“Cuando los evangélicos parezcan un brazo ideológico, tendrán el rechazo de muchos colectivos sociales”

Tras publicar S.O.S. Cristianos en 2018, la comunicadora y escritora Pilar Rahola ha mantenido un contacto activo con diferentes sectores del cristianismo, entre ellos el evangélico.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 11 DE FEBRERO DE 2019 · 10:00

Después de presentar su libro sobre la persecución de cristianos en el mundo, Pilar Rahola ha mantenido contacto con el colectivo evangélico, sobre todo en América Latina. / Jonatán Soriano,
Después de presentar su libro sobre la persecución de cristianos en el mundo, Pilar Rahola ha mantenido contacto con el colectivo evangélico, sobre todo en América Latina. / Jonatán Soriano

Conceptos como la experiencia espiritual trascendente, la fe, la razón y la ciencia están en la mente de muchos. A veces de manera más superficial, otras con un arraigo que roza la obsesión, alterando la paz personal. No hay un requisito previo a las grandes preguntas existenciales. Creyentes y no creyentes nos acercamos a ellas en diferentes momentos de nuestra vida. Y en ese acercamiento también se encuentra Pilar Rahola. 

Después de publicar en 2018 S.O.S. Cristianos, una investigación sobre el cristianismo perseguido, la comunicadora y escritora catalana ha mantenido un contacto muy activo con el colectivo evangélico. “Principalmente en América”, matiza. Una experiencia que no ha pasado inadvertida para ella. 

Poco después de conceder a Protestante Digital una entrevista con motivo de la publicación del libro, Rahola escribió un artículo titulado Evangélicos, donde aseguraba cosas como “cada vez que he podido contemplar sus celebraciones, no he resuelto mi falta de fe, pero me he marchado con sobredosis de optimismo y buen ánimo”. 

Ahora ha vuelto a conceder unos minutos a este medio para retomar la conversación desde el punto de vista de su visión sobre el trabajo de las comunidades evangélicas, el pluralismo en una sociedad como la catalana y sus consideraciones personales sobre la fe. 

Hablamos de la labor social de las iglesias en los barrios marginales de Latinoamérica. Del peligro de politización del colectivo evangélico, y cita casos como el de Brasil con Jair Bolsonaro. De la necesidad de que se produzca un encuentro entre razón y fe, y del sentimiento de acompañamiento que le produce escuchar el 'Padre nuestro' en un funeral. “No estoy en la posición de resolver mis incógnitas y mis miedos por la vía de la trascendencia espiritual. Pero no me molesta que otros lo hagan. Me acompaña”, dice. 

No es un día frío. El ruido de la ciudad sí es como siempre. Y en medio de lo frenético, en una charla de cafetería, vuelven a resurgir todos estos conceptos que traspasan los límites de la rutina y de su actividad, con una mirada de aspiraciones existencialistas. 

 

Pregunta: Meses después de nuestra primera entrevista, acerca de tu libro S.O.S Cristianos, escribiste un artículo titulado Evangélicos. Allí hablabas del primer culto protestante que viviste y de los tópicos que rompiste. ¿Cómo llegaste a entrar en una iglesia evangélica?

Respuesta: Después de ese, he asistido a muchos otros cultos, principalmente en México y Miami. Mi experiencia con el mundo evangélico ha sido básicamente allí, y puedo decir que tengo algo de conocimiento del mundo evangélico americano, mientras que en Cataluña ese conocimiento es prácticamente nulo. He tenido conexión con el mundo evangélico a través de dos partes. La primera, sin duda, es por amigos y por las comunidades judías, con las que tengo mucha relación y que en esas zonas del mundo también son muy próximas a los evangélicos. De hecho, mi primer contacto fue mediante unos amigos judíos que me llevaron como invitada a la iglesia de un pastor muy influyente en Miami. Después ha sido a raíz de publicar el libro, que ha han habido peticiones directas. Una vez estableces contacto, van ocurriendo cosas. Si viajo, me buscan en el lugar. Hay una relación que se ha establecido con los viajes. 

