Ex policía y narco, Dios restauró su honor

Era un policía modelo pero cayó en la tentación económica. Después de cumplir una condena de 10 años de cárcel, se dedica a advertir a otros del peligro y cuenta cómo la fe en Jesús le sacó del pozo.

PUERTO RICO · 14 DE MAYO DE 2014 · 22:00

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De policía a ser arrestado y pasar diez años en la cárcel. Hoy, habla de restauración. / Primera Hora

Mahmud Juma Pineda (40 años) entró a la Policía de Puerto Rico en 1994 y fue un reconocido agente de la Unidad Especializada de Saturación de San Juan, equipo dedicado a impactar los puntos de droga. Durante los años 1995, 1996 y 1997 fue premiado como Policía del Año. En ese mismo tiempo se le otorgaron Medallas de Valor y un premio especial de la Motorola Latin American Public Safety, homenaje destinado a oficiales destacados de América Latina. También recibió premios por parte del superintendente de la Policia de Puerto Rico en aquella época y del ex gobernador Pedro Rosselló. Pero su vida de honra y honor cambió en el 2002 cuando se dejó seducir por la corrupción y aceptó 5.000 dólares a cambio de escoltar, junto a otras personas, un cargamento de 10 kilos de cocaína. La mercancía fue llevada desde Fajardo hasta Ceiba. El “contacto” era un agente encubierto del FBI y Juma Pineda fue arrestado y condenado a 10 años en prisión federal en Estados Unidos. “Todavía es la hora en que me pregunto por qué acepté. Me cegué enfocándome solamente en el dinero”, expresa este hombre que estaba acostumbrado a vencer la tentación. “Manejábamos cantidades de drogas y de dinero y ahí hay oportunidad. Además en ocasiones se nos hacían ofrecimientos para que soltáramos a una persona a cambio de dinero”. EL DESTIERRO El arresto se produjo unos meses después del operativo que lo llevó a convertirse de héroe a bandido, cuando se encontraba junto a otros agentes de Operaciones Tácticas y del FBI recibiendo un adiestramiento en la Antigua una base naval de Ceiba. “Nos dieron un taller teórico y luego pasamos a la práctica. Uno de los ejercicios consistía en llevar a cabo un arresto. En el grupo en que yo estaba nos arrestaron de verdad”, recuerda. El operativo fue bautizado por las autoridades federales con el nombre de “Honor perdido” y dio como resultado 29 policías arrestados. “Toda acción tiene una consecuencia y en esta vida no hay nada que permanezca oculto”, dice hoy el ex agente que en un primer momento pensó que su arresto era una broma porque quien lo arrestó había trabajado con él en la Unidad de Saturación. “Cuando me percaté que era en serio se me cayó el mundo. Yo, un policía tan reconocido, había sido arrestado por un caso relacionado al narcotráfico”. Separado de quien entonces era su esposa, de su su hijo de tan sólo cinco años de edad y de su madre, Juma Pineda sufrió el destierro y la soledad en una prisión donde lo mantenían en la zona de máxima seguridad para proteger su vida, ya que allí estaban muchos de los delincuentes que él había arrestado. HONOR RESTAURADO En la misma cárcel donde fue testigo de terribles actos de violencia y de abusos por parte de algunos presidiarios a otros reclusos, el ex agente encontró el camino para la restauración de su honor. “Todas estas cosas me hicieron reflexionar sobre lo verdaderamente valioso en la vida. Entregué mi corazón al Señor y cuando retorné a Puerto Rico con libertad condicional en el 2010, lo hice con un compromiso de servir como cristiano”, dice. Dios le ha permitido recuperar la relación de padre con su hijo ya adolescente y ser un motivador para la juventud. Mediante el ministerio Trompetas de Dioscomparte su testimonio en iglesias, colegios, centros de rehabilitación y centros comunales, así como en un programa que dirige en Redentor 104.1 FM. Entre sus proyectos inmediatos está presentar una propuesta al superintendente de la Policía para hablar en diferentes cuarteles sobre su experiencia, a fin de prevenir que otros agentes sean seducidos por el dinero y caigan en corrupción. “Siempre hay tentaciones, pero hay que ser fuertes y mantener el juramento de proteger vidas y propiedades”, expresa con la serenidad de quien ha recibido la restauración del “honor perdido”.

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