prestando apoyo a dos de ellas, que se encuentran más necesitadas.

Tejidos Turmanyé comenzó con madres del comedor, para que aprendiesen un oficio. Hoy día es un negocio establecido con trabajadoras formadas y una repercusión que va más allá de la Huaraz. Algunas de las empresas que nos han apoyado en el proyecto nos han pedido réplicas en otros lugares. Así que seguimos formando a personas pero trabajando y vendiendo, a nivel de exportación, y luchando contra nuestras propias carencias.

Además de los proyectos de desarrollo económico, también tenemos proyectos de enseñanza a través de convenios con centros educativos técnicos de la ciudad, por tal de abrir oportunidades de formación a las personas que están en situación de riesgo de exclusión social.

También sigue el trabajo con chicos de la calle. Son chicos que pasan mucho tiempo en la calle y, aunque no viven allí, afrontan los riesgos y las dificultades que ello conlleva. Especialmente se trabaja en reforzar las familias porque entendemos que la inmensa mayoría de los problemas que padecen estas personas provienen de carencias y de desestructura familiar. Hay algunos muchachos con los que hemos trabajado y que ahora tienen sus parejas y sus bebés, y queremos enseñarles otros  modelos que puedan garantizar la seguridad de sus hijos y los vínculos afectivos que no han conocido.

El Café Turmanyé se cerró porque era demasiado caro mantenerlo abierto. El alquiler del local era muy fuerte, el pago de unos sueldos dignos y de unos contratos de trabajo legales no nos permitían competir con el resto del sector, porque aquí el mundo de la hostelería aquí no funciona así. Las jornadas son exhaustivas y los sueldos bajos. Entonces no podíamos competir. Además había una necesidad de alguien que se encargase de la gerencia del negocio. Tuvimos una hermana que murió. Pese a ello, conservamos la maquinaria y no hemos renunciado al proyecto. Simplemente esperamos a encontrar personal adecuado y una manera de competir con el exceso de los precios.

Un adolescente junto a una pancarta del Programa Turmanyé. Foto: AS-Turmanyé

P.: ¿Cómo definirías la evolución que habéis experimentado en los últimos años?

R.: Turmanyé siempre ha querido estar articulado al desarrollo general de la región y trabajar con otros organismos que están enfocados en este mismo de población. Al principio era muy difícil. En paralelo trabajamos con autoridades judiciales por nuestros niños de la Casa Hogar, y por años hemos querido tener una relación más cercana que no se ha dado. Ahora mismo damos gracias a Dios porque se han abierto puertas y hay más accesibilidad porque ven que el trabajo es serio y que no comenzamos algo y lo dejamos a medias, sino que deseamos permanecer aquí y vincularnos con lo que ocurre a nivel nacional. En estos últimos años ha sido un factor muy bueno. También estamos en un proyecto con el gobierno de Finlandia para crear una red con las autoridades que deciden el futuro de los niños sin hogar. Y esa financiación y la estructura de un programa nos han ayudado. De todas formas no se pueden obviar los efectos de la crisis, que han golpeado muy duro a Turmanyé. Por ejemplo la cantidad de creyentes que se han quedado en el paro en España ha provocado la disminución de apoyos.

A nivel de liderazgo también hemos tenido cambios. Yo he sustituido a María Jesús Fernández como presidenta y ha aparecido la figura de la directora ejecutiva, que se ha delegado en una hermana peruana.

P.: ¿Por qué son relevantes estas comunidades en el Perú? ¿Por qué es importante recuperar a estas comunidades para Perú?

R.: Estamos convencidos de que todo el mundo necesita del amor de Dios, y desarrollar a plenitud sus capacidades en una vida integral. Turmanyé está abocado a la población en riesgo porque han tenido menos oportunidades y justamente el nombre del proyecto (arco iris en quechua) es como una nueva esperanza de un inicio. Que personas que han sufrido mucho, tengan la oportunidad de conocer a Dios y también modelos de vida distintos. Más saludables y equilibrados, que les permitan desarrollarse de una manera global. Entonces la población en alto riesgo social está en el corazón de Turmanyé desde el principio. Específicamente aquí en Huaraz porque cuando María Jesús estuvo buscando donde ubicar la labor, aquí las personas respondieron con lo que ellas podían aportar. No queremos ser una oenegé que solamente da y crea dependencia, sino estimular y desarrollar las capacidades de la población. Por ejemplo, los pueblos andinos estaban dispuestos a construir un centro de salud si nosotros poníamos las personas y lo coordinábamos. Por eso estamos en Huaraz.  

P.: ¿Cómo encaja un proyecto con valores cristianos como Turmanyé, con el día a día de la ciudadanía peruana y con las otras organizaciones?