 

P: ¿Por qué nula en Cataluña?

R: No me puedo quejar, porque peticiones he tenido muchas. Pero aquí, en Cataluña, siempre tengo la agenda llena por diversos temas que trato y que, como es lógico, por la situación todo es más complicado. Cuando te desplazas en viaje, la agenda la puedes construir virgen. Aquí, en cambio, todo está ocupado. Por falta de tiempo, y no de peticiones, no he hecho las presentaciones que me han pedido, no sólo en el ámbito protestante sino también en el católico, ni me he podido implicar lo suficiente. Pero es una cuestión estricta de tiempo. 

 

P: En tu artículo también hablabas de pastores que “son auténticos misioneros de la palabra de Jesús” y que realizan “una labora muy notable en las clases populares”. ¿Cómo se va configurando esta visión de los evangélicos?

R: Está la parte buena y la mala de mi mirada sobre el fenómeno, especialmente en el continente americano, donde tiene tanta importancia. No hay duda, y es una cosa que creo importante poner en valor y por eso la recogí, que el mundo evangélico en general hace un gran trabajo tanto misionero como social. Tiene mucha lógica porque el propio mundo protestante es un mundo de estar en el asfalto, en la calle, con la gente, de salir de la púrpura e ir. Y, por tanto, tiene un sentido religioso y ético el tener una voluntad de misión y de apostolado. Pero, además, creo que el mundo evangélico ha crecido, especialmente en el continente americano, en zonas que están muy deterioradas a nivel social, donde ha habido una gran implicación. Es verdad que, también, hay muchos capellanes católicos, especialmente en Sudamérica, muy implicados socialmente. De manera que, quizás, la palabra de Jesús, en su aspecto más puro, cuando se enfrenta a unos problemas sociales tan graves, moviliza la solidaridad y lo que los cristianos llaman caridad, que es un concepto previo a la solidaridad pero similar. Aún así, cuando he llegado a ver el trabajo que se hace, por ejemplo, en barrios complicados de Miami, con migrantes y gente de la droga, un trabajo social de estructurar familias, de estructurar barrios, de ayudar a los colectivos más vulnerables para que no caigan en situaciones delictivas, me parece absolutamente admirable. Este es un trabajo de apostolado muy directo y en primera trinchera. Y esto es algo que no se reconoce nunca, especialmente desde la Europa católica, para la cual los evangélicos son los predicadores de las televisiones americanas y algún otro tópico más. En cambio, se conoce muy poco un trabajo de mucha implicación social que ya se pueden reír las oenegés de izquierdas. Es importante poner esto en valor porque, creo, en muchos de los sectores más vulnerables que llegan a Estados Unidos, o de los peores barrios en Sudamérica, los pastores y las comunidades evangélicas crean una identidad colectiva y los religa a una tierra, a una gente y a unas circunstancias, sin dejarlos abandonados a su suerte. 

