“Debemos trasladar a las instituciones la normal convivencia de las diferentes confesiones”

“El laicismo más radical no tiene excesivas posibilidades de prosperar en sus planteamientos”, dice Carles Campuzano, diputado en el Congreso.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 29 DE MAYO DE 2018 · 16:30

El diputado y portavoz de PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano. / Jonatán Soriano,
El diputado y portavoz de PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano. / Jonatán Soriano

El edificio del Partit Demócrata de Catalunya (PDeCAT), destaca entre restaurantes, supermercados y pequeños negocios entre el paseo San Juan y la Avenida Diagonal de Barcelona. Un concurrido cruce de caminos. Es el siguiente escenario de la serie sobre fe y vida pública iniciada desde Protestante Digital.

En un despacho en el interior, trabaja Carles Campuzano (1964). Diputado y portavoz de PDeCAT en el Congreso desde las elecciones del 26 de junio de 2016, Campuzano es defensor de un Estado aconfesional y garante de la expresión pública de la fe, aunque también habla de límites. “La manera de vivir mejor la religión, para mí, es con un Estado neutral y con una presencia normalizada del hecho religioso en el seno de la sociedad y en toda su dimensión. Y también en el debate de los límites a las religiones”.

Además, reconoce las faltas políticas a la hora de generar debate en materia de debate religioso pero también responsabiliza, en parte, a las confesiones. “Sería interesante que las comunidades religiosas nos planteasen propuestas en el sentido del pluralismo a los partidos para las elecciones municipales de 2019. Que el diálogo entre religiones no fuese un tema de cúpulas”.

Precisamente en este momento, Cataluña está en boca de toda Europa por la situación política del territorio. Campuzano afirma convencido que ya se ha conseguido el pluralismo en otras democracias “más avanzadas” y considera la religión como uno de los pilares para culminar la revolución ilustrada. “Debería ayudar a reforzar el ideal de fraternidad”.

 

Pregunta: ¿Qué piensas de los planteamientos actuales de laicismo?

Respuesta: En primer lugar, tengo la sensación, aunque puedo estar equivocado, de que en el debate parlamentario y la discusión legislativa en el Congreso, la cuestión del pluralismo religioso, de la aconfesionalidad y del laicismo está poco presente y que cuando lo ha estado ha sido, fundamentalmente, en relación a los debates sobre el sistema educativo. Por otro lado, durante muchos años la cuestión religiosa había formado parte de los problemas de fondo que existían en España, pero en el periodo democrático ha dejado de ser un problema como lo era en la década de 1930. Al mismo tiempo, España no ha acabado de hacer la transición a un Estado y una sociedad que asuma el pluralismo religioso que siempre había existido pero que, fruto de los movimientos migratorios de los últimos quince años, todavía es más evidente. Por tanto, tenemos aún el reto de la adaptación de muchas de las estructuras del Estado al pluralismo religioso. Y tengo la impresión de que, igual que hace unos años la cuestión religiosa tenía una fuerte polémica en la discusión pública, hoy no existe. Para los sectores más laicistas continúa habiendo un problema que es la preponderancia de la Iglesia Católica en muchas de las manifestaciones del Estado. Por ejemplo, hemos tenido alguna polémica con la ministra de Defensa o el ministro de Interior. En cambio, para otros sectores religiosos el problema no se sitúa aquí, sino en que el Estado no asume el pluralismo religioso. También hay algunas miradas extremadamente laicistas que intentan situar la religión tan sólo como una manifestación privada que no tenga ningún tipo de presencia en el espacio público. Estos debates son temas que, como sociedad y como Congreso de los Diputados, deberíamos tomarlos con más seriedad.

En Cataluña se ha hecho un ensayo, con la creación de la Dirección General de Asuntos Religiosos, de avanzar en la aceptación de este pluralismo y del valor positivo que tienen las religiones en una sociedad contemporánea.

 

Para Campuzano, el Estado aún no ha asumido el pluralismo religioso. / J. Soriano

P: ¿Por qué ahora la religión no tiene protagonismo en el debate político?