R.: Estamos en un tiempo de libertad y podemos señalar en nuestros estatutos que somos una organización cristiana y cuáles son nuestros fines. Incluido el de un cambio integral a través del conocimiento de Jesucristo. Lo que nos da libertad de añadir a nuestro programa actividades evangelísticas y de formación. Estas personas están dañadas y la única fuente de restauración completa es Dios. Si Dios no restaura desde el interior las vidas, el apoyo social que puede hacer cualquier institución se queda sin arraigamiento y es pasajero. Por eso creemos que hay que compartir el evangelio, con todo lo demás. Las otras instituciones saben que somos así, y anhelamos vivirlo cada día, no sólo en papel. Por ejemplo, en la transparencia de nuestras cuentas. Aquí hay mucha corrupción y saben que en eso no entraremos. También saben el valor que le damos a la palabra, que nuestro sí es sí y nuestro no es no. Tenemos que recordar siempre que somos embajadores porque siempre no están viendo. En el mercado, en el taxi. Todo el tiempo. A veces hay recelos hacia los evangélicos, pero hay más apertura y oportunidad que en España, por ejemplo.

Un mercadillo solidario organizado para Turmanyé. Foto: AS-Turmanyé

P.: ¿Cómo os habéis relacionado con los sucesivos gobiernos regionales y nacionales desde el inicio de vuestra actividad en Perú?

R.: La relación con el Gobierno es difícil. Primero porque vivimos en provincias muy alejadas y la labor se centraliza muchísimo en Lima. El Gobierno actual es más nacional pero estamos a años luz que la proximidad llegue hasta aquí. Hay dificultades de gestión y necesidad de delegar responsabilidades. Las personas que están encargadas de los servicios sociales no siempre son las más idóneas. Nosotros trabajamos más a nivel regional y local, con el Ayuntamiento y la corporación regional. Pero es complicado. No hay una estructura de apoyo social en el país. Por eso estamos haciendo esta labor. En otros lugares, el trabajo de una Casa Hogar lo hacen las autoridades. Aquí no. Y queremos suplir esta carencia, aunque en la medida de lo posible y en cuanto se mantiene esta carencia estructural en el país.

P.: ¿Qué necesidades afrontáis como proyecto?

R.: Tenemos necesidad de los fondos cotidianos para la Casa Hogar. Cuando hay algún proyecto específico es más fácil promocionarlo y conseguir apoyo, pero el gasto permanente de una familia es muy difícil de cubrir. El nivel de vida en Perú se va encareciendo, las necesidades se aumentan y los recursos están bajos, así que se ha notado en los últimos dos años una disminución fuerte del apoyo de ofrendas. Por tanto nos enfrentamos a necesidades de ropa, comida, menaje, luz y agua, pero además debemos pagar los sueldos de las personas que trabajan allí cuidando a los niños. Esta sería la carencia más grande. Aparte de ello, también necesitamos buenos profesionales creyentes que ayuden a reforzar áreas como la psicología o el trabajo social, que aquí no están o no son suficientes. En este sentido, quisiéramos contar con un equipo más numeroso de personal con un equilibrio adecuado entre nuestra fe y la responsabilidad de hacer las cosas bien.

P.: Perdona la precipitación, Elísabet ¿Cuál es vuestra visión más próxima de futuro?

R.: Queremos dar continuidad a la labor porque los cambios bruscos hacen mucho daño y al mismo tiempo ser sensibles a los cambios que experimenta la sociedad aquí para seguir cubriendo las necesidades. Un anhelo grande, eso sí, es que mejore el cuidado de la niñez en general. Que se desarrollen unas políticas sobre los derechos de la niñez más razonables y se les dé mayor prioridad. Por eso nos estamos relacionando con otras personas, para promover una mejora en el trato a los niños y la ubicación en familias. Creemos que el modelo de Dios es el familiar y que es el que mejor funciona. Hacen falta iniciativas como la Casa Hogar porque hay muchos niños en abandono, pero deseamos promocionar más el trabajar con familias adoptivas y de acogida, tanto en nuestra propia Casa como a nivel exterior. Queremos preparar familias adecuadas para recibir a los niños y que éstos no se pasen los años metidos en una institución. Ahora hemos construido el primer piso de una nueva casa, también en Huaraz, y en enero ya entraron a vivir chicos en él. Pedimos oración para poder terminar pronto la construcción y asegurarla, porque en Perú llueve mucho y la lluvia causa grandes destrozos.

Elísabet Stunt (centro) junto a otras hermanas. Foto. AS-Turmanyé

P.: Contextualizando la situación de Perú, ¿a qué atribuirías la marginación y la ignorancia respecto a los niños y las personas indígenas en el país?