El aspecto que considero más negativo es que algunos de estos colectivos evangélicos ahora están muy implicados en connotaciones políticas y han derivado hacia planteamientos derechistas y ultraderechistas, confundiendo lo que sería el trabajo social que se desprende del evangelio con lo que es estrictamente el proselitismo político. Esto se ha visto muy claramente en Brasil. No es el único caso. En las últimas elecciones de gobernadores en Estados Unidos, muchos pastores evangélicos han jugado un papel destacado por lo que denominan como ‘líderes cristianos’. Esta es una injerencia que me preocupa porque es la injerencia de la ética religiosa sobre la ética política, que históricamente nos ha hecho tanto daño. Los maestros son, sin duda, los católicos, que lo han hecho a lo largo de los siglos con mucha insistencia con el concepto de poder, del Papa poderoso. Esto lo hacen, también, los islámicos permanentemente y con todo tipo de abusos, utilizando el concepto de Dios para gobernar la sociedad de manera terrible e imponiendo leyes regresivas. Y, en estos momentos, los protestantes están teniendo una deriva hacia aquí en algunos sectores de comunidades evangélicas. En Miami tuve una fuerte discusión con una pastora que me decía que su trabajo era conseguir que todos los políticos relevantes fuesen políticos cristianos. Cuando le preguntaba qué quería decir con aquello, si se refería a una ética de vida, ella me hablaba de ideología. Esto me preocupa porque soy una convencida de la Ilustración, que cree que los dioses deben estar en un lado y las leyes en otro. Ahora bien, el hecho de que esto sea un tema de preocupación no puede negar el hecho del enorme trabajo social que también se está haciendo. Acaba siendo como todo. A modo de ejemplo católico, hay un diferencia muy grande entre el poder del Vaticano, que fundamentalmente es político, y Pere Casaldàliga, que ha estado en las montañas dedicándose toda la vida a los pobres. En el ámbito evangélico pasa lo mismo. Los grandes movimientos sociales que hacen que mucha gente que sería vulnerable acabe estando recogida, cuidada y estructurada, también pueden hacer que después sea muy fácil manipular el voto. Este es un tema que debería alertar a las comunidades evangélicas que realmente quieren trabajar por el apostolado religioso.

 

P: ¿Conoces algún ejemplo de equilibrio entre las dos tendencias?

R: Sí. De las comunidades evangélicas que he podido conocer tanto en México como en Guatemala, Miami y Argentina, en su momento, la mayoría de los casos que he conocido allí es de personas que sencillamente están trabajando en el tema religioso y social. Lo que pasa es que, respecto a otros viajes en los que no había ido a ningún culto pero había tenido relación con evangélicos, porque ya estaba preparando el libro y había hablado con gente, desde aquel primer momento hasta ahora ha habido un proceso de politización muy acelerado. La mayoría de pastores que he conocido son muy respetuosos en el ámbito político y se dedican al ámbito religioso y social. Sin embargo, ahora he visto muchos más activos en esta línea política.

En el momento en el que el movimiento evangélico, que comienza a despertar simpatías por lo que respecta a su trabajo social, parezca un brazo armado ideológico, entonces tendrá el rechazo de muchos colectivos sociales. Creo que es el gran riesgo que tiene el evangelismo en su proceso de crecimiento. Por otro lado, mi aproximación al mundo evangélico previa a todo esto, es cuando yo hago el libro y descubro la extraordinaria labor de denuncia que hacen los evangélicos. Impecable y muy sonora en comparación con el sonoro silencio del Vaticano. 

 

P: Aparte de la dedicación social, en tu artículo concentras el elogio a los evangélicos en la sinceridad espiritual y en el trabajo con los cristianos perseguidos. ¿Cómo has visto cada uno de estos elementos?

R: En el evangelismo es muy interesante la recuperación de las ideas primigenias de Jesús, que son las que pueden unificarnos a todos, creyentes y no creyentes, al fin y al cabo. Yo me siento muy cómoda con algunos de los grandes conceptos del cristianismo primigenio porque, al final, lo que intenta es una sociedad más respetuosa, más bondadosa, con más empatía hacia el prójimo y, por tanto, más justa. Lo que hace interesante y útiles a los grandes conceptos que hacen que mucha gente viva una experiencia religiosa muy sana, es que retornan a conceptos fundamentales despojados de cualquier atributo. La justicia, el respeto, la empatía son conceptos que es muy importante reivindicar en una sociedad que tiende tan claramente a la autarquía, al autismo social y al puro egoísmo. Además, haciendo el libro he podido descubrir cómo en las sociedades donde el cristianismo es más perseguido, vivir la experiencia religiosa es una forma de libertad. Y, de alguna manera, una forma de lucha contra la tiranía y la injusticia. Yo, como niña educada en colegios católicos de un país occidental, no me hubiese imaginado nunca que intentar orar, creer en Jesús, o defender la sola idea de Jesús, llegase a ser un acto revolucionario. Y muy luminoso. Descubrir esto me pareció muy bonito porque, ¡qué puedo decir yo aparte de envidiar esa fe! Esto es muy potente en el mundo evangélico, aunque también lo es entre ortodoxos y católicos en las zonas complicadas. Hay mucha unificación en cuanto a la vivencia, es decir, ortodoxos, coptos, siro-malabares, asirios, caldeos, tienen la vivencia religiosa como un acto de protesta y de libertad, con el drama que esto representa. Por ejemplo, el caso de Asia Bibi, que ha acabado bien. El problema de Bibi surge cuando le dicen que se tiene que convertir al islam y ella replica que porqué, si Jesús se ha entregado en sacrificio por la humanidad, y les pregunta a los musulmanes que qué ha hecho su dios y que se conviertan ellos. Que esto lo diga un mujer analfabeta, de una zona rural, pobre, y en un país tan brutal con los cristianos como es Pakistán, denota hasta qué punto la creencia es pura y tiene sentido. 

