“Cristianizar la cultura popular sin analizarla es superficial”
La ‘Pop-ologética’ estará presente también en el VI Fórum de Apologética de la mano de José de Segovia, que ofrecerá las líneas generales de este concepto en un taller.
MADRID · 29 DE MARZO DE 2018 · 08:10
Para José de Segovia, las películas de Billy Graham son propaganda porque forman parte de la “subcultura que no responde a las cuestiones últimas y profundas de la fe, que muchas veces vemos más claras en otras expresiones de la cultura popular que no son de origen cristiano”. El periodista y pastor madrileño será una de las voces activas en el VI Fórum de Apologética, que se celebra entre los próximos 4 y 6 de mayo, donde impartirá un taller sobre ‘Pop-ologética’. Un concepto delicado pero que para de Segovia supone el desafío de rastrear e indagar en la cultura popular en actitud de análisis y con la oreja bien puesta, para ver qué está diciendo.
De rizar el rizo ya se encargan algunos sectores de la iglesia que, según explica el conferenciante y columnista de Protestante Digital, oscilan entre una demonización o una cristianización superficial del producto popular.
Pregunta: ¿Pop-ologética?
Respuesta: La apologética siempre ha tenido interés por la cultura porque, como es un término general, incluye el pensamiento, la filosofía. Es el terreno de las ideas. El concepto ‘Pop-ologética’ se debe a Ted Turnau y lo relaciona con la cultura popular. Algo que ha sido bastante despreciado, por un lado, en el terreno de la apologética, pero también utilizada como mero instrumento para propaganda religiosa por parte de la realidad evangélica. Cuando hablamos de cultura popular estamos hablando de los medios que utiliza normalmente el cristianismo evangélico para difundir su fe, como la música o el cine, y que ha intentado adaptar a su mensaje, pero también el rechazo de esa parte más pensada, educada e inteligente del mundo evangélico que desprecia esa cultura popular. La ‘Pop-ologética’ es un intento de tercera vía. Buscar que realmente hay una visión cristiana de la cultura popular que no es utilización para el evangelismo ni un uso propagandístico, ni tampoco el rechazo esnob de esa minoría que se considera por encima de ella. Por lo tanto, se trata de un enfoque interesante y que abre una nueva vía dentro de lo que es la apologética, en general, que está muy centrada siempre en los grandes pensadores y en este tipo de filosofías, y que la acerca al nivel del público general. Por otro lado, abre otra vía diferente en cuanto a los puentes entre teología y evangelización ya que permite hablar de la cultura popular sin cristianizarla ni utilizarla como un instrumento para presentar el evangelio directamente, sino relacionarla aceptándola como es, sea cual sea su origen y mensaje. Sin duda es un desafío interesante para este tiempo.
P: ¿Cómo ha sido la relación entre la cultura popular y la realidad evangélica hasta ahora?
R: Nuestro mundo se ha hecho más pequeño, al mismo tiempo que es tan grande. Por un lado hay un cultura nacional, local, muy arraigada. Es el caso, por ejemplo, de Francia, que sería uno de esos países en los que el aspecto nacional prima sobre esa cultura más global. Pero, en general, participamos de una cultura globalizada de gran influencia estadounidense y que, nos guste o no, todos formamos parte de ella. Uno de los propósitos del seminario es entender que la cultura popular tiene un carácter religioso y, por eso, es importante analizar qué es lo que entendemos como religioso. Se trata de reconocer que no es simplemente un entretenimiento. Ese es uno de los errores habituales en el mundo cristiano. Despreciar la cultura popular y plantearla como una forma de ocio. Se ha planteado, en términos legalistas, si se puede participar o no de ella sin entender realmente que está transmitiendo una visión del mundo, una comprensión de la vida. No estamos hablando simplemente de algo para pasar el rato. Creo que la cultura popular es reveladora de lo que pensamos del mundo y esperamos de él, sobre todo de ese carácter religioso que yo relaciono con el tema bíblico de la idolatría. Los dioses falsos que una y otra vez pugnan con el Dios vivo y verdadero que se nos revela en Jesucristo. Es decir, la cultura popular adora y sirve a otras cosas en lugar del Dios vivo y verdadero. Y se trata, por tanto, en el discernimiento y comprensión de qué es la visión del mundo, de comprender su naturaleza fundamentalmente religiosa. Cómo busca y admira el sexo, el dinero, el poder, y tantas cosas por las que el mundo se mueve y a las que la cultura popular sirve religiosamente. Sus diferentes autores nos plantean una visión religiosamente alternativa de la vida que hay que analizar como tal.
P: ¿Por eso ha generado tanto rechazo en el ámbito evangélico?