R: Como durante muchos años la cuestión religiosa ha sido muy problemática es posible que la sociedad, en la práctica, haya aceptado el pluralismo religioso y haya decidido que no sea un problema. Pero, al mismo tiempo, las religiones minoritarias no han tenido suficiente fuerza, ni los partidos políticos hemos tenido suficiente sensibilidad, para hacer las modificaciones necesarias en la legislación del Estado para acoger este pluralismo religioso. Probablemente porque en las vidas cotidianas de la gente que practica otras religiones (diferentes del catolicismo), y esto lo digo hablando a partir de sensaciones porque no soy miembro de ninguna comunidad religiosa, haya más libertad para practicar su religión y menos necesidad en este sentido. Es cierto que la presencia numerosa de los musulmanes abre muchas discusiones. Desde cómo organizar los cementerios hasta cuáles son los espacios en los que practicar esta religión, quien los debe financiar o cómo deben integrarse en las tramas urbanas. Estas cuestiones no han emergido con suficiente fuerza y es cierto que están los acuerdos de 1992 con las comunidades musulmanas, aunque no se han acabado de aplicar.

Por otro lado, el laicismo agresivo que intenta situar la religión como un aspecto estrictamente privado, contrasta con un segmento muy importante de la población que vive su fe en la calle. Las tradiciones cristianas que están muy arraigadas en las sociedades catalana y española hacen que esta expresión sea muy normal y, por tanto, muy poco conflictiva. Incluso es posible que en los últimos años se haya producido una recuperación de la vivencia religiosa menos connotada en términos ideológicos.

 

P: Entonces, ¿nos dirigimos hacia un aumento de la limitación de la expresión pública de la fe?

R: Tengo la impresión que no. En una sociedad como la española y la catalana, de raíces cristianas y con una presencia del mundo católico muy importante, el laicismo más radical no tiene excesivas posibilidades de prosperar en sus planteamientos. Pero, probablemente, nos hace falta una reflexión más a fondo sobre el papel que tienen las religiones en el siglo XXI y en sociedades más plurales, en término no tanto de remarcar lo que nos hace diferentes, sino de insistir en lo que nos permite vivir juntos. Este es un debate que, quizás, sociedades de tradición más democrática lo tengan mejor enfocado que la nuestra, puesto que una de las muchas expresiones de la dictadura era negar el pluralismo religioso y el Estado estaba ligado a la religión católica. Esto tiene su peso en las mentalidades, las estructuras y las instituciones.

 

P: ¿Cómo avanzamos hacia el debate de la aceptación mutua?

R: Parafraseando a Adolfo Suárez, ‘haciendo que aquello que es normal en la calle sea también normal en las instituciones públicas’. La sociedad vive con normalidad la convivencia de personas que creen en Dios y de personas que no creen en Dios. De personas que son cristianas y de personas que son musulmanas, o judías o de cualquier religión. Vivimos con normalidad que haya otras confesiones que tengan sus espacios de culto. Ahora debemos conseguir que esta normalidad que se vive en la calle se traslade a las instituciones. Esto quiere decir que la jerarquía católica debe aceptar esta normalización. No tiene sentido que puedas marcar en la declaración de la renta que quieres hacer un donativo a la Iglesia Católica y no puedas hacerlo con otras confesiones. No puede ser que el Estado utilice como elementos de exaltación símbolos que son religiosos. Aquí el Estado debe tener neutralidad y no puede estar vinculado a una confesión concreta.

También creo que las iglesias deben tener un papel activo, liderar sus acuerdos y trasladarlos a la organización del pluralismo religioso en las fuerzas políticas.

 

Según explica, ni las religiones minoritarias han tenido la fuerza ni los partidos la sensibilidad para abordar la cuestión. / J. Soriano

P: ¿Qué actitud percibes en las confesiones minoritarias?

R: Me puedo equivocar, pero tengo la sensación de que hay un cierto repliegue y creo que debería haber más activismo de las comunidades religiosas en la defensa de la aceptación del pluralismo religioso. En el caso de los musulmanes, por ejemplo, hay un problemas de organización, que es uno de los aspectos clásicos. En el caso de las iglesias protestantes, yo aconsejaría una mayor presencia en defensa del pluralismo.

 

P: Es el pez que se muerde la cola. ¿Cómo conseguimos presencia si desde el gobierno no se asumen planteamientos básicos?

