“En Europa sospechan de quien cuestione el pensamiento único”
Jaume Llenas, secretario general de la Alianza Evangélica Española, explica su preocupación por una Europa que restringe cada vez más la participación de personas con convicciones religiosas en el ámbito público.
BARCELONA · 29 DE JUNIO DE 2015 · 10:48
Los ataques terroristas en territorio europeo están generando una genuina preocupación en la sociedad, la cual parece no encontrar todavía una respuesta convincente ante una amenaza que no es sólo exterior, sino que procede también de focos extremistas en el mismo continente.
Sin embargo, esta situación no puede entenderse sin la perspectiva de una Europa en la que el laicismo va ganando terreno en diferentes esferas, y no tanto desde el fomento de la separación de religión y Estado, sino en el silenciamiento forzoso de cualquier discurso o tendencia que se considere “políticamente incorrecta” o contraria “al pensamiento único”.
“Es la hermenéutica de la sospecha”, explica Jaume Llenas, secretario general de la Alianza Evangélica Española, que participó recientemente en un encuentro en Francia con entidades religiosas, representantes políticos y empresariales con presencia en países de cultura islámica, para establecer un diálogo en torno a la convivencia y las dificultades que esta plantea en la sociedad actual. Una sociedad en la que cada vez más se escucha el argumento de que las religiones son peligrosas y generan división, lo cual también va calando en las instituciones y legislaciones nacionales, con restricciones que se establecen por motivos ideológicos.
Pregunta. ¿Es el hecho religioso un asunto público o sólo pertenece a la esfera de lo íntimo?
Respuesta. En los últimos años hemos visto que el sueño del laicismo era hacer desaparecer a la religión y a la espiritualidad, como que esto sería lo deseable. Es triste ver que ha sido a través de las amenazas de un sector terrorista que se escudan en la violencia que se vuelve a trabajar en la gestión de la religión en el espacio público.
Lo cierto es que lo que ocurre en la esfera de la intimidad tiene consecuencias en lo público, como sucede con cualquier otra ideología. Las convicciones internas tienen un efecto en la esfera pública, sobre todo cuando no sólo lo creo yo, sino una serie de ciudadanos. Por no atender a ello se llega a tener problemas.
En la reunión que mantuvimos estos días en Francia, los representantes de Turquía comentaban que cuanto más aumentó el laicismo gubernamental previo al gobierno actual, más aumentó el integrismo. Fomentar un extremo de un lado provocó la reacción extremista del otro.
En todo caso, hay que dejar claro que quien hace un acto de violencia es el único responsable. Los atentados no han ocurrido por los errores de los demás. Sin embargo, es notable que el laicismo ha provocado al otro extremo, lo cual no justifica un acto violento. Pero sí se entienden. Comprender no es justificar, pero entiendo las causas.
R. ¿Llega el laicismo a tomar aspectos de una cuestión identitaria, casi como una ideología religiosa, de forma que en países como Francia se quiera pretender que un “buen francés” debe defender este laicismo?
P. Hay una serie de asimilaciones que están en la nebulosa y queriéndolo o no, a todos nos afecta. Al pensar en Marruecos, por ejemplo, consideramos que todos son musulmanes. Imaginamos al marroquí como musulmán. Sin embargo, hay unos practicantes y otros no. Hay quienes ni siquiera son musulmanes, sino de otras religiones. Pero solemos caer en estas asociaciones de ideas rápidamente. El ser un buen “francés”, pensamos, debe defender el laicismo. Pero sin embargo hay personas que no se sujetan a estos paradigmas. ¿Se puede ser un buen francés y ser musulmán? No sólo se puede, sino que hay que intentarlo. La afiliación religiosa tiene que ver con otras cosas que no es sólo la nacionalidad, sino también con la política social, por ejemplo. Las asociaciones religiosas, en Francia por ejemplo, está cubriendo huecos que el estado no puede cubrir.
P. En Europa todos parten de una defensa del pluralismo, sin embargo en la práctica, cuando se trata de ideologías, no se reacciona igual a todas. ¿Hay miedo?