R.: En las comunidades indígenas, la distancia o la falta de comunicaciones influye mucho. Las personas de dichos colectivos viven en otra cultura y tienen muchas menos oportunidades. Lo inhóspito de la zona andina es una dificultad. También ellos mantienen una baja autoestima en comparación con los criollos o con la población más occidentalizada. Es algo que está en el trasfondo de la cultura tanto de los pueblos andinos como de las ciudades, y eso genera una rivalidad que les cierra puertas y que, entendemos, no se ajusta a la idea de que para Dios todos somos iguales. Las condiciones de vivienda, las condiciones climáticas extremas, la falta de acceso a agua potable, etc.. Hay muchos factores que intervienen. Además, en todo el país pero especialmente en la zona de la Sierra, el problema del alcoholismo es inmenso. Es incontrolado y lleva a una violencia intrafamiliar. La razón no la sé, pero es parte de su forma de vivir. Todo el mundo bebe mucho. Si se bebe no se sabe beber de manera moderada. El hecho de emborracharse en cualquier ocasión es algo común, normalizado, pero los efectos a medio y a largo plazo son muy profundos. A todo esto, en el país hay una falta de gestión. Perú es un país rico en recursos naturales pero no está bien organizado ni gestionado y esas posibilidades no llegan a todas partes. Es cierto que cada vez hay mayor capacitación en entornos oficiales pero todavía no lo vemos llegar a la población que está en una situación más precaria.

P.: ¿A qué se debe la mala situación que a la están expuestos los niños en Perú?

R.: Perú es un país grande y está dividido en tres zonas con características muy diferentes: la costa, la sierra y la selva. Entonces todo depende de la zona a la que nos refiramos. La sierra y la selva están mucho más precarizadas que la costa. Tienen problemas de acceso y se sufre otra realidad diferente a la de Lima, donde también se observan fuertes desigualdades entre el centro de la ciudad y los suburbios de la periferia. Parte del problema con los niños proviene de la concepción que se tiene de la niñez. No se les da el valor como personas completas. No se tiene en cuenta su proceso de aprendizaje y desarrollo. Ese descuido es conceptual y a ese concepto responden políticas, organización apoyos y todo un poco. La realidad que viven muchos de los niños con los que trabajamos es de abandono. Los niños se pasan muchas horas solos y en situaciones de riesgo. También comienzan a trabajar muy pronto. Existe una Ley de Trabajo, pero que no se respeta. Tanto en los pueblos del campo como en algunas zonas de la ciudad hay mucha niñez y adolescencia trabajando sin control. Ni siquiera hay estadísticas, datos o estudios que puedan hacer entender cómo está la situación. También asumen roles que no les corresponden. Por ejemplo, cuando una mujer sufre el abandono de su cónyuge en el hogar, bien porque éste se va a trabajar a otro sitio o por otro tipo de problemas, los hijos mayores asumen el rol de la figura paterna y abandonan la escuela y van perdiendo su etapa de desarrollo equilibrado de la infancia.

E.Stunt junto con dos chicos del Programa Turmanyé. Foto: AS-Turmanyé

P.: ¿De qué manera la sociedad podría revertir estas concepciones?

Lo primero es recordad cuál es el modelo de vida de Dios. El valor que Dios da a las personas es una fuerza más que suficiente para cambiar la concepción que se tiene de los niños y las mujeres, no sólo en Perú sino en el mundo entero. Si les valorásemos de esta manera y con las cualidades y las capacidades que reflejan a un Dios Grande, pues todas estas cosas no pasarían. La violencia de género, el abuso y la pobreza estructural no se darían. Eso es algo que debemos en encarnar en ejemplos vivos y diferentes, por ejemplo en la estructura familiar que Dios manda. Para los niños, el sentirse amado y valorado desde la casa va más allá de las necesidades económicas y sociales. Eso es más complicado de restaurar que no poner un programa social que les de leche. A la hora de apoyos concretos, las participaciones económicas y el apadrinamiento de niños son muy necesarios. La oración también es muy importante. Los efectos de la oración son realmente vivos y sin vuestro soporte nos cansamos, nos venimos abajo. También nos resulta muy útil la formación de líderes. Queremos trabajar con personas autóctonas y para ello es necesaria formarlas y que entiendan el valor que tienen las personas y que invertir en ellas no es malgastar fondos. Es caro, pero vale la pena. Pero recordad que estas necesidades también están en España. Hay muchas personas dolidas y dañadas en nuestro trabajo, en nuestro vecindario, que necesitan a Dios. Hay que ver al prójimo desde cerca y hasta lo último de la Tierra.

P.: Muchas gracias por tu tiempo, Elísabet. Como punto final a esta entrevista  ¿qué medidas crees necesarias a nivel gubernamental para mejorar la situación?

R.: La inversión en asuntos sociales. Es lo que menos se luce pero falta gente para afrontar la situación. El Estado no está invirtiendo lo suficiente en personas que puedan trabajar en este ámbito. Hace falta un servicio que trabaje desde las instancias oficiales y que alcance las necesidades de la población y llegue a todos los lugares. En educación y asuntos sociales, sobre todo. 

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