R: Por un lado encontramos diferentes enfoques dentro de esa visión. El típicamente moralista, que lo vemos en los comentarios de cine de autores como Brian Godowa, muy apreciados en el mundo evangélico pero que en el fondo son enfoques que suelen hablar de la cantidad de sexo que aparece en la película. Unas visiones muy limitadas y reducidas de lo que el cine, en este caso, representa pero que, al mismo tiempo, la mayoría de los cristianos parecen entender muy fácilmente. De hecho, lo que les interesa es saber cuánto contenido ofensivo tiene esa película. Por un lado tenemos esta escuela, que ha producido infinidad de páginas en la red y toda una línea de asistir a fenómenos como el cine. Por el otro, tenemos el uso evangelístico optimista de quienes piensan que pueden adaptar cualquier elemento de la cultura popular para su propia interés y que ha creado una subcultura evangélica. Esta es la que se alimenta de su propia música, de su propio cine, de su propia literatura y que de todo crea su versión alternativa utilizando como referencia el modelo secular. Esta visión rechaza lo que el mundo ofrece pero te da la visión alternativa que, generalmente, es mera propaganda. Carece de todo tipo de calado cultural, no tiene interés realmente más que como una copia o emulación de lo que otros hacen fuera. Estos dos enfoques pugnan, todavía, con un pietismo extremo que se da en algunos círculos muy conservadores y que no quieren saber nada de ninguna otra cultura, aunque la mayoría ya se han trasladado a la subcultura evangélica.
En el caso del primero, creo que es un fracaso porque no presta atención al principio apostólico de “examinadlo todo y retened lo bueno”, y el segundo es una visión simplista de lo que Pablo explica también en corintios como lo que es el alimento ofrecido a los ídolos. Es decir, pretender que se pueda utilizar cualquier forma de la cultura popular sin ningún análisis ni examen sino, simplemente, cristianizándola y dándole ese tizne evangélico, es una visión muy superficial de la cultura popular. Unos y otros no han prestado atención a las directrices de la enseñanza bíblica, es decir, que sea la Palabra la que nos muestra una guía y una dirección y no nuestro propio capricho, intuición personal o preferencias, que es lo que suele primar en la cultura popular. Por ejemplo, es lo que pasaba con la música. Gustaba un determinado estilo musical para un público general y ya se consideraba compatible con el cristianismo. En cambio la que no gustaba tanto, esa no era cristiana. Si este es el análisis que hacemos de la cultura popular, no hay de qué hablar porque se trata de personalismos. En este sentido, hemos dado un paso adelante, puesto que ya se está hablando de ello, de que no es cuestión de que me guste o no, sino de lo que dice esa canción o esa película y, en definitiva, la cultura popular. Este enfoque se lo debemos a Francis Schaeffer y a Hans Rookmaaker, que son dos autores fundamentales para entender esta visión.
P: Hay un equilibrio, pues.
R: Hay una tercera vía, sí. El equilibrio que todos buscamos, quizá, en muchos temas no tendría que ser una tercera vía porque ninguna de las otras dos hace justicia a lo que es la cultura popular en sí. La versión alternativa no es más que una subcultura y la moralista no entiende la trascendencia que tiene. Hay teólogos de renombre en el cristianismo que sí han tenido sensibilidad por la cultura pero que han despreciado abiertamente la cultura popular por considerarla inferior. Pero son una minoría. Es un caso bastante aislado porque la cultura popular tiene tal influencia que incluso los pensadores más importantes también hacen referencias a ella. Hay otros enfoques minoritarios pero creo que hay que concentrarse en estos dos, que son los más importantes. El único equilibrio sería buscar una tercera vía que sería la pop-ologética.
P: Comentas que se han hecho avances. ¿Hacia dónde?
R: Durante los años 80 estaba el miedo de que la cultura popular se fuera a brutalizar, en cierta forma por el tipo de comercialización que se sufrió desde la MTV, que era totalmente fragmentaria y se basaba en la imagen y en la estética de la moda sin ningún contenido. Pero la cultura popular se ha regenerado. Por ejemplo con plataformas como Netflix, que buscan otra vía a lo que ha sido la televisión por cable, bastante más minoritaria, que podría representar HBO, con un calado muy importante pero que sigue siendo demasiado extrema para cierta gente por el contenido de algunas de las series o los temas escabrosos que tratan en los documentales. Netflix trata de ser un intento de buscar una plataforma media entre un producto más minoritario y el gran público que sí ha abrazado estas cosas. Le da una prominencia a la ficción pero también encontramos un gran lugar para el documental. En este sentido, hay un ámbito reflexivo muy claro tanto en la ficción como en la no-ficción sobre nuestro mundo y nuestra sociedad, y la cultura en general, que se hace accesible a un gran público, incluido el cristiano.