En cuanto al tema del activismo, el activismo social de los mismos evangélicos que trabajan en zonas de pobreza y vulnerabilidad, por el narco, las mafias y las pandillas, se convierte en un activismo de protección y de denuncia en las zonas donde los cristianos son perseguidos. Creo que se debe decir con toda rotundidad que la estructura católica organizada no existe en el tema de la persecución de los cristianos, y en cambio las estructuras protestantes son muy activas y son el gran motor de denuncia internacional. Y son activas en una doble línea, en el territorio donde se sufre la persecución, ayudando, salvando, rescatando o recopilando datos, como en el caso de Corea del Norte, y con su influencia a nivel internacional, con la que acaban consiguiendo cosas muy importantes, como en el caso de Bibi. Es verdad que el Vaticano ha hecho algún comunicado, pero quienes realmente han alzado la voz por ella han sido las organizaciones protestantes. De hecho, ahora soy más crítica con el Vaticano que antes de publicar el libro porque ha empeorado la persecución de los cristianos, no hay indicios de que esto mejore, estamos hablando del sufrimiento de millones de personas, y el Vaticano es un silencio absoluto y permanente. Me siento decepcionada por las jerarquías católicas que deberían hacer mucho más. 

 

P: Volvamos a Cataluña ¿Qué observas en la sociedad catalana para que el colectivo evangélico no se haya arraigado en el territorio como en otros lugares?

R: Sé que hay presencia evangélica en zonas mucho más desestructuradas, y este trabajo masivo en zonas empobrecidas de Latinoamérica, aquí también se realiza en determinados barrios. Lo que pasa es que quizás tiene menos luz y es menos conocido. También creo que el trabajo social que se realiza aquí por parte de los evangélicos es más importante que el de los católicos, que en Cataluña y el sur de Europa todavía forman parte del statu quo

Tengo que decir que los evangélicos son iguales de decepcionantes por lo que respecta a los presos políticos catalanes que los católicos con el silencio ante la persecución. Lamento profundamente, hasta donde sé, que ningún pastor importante no haya ido a ver a los presos políticos, aunque sólo sea para preocuparse por su situación. No les pido que hagan política ni que se pongan un lazo amarillo, pero estamos ante un drama social importante, que afecta los sentimientos de millones de personas en Cataluña, y creo que habrían podido tener un papel. Igual que la jerarquía católica, que ha sido patética. 

 

P: Me consta que hay líderes evangélicos en Cataluña que se han reunido con los presos.

R: ¿Y lo han hecho público? Yo les pido que lo hagan público. No entiendo de qué va esto de verlos a escondidas. Es un gesto de empatía pública, que no tiene nada que ver con la reivindicación política. La Iglesia Católica no lo había hecho y luego dijeron que sí, que habían ido a escondidas, y quedaron todavía más retratados. 