R. Mantenemos un doble discurso. Por una parte, identificamos lo bello de la pluralidad, que nadie nos obligue a creer nada. El pluralismo es la religión de Estado. Pero en algunas áreas es complicado de aceptar. Sobre todo cuando alguien es plural de una forma en la que no nos gusta. Por ejemplo, pensamos: “qué bello que el colectivo LGBT tenga todas las libertades para manifestarse en todos los aspectos públicos o privados”. Pero si el colectivo islámico quiere acceder a todo, con su ideología y su forma de manifestarse, lo vemos como un riesgo. Somos tolerantes con todo mientras no moleste con lo que creemos. Por eso la tolerancia se prueba ante algo que uno rechaza. La tolerancia no se prueba con las mayorías, sino con las minorías y en el sur de Europa está claro que no se va a favor del sentimiento religioso.
P. En cuanto a las religiones, parece que mientras éstas sean relativistas, no hay ningún problema. Pero cuando se posiciona, opina, comienza la sospecha. ¿Considera nuestra sociedad un peligro el tener convicciones?
R. Es la hermenéutica de la sospecha: todo lo que el otro hace, por ser diferente al pensamiento único, se entiende desde esa sospecha. La religión se entiende como divisiva, como de un colectivo problemático. Se considera que rompe la unidad. Esto ya se ve en algunas leyes y actitudes estatales: hemos llegado al punto en que algunos ciudadanos, por tener unas convicciones, tienen acceso a lo público, y otros, no.
No es cierto que los europeos sean menos religiosos. Se ha traspasado la convicción de lo religioso y la religión, en el sentido de lo que uno adora, porque la religión de la mayoría es el consumismo. Una creencia que no consiste en tener cosas, sino en tener la siguiente cosa. Entonces, dependiendo de tu religión tienes acceso al espacio público o no. Ese pluralismo, por eso, debería darse en igualdad.
El mito de la sociedad de hoy es que las religiones son peligrosas. Se difunde que las religiones son las grandes culpables de los males, las guerras... Esto es silenciar otra parte de la realidad. Sólo en el siglo XX, los grandes genocidios han sido a manos de los anti-religiosos: el genocidio armenio, el judío, el gulag estalinista, Corea del Norte, utus contra tutsis... Están ligados a la renuncia al pensamiento religioso. Pero esto no es el relato normal, sino que se repite el mantra de lo malo que han hecho los religiosos. Pero cuánto daño se ha hecho en nombre de la irreligión.
Por eso decimos que una sociedad es plural cuando se permite que todas las expresiones tengan su espacio para manifestarse. Cuando culturalmente conservadores e innovadores tienen espacio propio.
P. ¿Esta tendencia se traduce en un recorte de la libertad religiosa?
R. Recortar la libertad religiosa lo que hace es darle alas a los sectores más extremistas de la realidad. Podemos ejemplificarlo con en el tema de los atentados contra Charlie Hebdo. La violencia nunca, bajo ningún concepto, tiene justificación. Pero “Je suis Charlie”, yo no lo puedo asumir. Mi libertad de expresión no es la libertad para ofender las convicciones de otros. Soy respetuoso con las convicciones de los ateos, de los agnósticos, de los musulmanes, de los católicos, de los laicistas... Puedo discrepar de ellos, pero discrepar no quiere decir ofender. Debo expresar mi discrepancia sin ser ofensivo.
Todas las legislaciones tienen cosas que no son tolerables. No se puede decir aquí que un atentado es tolerable, eso es delito en nuestro país. En Francia negar el holocausto judío o armenio es delito. No estamos dispuestos, hay líneas rojas.
Sin embargo al hablar de los cristianos, la ofensa es constante. Puede estar en absoluto desacuerdo conmigo. Pero otra cosa es la ofensa gratuita. Creo en la libertad de expresión, pero por eso, en todos los casos hay líneas que no deben sobrepasarse. Hay cosas que no las quiero decir de forma que pise la libertad y la conciencia del otro que vive conmigo.