Curiosamente lleva un nombre parecido al de Pure Flix, la productora cristiana que ha realizado películas como El caso de Cristo. Sigue habiendo el intento de hacer un producto alternativo evangélico y esto va a perdurar siempre. Siguen las raíces de lo que ha sido el desarrollo originalmente de esa cultura evangelística más militante que fueran las películas de Billy Graham y de World Wide Pictures, pero que ahora ha caído en el denominado cine de valores, que es inane de contenido y no tiene más que una cierta inspiración en cuanto a valores familiares y que ha perdido incluso el sentido cristiano. Luego están las grandes productoras que intentan hacer sus versiones para el mundo cristiano. Un último ejemplo es la película que se ha hecho basada en la novela de Madeleine L’Engle, A wrinkle in time, que es una alegoría cristiana al nivel de lo que ha sido la obra de Lewis o el discurso de Tolkien. Es decir, se ha convertido en un producto típicamente Disney, pasado por el prisma de Oprah Winfrey, y al que se le quitan todas las referencias cristianas, todo texto bíblico, todo elemento que sugiera incluso la iconografía original de la obra, y encima se quiere vender como un producto de valores. Para mí es un camino sin salida. La iglesia acaba rechazando este tipo de cosas porque te quieren vender un producto como inspirador a nivel cristiano y le quitan todos los elementos distintivos. Esto es lo que tristemente perdura todavía. Las alternativas más militantes de un cine evangélico y una cultura musical de alabanza se han convertido en una industria. Y esto va a continuar porque hay un mercado, un campo amplio en el que desarrollarse y mucha gente que come de esto. Aunque creo que se han dado grandes pasos en el sentido de que empiezan a haber personas que se dan cuenta de que esta es una visión muy limitada y que realmente no responde a lo que la cultura popular está presentando. Lo vemos también en la red, donde cada vez más hay intentos de acercamiento de lecturas cristianas sobre fenómenos culturales populares y se ha evitado el clásico dualismo que es la demonización o cristianización de la historia. Esto ya comenzó en la década de 1970. Un ejemplo es Star Wars,todo un hito de la cultura popular. Ya encontramos libros en aquella época en los que se intenta cristianizar la fuerza de la mitología de George Lucas, pero al mismo tiempo la demonización de cristianos que tildaban el fenómeno de ocultista. Esa visión está en descenso. Sigue siendo muy activa para gente simple, que no quiere complicarse la vida y quiere saber si esto es de Dios o en su contra, pero para muchas personas esto empieza a sonar muy simple. Siempre habrá iluminados conspiratorios que hablen de satanismo pero son mentes simples y casi enfermizas. No representan a la mayoría.
P: Pero hay quien sigue considerando que ir al cine es pecado.
R: Sería necio o demasiado optimista por nuestra parte pensar que esta no es, todavía, una visión muy grande del mundo evangélico. Tan sólo hay que leer los comentarios en este mismo medio. Esta cuestión ya llevamos cuarenta o cincuenta años escuchándola y se aplica a lo que sea, a Marilyn Monroe y a Lady Gaga. El hecho de que en una página cristiana como esta se hable de ciertas cosas sigue pareciendo incoherente y peligroso para algunas personas. Consideran que el simple hecho de hablar de la cultura popular y analizarla ya es una influencia negativa. Y, claro, estas personas tienen influencia en la iglesia. Y también sus mensajes de miedo y paranoia que reflejan ese pánico a enfrentarse a la realidad, a lo que es el mundo que les rodea. Esto puede dar una apariencia falsa de serenidad y de vivir en un mundo protegido, pero esa sobreprotección es imposible. No podemos cerrar los ojos al mundo que hay a nuestro entorno. Hay una dualidad evidente en el mundo cristiano. Hay cosas que se ven y se comentan y otras de las que no se habla nunca. Esto se ve en el caso de la pornografía, donde hay unos índices de consumo en el mundo cristiano prácticamente iguales que en el resto de la sociedad. Pero queda en secreto en esa doble vida, en esa realidad virtual de la que no se comenta ni se habla nada. Exactamente esto es lo que ocurre en la cultura popular, que los creyentes la consumen pero en las iglesias no se comenta.
P: Entonces, ¿hasta qué punto el futuro del evangelismo pasa también por la cultura popular?
R: Soy crítico de la subcultura evangélica y de los usos evangelísiticos. Por ejemplo, las películas de Billy Graham. Son un ejemplo de lo que ha sido la utilización muy temprana del cine cuando realmente no había mucha conciencia sobre estas cosas. El problema es qué han trasmitido. Yo creo que era propaganda. Una subcultura que no responde a las cuestiones últimas y profundas de la fe, que muchas veces vemos más claras en otras expresiones de la cultura popular que no son de origen cristiano. El caso más típico es la música. Si hay un medio popular que la iglesia está utilizando de una forma obsesiva, casi hasta el punto monotemático, es la música. Sin embargo, los productos que se han creado no digo que no estén bien intencionados y que tengan como propósito transmitir el mensaje, ¿pero qué influencia han tenido? Yo creo que la mayor influencia del cristianismo dentro de la cultura popular no viene de esta subcultura, sino de fuera. Basta examinar el caso de artistas como Johnny Cash en los años 80 y U2 en la actualidad. Gente que no viene del contexto evangélico como una versión cristiana de la cultura popular, sino que siendo cristianos evangélicos estaban en la cultura popular, que es otra cosa muy distinta. Por lo tanto hay dos visiones; la de los cristianos que quieren utilizar esa cultura popular y la de los que ya están en esa cultura popular. Yo siempre he creído más fuertemente en el segundo caso, y creo que el discipulado cristiano en la cultura popular tiene mucho más impacto e influencia en nuestra sociedad que no aquellos que quieren usarla con un fin propagandístico. De hecho, creo que esta última opción siempre será periférica y nunca tendrá influencia.
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