R: Hay un espacio privilegiado para trasladar estas inquietudes que es el Congreso de los Diputados, o el Parlament de Cataluña. Hay que aprovechar más estos espacios. Esto no exime a los partidos de su responsabilidad. Es posible que las fuerzas políticas debamos tomarnos más en serio este eje en nuestra acción. También es cierto que llevamos un periodo de tiempo largo, desde el 2008, en el que los impactos de la crisis económica y, especialmente en Cataluña con toda la dinámica abierta, ha provocado que otros temas de la agenda perdiesen peso. Ahora es un momento bueno para recuperar la cuestión religiosa porque si no sabemos gestionar el pluralismo, su reconocimiento público, su reconocimiento en las estructuras del Estado, en algún momento tendremos problemas.

 

P: ¿Qué clase de problemas?

R: Por ejemplo, cuáles son los límites de las opciones religiosas. Cómo organizamos la educación. Cómo organizamos la presencia en la calle de la religión. Cómo evitamos que hayan vulneraciones de la libertad religiosa. Venimos de una tradición en la que se daba por hecho que vivíamos juntos hombres y mujeres que practicaban la misma fe. Y ahora vivimos en una sociedad mucho más secular, en la que hay mucha gente que no practica ninguna fe. Y de los que sí la practican, la mayoría son católicos pero resulta que tenemos otros, y más que nunca en la historia, que practican otro tipo de confesiones. Esto nos obliga a discutir cómo lo organizamos.

 

P: ¿Pero el escenario político actual valora como relevante la manifestación religiosa?

R: Es una discusión pendiente. La derecha viene de una tradición muy poco liberal en cuanto a la religión, en el sentido que ha tenido una alianza con la Iglesia Católica. La derecha española tiene muy poca propuesta de organización en el pluralismo religioso y, a veces, está demasiado ligada a los intereses de los sectores más conservadores de la Iglesia Católica. La izquierda, en cambio, viene de una tradición muy antireligiosa, lo que provoca que a veces tenga una cierta prevención al reconocimiento del papel de la religión en la vida de la sociedad. Es posible que esto, en clave española, pese mucho y quizás explica por qué no tenemos presente este debate. Pero es lo que debemos superar. La izquierda debería defender el valor del pluralismo e insistir en la aconfesionalidad y la neutralidad religiosa del Estado, y la derecha debería ser capaz también de poner en valor el pluralismo religioso y la necesidad de que pudiese tener una expresión en la calle.

Los partidos que nos situamos en el centro, y en los que conviven personas que son creyentes y que no los son, deberíamos generar también esta cultura política en favor del reconocimiento del pluralismo, neutralidad del Estado y presencia normal en el espacio público de la religión.

 

Una República catalana sería una oportunidad para discutir cosas que dependen del Estado, como la religión, defiende Campuzano. / J. Soriano

P: Pero los discursos políticos de los partidos acostumbran a expresar pocos matices en esta materia.

R: El Partit Demòcrata de Catalunya debería situarse en este espacio. No venimos de un tradición política antirreligiosa ni anticlerical y, además, la Iglesia Católica en Cataluña siempre ha sido más avanzada que en otros lugares de España. Tenemos una experiencia mínima de gestión del pluralismo religioso con las muy pocas competencias que tiene el Govern en este aspecto que nos debe permitir profundizar más.

Después hay otra cuestión que interpela a las religiones. Y es que, en los grandes debates en los que la religiones a veces no tienen la misma posición que los partidos políticos, como el debate sobre el aborto, la regulación de la eutanasia, el reconocimiento del matrimonio igualitario, la lucha contra la homofobia, el diálogo entre las confesiones religiosas y los partidos políticos es relevante pero damos por supuesto que las religiones entienden que legisla el Congreso y que se deben respetar y entender que las normas que garantizan los derechos de los ciudadanos son para todos los ciudadanos. Creo que aquí las religiones no deberían tener problema.

 

P: ¿Las minorías religiosas podrían tener mayores esperanzas en cuanto al pluralismo en una posible República catalana?