Volviendo al tema del arraigo, hablamos de un país católico por excelencia, donde la identidad católica ha estado ligada a lo largo de la historia a la propia identidad catalana. Hay que recordar la famosa frase del obispo Josep Torras i Bages que decía “Catalunya será cristiana (católica) o no será”. El peso católico hace que cualquier comunidad religiosa nueva tenga más dificultades. Otra cosa es el tema del islam, que se instala de manera exterior con la llegada masiva de comunidades. Pero la reconversión del catolicismo hacia el evangelismo tiene que ser más compleja porque aquí hay una solidez de lo que sería un catolicismo atmosférico que está en las fiestas, en el calendario, en los hábitos. Mi madre sigue sin permitir cocinar carne el viernes santo. Hay una serie de tradiciones que, en mi caso, no tienen nada que ver con la fe, porque no la tengo, pero sí con la tradición y el respeto hacia quienes sí creen. 

 

P: En nuestra entrevista anterior decías que el cristianismo perseguido es algo exótico para las derechas y que las izquierdas no lo consideran como una víctima posible porque son culpables históricos. ¿Los evangélicos entran también dentro de esta dicotomía?

R: La imagen que hay en nuestra sociedad sobre el evangelismo está derechizada, sin duda, fundamentalmente influencia del estereotipo que se produce en el mundo evangélico en los Estados Unidos que, creo, queda reducido en la cercanía porque, como decía, el fenómeno evangélico en los barrios tiene tanto éxito porque hace mucho trabajo y muy bueno, y se ve rápido que no se trata del típico pastor estafador que sale en una televisión para ganar dinero. Pero, de la misma manera que en el imaginario colectivo el catolicisimo está considerado como un elemento de poder, e históricamente ha sido así, el evangelismo está considerado como un elemento de derechización de la sociedad, y más con fenómenos como el de Brasil. 

Cuando hice el artículo sobre los evangélicos hubo gente que me criticó porque decían que hablaba de quienes habían apoyado a Bolsonaro o de los movimientos fachas latinoamericanos. Es el estereotipo fácil. Otros, en cambio, me lo agradecieron por la sorpresa que les había causado un hecho que no conocían. La realidad siempre es más compleja de lo que parece. Ser católico en Cataluña es muy fácil, porque forma parte del ambiente, de la cultura. Llegar a ser parte de otra disciplina de la propia identidad religiosa, tiene que ver con una transformación personal y, por tanto, ética y de fe. Eso hace que sea un poco más puro. El catolicismo tiene a Lucía Caram y a las monjas del convento de Barcelona, gente que hace un trabajo social de gran importancia, pero pesa mucho la imagen de la jerarquía católica, que está mucho más alejada de la calle. El evangelismo, que hace un trabajo extraordinario, queda muy lejos porque hay una imagen de poder de los grandes movimientos evangélicos americanos que hacen que esto se distorsione. 

 

P: ¿Cómo alguien que se declara ‘hija de la razón’ llega a desarrollar esta sensibilidad por el hecho religioso?

R: Creo que la Ilustración ha fracasado en muchos sentidos y que la razón no lo explica todo. Esto no quiere decir que a aquello que no explica haya que ponerle fe. El gran error de la Ilustración era creer que lo podía explicar y resolver todo. Unos cuantos siglos después de Voltaire, del enciclopedismo y de la razón sobre la fe, el mundo está hecho una mierda. No hemos resuelto los grandes conflictos de la humanidad. Hemos empeorado algunos de los grandes conceptos y nos hemos hecho una sociedad, en muchos sentidos, muy maligna. Por tanto, mi reflexión es que yo continúo considerando que la razón es un motor fundamental de explicación de la humanidad y del mundo, y de encontrar soluciones para intentar resolver los grandes conflictos, pero quién soy yo para considerar que la fe no camina también en el mismo sentido. A través de la fe también he visto auténticos milagros de transformación social. Creo que la Ilustración peca de vanidad y de egolatría. Quizás deberíamos entender, a estas alturas, cuando ya hemos asimilado la época en que la religión lo dominaba todo, hemos asimilado también la época en que la razón ilustrada lo domina todo, que razón y fe pueden caminar juntas, con respeto y sin mirarse de reojo. No soy capaz de decir que a mí la razón me lo explica todo. Tampoco me lo explica la fe. Pero cuando miro el mundo, reconozco que hay lugares en los que las comunidades de fe lo han mejorado. Y hay lugares en los que la aplicación de la razón nos ha salvado de según qué tiranías religiosas. Quienes vamos de racionalistas somos muy chulos, pero mira cómo tenemos el mundo. Quizás no lo hemos hecho tan bien. La palabra de Jesús, al final, mejoró el mundo. Durante los primeros siglos del cristianismo, quienes tenían la voz de la justicia eran los cristianos que sufrían persecución. Poca broma con la capacidad de la fe para transformar la sociedad. 

