Piercings, crucifijos y rosarios quieren entrar junto al «hiyab» en el colegio ceutí Severo Ochoa

Los alumnos del colegio obligado a admitir a dos alumnas con «hiyab» reivindican lucir símbolos católicos y «piercings», antes también prohibidos. Educación descarta una norma específica y los centros quieren imponer sus reglas.

CEUTA · 15 DE OCTUBRE DE 2007 · 22:00

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Las jóvenes Nawal y Nahid, que reivindican el uso del velo, dicen sentir «tristeza» por lo ocurrido en el colegio. Ellas son las dos adolescentes que se pasaron una semana en casa por negarse a ir a entrar en clase sin «hiyab». Al otro lado de la puerta que separa las instalaciones del colegio concertado Severo Ochoa de la calle, la directora, María del Mar Sánchez ha tenido que lidiar con un padre que, airado, exige que su hija también pueda entrar en el colegio con su «piercing». «Haga lo mismo que los padres de las niñas (islámicas); vaya al Ministerio de Educación y ponga una reclamación», le responde. Por los pasillos se encuentra con otros alumnos que, por sorpresa, aparecen con rosarios al cuello bien visibles sobre su uniforme escolar a los que también les pide que se los quiten o los pongan por debajo de la camiseta. CONVIVENCIA ROTA «Harta» del protagonismo sobrevenido durante la última semana, Sánchez asegura que en la vida cotidiana del centro siempre priman el respeto, la convivencia y la comprensión mutua. Así lo era, al menos, hasta que el pasado 28 de septiembre el Consejo Escolar del colegio aprobó por unanimidad un reglamento interno con una serie de normas entre las que se prevé no permitir la entrada a alumnos «con ‘‘piercings’’, pendientes demasiado grandes, gorras, pañuelos, viseras, diademas anchas o cualquier complemento que no responda al uniforme estipulado», entre ellas el «hiyab». En realidad, las familias de las niñas aseguran que a finales del curso pasado la Dirección del colegio, con prestigio en la ciudad, ya les advirtió de que debían quitarse el pañuelo o «matricularse en otro instituto», pero la orden no se materializó hasta el lunes de la semana pasada, cuando el reglamento entró en vigor. Entonces, ambas se negaron a pasar la puerta del colegio sin su velo, algo a lo que sí accedió la tercera de las jóvenes que acostumbraba a usarlo en el centro, que continuó yendo a clase con normalidad. Lo paradójico del asunto es que fue precisamente una familia musulmana cuya hija comenzó a usar «hiyab» la que, contrariada, pidió al colegio que hiciera algo para evitarlo. Receptivo, el centro decidió no ser más «permisivo» con la apariencia de sus alumnos, que utilizan uniforme desde hace años, y reforzar sus normas internas. «Aún no se nos ha dado ni una explicación de por qué se aplica este reglamento o de por qué se compara el pañuelo musulmán con los ‘‘piercing’’, los pendientes grandes o las diademas», lamenta la madre de una de las afectadas. Aunque ella lo niega, la directora del centro asegura que, en lugar de acudir al colegio para explicarle sus reparos a las normas, las familias acudieron directamente a la Unión de Comunidades Islámicas de Ceuta (Ucidce), que inmediatamente puso el caso en manos de la Delegación del Gobierno en la ciudad. DERECHO A LA EDUCACIÓN Allí se quedó hasta que, el pasado lunes, la Dirección Provincial del Ministerio de Educación, que sólo conserva sus competencias en las dos ciudades autónomas, con un 40 por ciento de población musulmana, tomó cartas en el asunto para «forzar», según algunas fuentes, o «recomendar», de acuerdo con la lectura del colegio, la readmisión de las niñas. El director provincial, Juan José León Molina, justificó su decisión amparándose en la Constitución y la legislación vigente (Ley Orgánica de Derecho a la Educación de 1985 y LOE). «El Severo Ochoa es un colegio concertado y como tal debe someterse a las normas de escolarización del sistema de educación pública», apuntó León Molina primando «el derecho a la educación y a la libertad religiosa» sobre la capacidad de un colegio para dotarse de reglamentos internos. Desde una óptica radicalmente contraria ve el asunto la presidenta de la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), Isabel Bazo, considera que el uso del pañuelo islámico por las adolescentes «no responde a criterios religiosos, sino sociales» e incluso implica «un trato discriminatorio hacia la mujer». «RESPETO Y HONOR» «Nosotros no obligamos a nuestra hija a llevar ‘‘hiyab’’, pero tampoco estamos de acuerdo con imponerle que se lo quite cuando no hace ningún mal a nadie», opina el padre de Nawal, Abselam, en presencia del presidente de la Ucidce, Laarbi Maateis. «Eso es igualdad», apostilla este último. «Dicen que el islam oprime a la mujer y eso es radicalmente falso», advierte antes de volver a subrayar que el asunto del pañuelo es un detalle «cultural» que evidencia «respeto y honor por pertenecer a una religión y a una tradición». Todo lo acontecido, no obstante, no ha hecho cambiar la opinión de Nawal y Nahid sobre la bondad de su colegio, donde se sienten perfectamente integradas y donde, pese a la «tristeza» que les generó convertirse en protagonistas por un asunto que sus padres tildan de «ridículo», siguen sintiéndose «bien» en clase.

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