R: La Cataluña independiente, por el mero hecho de serlo, no es la pócima mágica que nos librará de todos los males. En cualquier caso es una oportunidad para discutir algunas cosas que hasta ahora dependen del gobierno del Estado y que en un país independiente tan sólo dependerían de nosotros. Dependería de la voluntad política que gobernase y de la voluntad de la sociedad. A favor nuestro hablaría de la experiencia que hemos tenido con el autogobierno. Fuimos el primer lugar de todo el Estado donde se creó una Dirección General de Asuntos Religiosos y se hizo no para la Iglesia Católica sino para el conjunto de religiones que se practican en Cataluña. Por lo que me consta, el Govern siempre ha fomentado el diálogo interreligioso. Todo esto son razones que nos deberían hacer pensar en que si la organización de la convivencia de las religiones dependiese de Cataluña estrictamente, podríamos tener un buen modelo. Es cierto que en Cataluña hay una fuerte tradición anticlerical. Es un lugar en el que conviven el pluralismo religioso, una presencia del mundo católico en muchos espacios de nuestra sociedad, muy activo en lo social y lo educativo, y una tradición anticlerical muy potente con un laicismo muy militante. Esta es la discusión que debería tener la sociedad catalana y es posible que el hecho de que no haya dependido de la Generalitat nos haya librado de afrontarla. La independencia siempre sería una buena oportunidad para no situarnos en la excusa de Madrid. A mí me gustaría que, si somos un país independiente, fuésemos un país en el que el Estado fuese neutral respecto a todas las religiones pero que diese valor al hecho religioso y permitiese que la religión se pudiese expresar en el espacio público con toda normalidad.

 

P: Una de esas democracias más avanzadas.

R: Debería ser más tolerante. Si queremos la independencia es para intentar hacerlo mejor y en la materia religiosa, para mí, la manera de vivir mejor es con un Estado neutral y con una presencia normalizada del hecho religioso en el seno de la sociedad y en toda su dimensión. Y también en el debate de los límites a las religiones.

 

P: Pero culturalmente Cataluña también es un territorio católico. Yo he visto a alcaldes y a alcaldesas ir detrás de una imagen en una procesión.

R: Esto forma parte del debate de la presencia de la religión en el espacio público. La neutralidad del Estado conllevaría que los ediles no acudiesen únicamente a una procesión católica sino que también pudiesen estar en una celebración protestante o musulmana. Esto es la normalidad, el reconocimiento de que hay vecinos que participan de actos religiosos, que practican su fe, y los representantes de esa sociedad le dan valor a esa fe.

 

Para Campuzano, la religión debe ayudar al sentido de comunidad de los ciudadanos. / J. Soriano

P: ¿Ahora mismo Cataluña tiene una base política para llevar esto a la práctica?

R: No tiene un imposible. Tengo la sensación de que somos un país en el que avanzar hacia un modelo neutral y que otorgue valor al papel religioso no es un imposible. Si fuese un ‘procesista entusiasta’ te diría que depende del ‘procés’. Que en el debate del ‘procés’ este sería uno de los elementos de discusión. Igual que sucede en España, el Parlament tiene pendiente este debate.

 

P: Si imaginases un mañana en la cuestión religiosa, ¿cómo sería?

R: Uno de los retos que tienen nuestras sociedades es que los ciudadanos asuman el hecho de vivir juntos y la idea de que el hecho de vivir juntos no solo implica el reconocimiento de los derechos propios sino también los deberes y las responsabilidades respecto a los demás. De los tres ideales revolucionarios de 1789, hemos avanzado mucho en la igualdad y la libertad pero no tanto en el de la fraternidad, que son las responsabilidades que tenemos unos respecto de los otros. Creo que las religiones deberían ayudar a reforzar el ideal de la fraternidad y la idea de que vivimos juntos y tenemos responsabilidades unos sobre otros. Por tanto, la religión debería ser un factor que ayudase al sentido de comunidad de los ciudadanos. Uno de nuestros riesgos es el individualismo. Debemos hacer compatible que todos aspiramos a tener un proyecto de vida propio y a alcanzar la felicidad con las aspiraciones de los demás. Las religiones no sólo deberían servir para marcar las diferencias de quienes creen y no, sino para aquello que nos permite vivir juntos. Uno de los riesgos existentes es utilizar esta diversidad para remarcar las diferencias y para construir comunidades separadas.

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