La Siria rebelde del ELS aplica la “sharía”

Los insurrectos imponen tribunales religiosos y la ley islámica (sharía) en su precario sistema judicial.

SIRIA · 18 DE AGOSTO DE 2012 · 22:00

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Nashuan Seij Ibrahim está preso en la cárcel de El Bab, ciudad siria a 40 kilómetros al norte de Alepo. Tiene 41 años, y fue detenido por robar un coche al Ejército Libre de Siria (ELS) y querer vendérselo a los militares del régimen. “Ahora solo espero el juicio del tribunal religioso”, dice. Hace solo 15 días que el ELS controla El Bab. Pero el gobierno del islam en las calles no es nuevo. MAYORÍA SUNÍ Los milicianos del ELS no le dan la mano a ninguna mujer, ni siquiera occidental. Tampoco lo hacen sus compañeros civiles. Desde la fronteriza localidad de Azaz, en el norte que conduce a Turquía, a la ciudad de El Bab, de 150.000 habitantes (unos 50.000 más tras la oleada de desplazados de la violenta batalla de Alepo), el islam suní, mayoritario en Siria, ha ganado un poder que el presidente Bachar el Asad —como ya hicieran los sátrapas de Túnez y Egipto— trató de sujetar. “El 80% de la población es suní”, explica Ahmed Asad Ozman, de 31 años y director de la prisión que encierra a Nashuan Seij Ibrahim. “Y por eso se ha decidido que sea la sharía [ley islámica] la que se aplique”, continúa. Eso sí, aclara él mismo, se aplica sin llegar a los extremos de “cortar manos o cabezas” como hace la versión más rigorista. LOS JUICIOS El proceso legal es el siguiente: alguien denuncia ante las milicias rebeldes un delito; el ELS, que actúa de ejército y policía, detiene al culpable siempre y cuando tenga pruebas de ello, para lo que pregunta a vecinos y testigos; si hay indicios de culpabilidad, el acusado entra en prisión. “Pero nunca se arresta a nadie sin que haya una acusación”, interrumpe Ahmed Asad. “Los prisioneros”, prosigue su relato, “solo están aquí durante su investigación”. Si hay juicio, el ELS lleva a los reos a tribunales islámicos para ser juzgados. “Ayer mismo”, informa el responsable de la cárcel, “fueron trasladados a los tribunales de Marea otros 10 reos”. Entre ellos había miembros del mujabarat (servicios de inteligencia del régimen). Allí les esperan jueces con formación religiosa (cualquiera de los que pudieran ejercer antes y no tenga lazos con el régimen, pues la formación en Derecho obliga a conocer la legislación secular y religiosa). ¿Pero quién les defiende? “No tienen abogado, se defienden ellos solos”, responde Ahmed Asad. Esta es una de las particularidades más notables de la justicia islámica. “Un juicio islámico”, interrumpe la conversación Omar Shabha, combatiente de 21 años, “se celebra en una sala como esta, charlando con el preso como los estamos haciendo nosotros ahora”. Y ser declarado culpable incluye la posibilidad de recibir el mayor de los castigos: la pena de muerte. “Si por ejemplo se detiene a un militar y se prueba que ha matado”, aclara Ahmed Asad, “salvo que sea en contra de su voluntad, se le mata”.

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