Después hay un tema de simple empatía. No puedo ser una persona muy vinculada a la carta de los derechos humanos y a los principios de la solidaridad, porque creo que el concepto más revolucionario de la Biblia es el de mirar y amar al otro, al prójimo, no podría hablar de violencia de género, de los derechos catalanes, de lo que sea, y no preocuparme de que millones de personas pueden ser perseguidas solo por creer en su dios. Es la idea global de la carta de los derechos humanos. Me repugnan determinadas izquierdas que la aplican parcialmente. O la aplicamos globalmente, o no somos creíbles. Por ejemplo, los Goya. Son capaces de hablar de Palestina, que es un tema fácil para la izquierda, pero a un director de cine iraní perseguido por sus ideas no le han hecho nunca una mención (dice, en referencia a Jafar Panahi). 

 

P: Entonces, ¿qué es necesario para conectar fe y razón?

R: Eso lo tienen que responder muchos de los que se movilizan por la fe. A mí, las conversaciones con gente que ha hecho que se haya llegado a la fe a través de una transformación personal e intelectual, me resultan muy enriquecedoras. Era una gran lectora de Joseph Ratzinger. Sus diálogos con Jürgen Habermas me parecen lo mejor que se ha hecho en filosofía en mucho tiempo. También he tenido mucha oportunidad de hablar con el mundo judío, que es muy activo intelectualmente y habla mucho de este tema. Lo primero que afirman los creyentes potentes a nivel intelectual es que son grandes racionalistas. Por ejemplo, la famosa frase de Pasteur, de que ‘un poco de ciencia te aleja de Dios, pero mucha ciencia te acerca a él’. A medida que las grandes incógnitas de la humanidad se van resolviendo, descubrimos todavía más que no sabemos nada. Los científicos, cuanto más se acercan a los grandes misterios, son más desborados por esos misterios, porque son inmensos. A medida que tienes conocimiento es cuando más te abruma el desconocimiento. Entonces, puedo entender que grandes científicos y racionalistas resuelvan por la vía de la interpretación trascendente y de la fe una parte de la razón. Pero yo no he llegado a este punto. 

 

P: ¿Has llegado a buscar algo en este sentido? ¿Hasta dónde llega tu interés?

R: No he buscado nada y mi interés es absoluto. Cada vez que me he acercado a la fe ha sido en un momento trágico. Esto es trampa. Cuando tienes un vacío, una muerte, una ausencia, una cuestión muy dura en la vida, entonces buscas agarrarte a un clavo ardiendo como un niño desesperado. Entonces piensas que quizás sí hay algo. Pero es trampa. No estoy en la posición de resolver mis incógnitas y mis miedos por la vía de la trascendencia espiritual. Pero no me molesta que otros lo hagan. Me acompaña. No hay nada más bonito que, por ejemplo, en un funeral, tener a alguien al lado que ore. No hay nada más bonito que el Padre Nuestro. No me molesta que me acompañe, pero todavía no me ha penetrado.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ESPAÑA - “Cuando los evangélicos parezcan un brazo ideológico, tendrán el rechazo de muchos colectivos sociales”