P. En el caso de los derechos, por ejemplo, el tema LGTB. ¿Se están redefiniendo derechos?
R. Los derechos de las personas son iguales para todos. Los derechos de una persona, sea cual sea su orientación sexual, sus derechos como individuo, son iguales. Por el hecho de tener una orientación determinada no tiene más derechos que el otro. Si a alguien le parece mal los derechos de los heterosexuales, yo puedo pensar que hay extralimitaciones en los derechos de los homosexuales. Ellos están siendo primados en este momento.
Si somos defensores de derechos, tenemos que movernos a aborrecer el desprecio. Compartimos humanidad todos. Y por ello debemos compartir una serie de derechos que son iguales para todos. Pero el derecho de una persona a ser homosexual no implica el derecho a que nadie opine que lo que hace está mal. Además, si hoy me recortas este derecho a mí, alguien te lo puede mañana recortar a ti. Por eso, las libertades de expresión, de opinión, de asociación, de reunión... son fundamentales. Debemos defenderlos, aún incluso contra la ideología de género, que pretende impedir que otros los utilicen. Aunque hay que usarlos de la forma correcta. No puedo ofender a este colectivo, puedo decir que estoy en desacuerdo, pero debo batallar contra quien quiera quitarle el derecho de decirlo.
Los derechos que son de todos, compartidos por su humanidad, son fundamentales.
Hoy hay un tremendo riesgo de recortar la libertad de opinión a través de leyes que quieren acallar a cualquier que no esté de acuerdo con el colectivo LGBT. Esto es peligroso para su propia libertad. Todos deben poder decir lo que piensan. Otra cosa es promover agresividad, o que no tengan derechos, o que sean maltratados. Debo defender su libertad, pero si para ello me tienen que quitar la libertad de pensar que hay cosas buenas o cosas malas, el siguiente paso será prohibir la Biblia.
El siguiente foco de la ideología de género está en las escuelas, para afirmar que nadie es un niño o una niña, porque esto es una elección. Esto ataca a convicciones fundamentales mías. La persona que lo sostiene puede hacerlo, pero yo puedo pensar todo lo contrario y deberíamos poder convivir en la misma escuela, en la sociedad, en la prensa... Debemos tener igual acceso a lo público, a las subvenciones... Lo que está en riesgo es que si se quita libertad a uno, se le quita libertad a todos.
P. En este sentido, vemos que a nivel mundial también hay abusos en la dirección opuesta.
R. En países como Rusia, o en algunos de Africa, donde se persigue al homosexual, hacen falta más cristianos diciendo que está mal, ese no es nuestro ideal, que no estamos de acuerdo. En mi país quiero que cualquiera pueda manifestar que no quiero que nadie tenga ventajas ni desventajas por su opción sexual.
P. ¿Cuáles son las propuestas que como cristianos podemos hacer en el ámbito de las libertades y derechos?
R. Lo que hemos hablado en este encuentro es que los cristianos seamos gente de buenas noticias, que seamos conocidos por lo que creemos, no por aquello en lo que estamos en contra. Estamos a favor de un modelo que creemos que da mejores resultados.
Tenemos argumentos para derribar los mitos socialmente aceptados. Por ejemplo, en el ámbito de las relaciones, la revolución sexual de los años 60 se promovía como una liberación. Pero ya tenemos decenios de experiencia y estamos viendo en el mundo entero que cada año el grado de satisfacción sexual está descendiendo en lugar de subir. Se nos hicieron promesas que no se pudieron cumplir.
¿Cuál es el grado más alto de satisfacción sexual? En aquellos que tienen una relación a largo plazo. Por eso tenemos que poner en evidencia lo que no funciona, pero además proponer un modelo, que lo tenemos. La Biblia propone un modelo que funciona. La gente se ríe del matrimonio tradicional, pero cuando me muestren un modelo que funcione mejor, lo compro. Está claro que podemos presentar la alternativa bíblica, no sólo de forma teórica, sino con ejemplos. No sólo mostrar la idea, sino que vean matrimonios que están funcionando. Hay que ir a la sociedad no sólo con argumentos, sino con una nueva narrativa.
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