¿Que la verdad no impida la unidad?
Queremos hoy desde aquí, con la convicción de hacer lo correcto, proclamar que la unidad sólo se construye sobre la verdad de la Palabra.
01 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 20:00
Hay un dicho referente al mal periodismo, que dice que la realidad no te estropee un buen titular.
Algo parecido está ocurriendo con los avatares del papa Francisco y los luteranos.
En los medios de comunicación generalistas se habla de un acontecimiento histórico que sella los cinco siglos de separación tras el inicio de la reforma protestante.
Pero la realidad es que la Federación Luteranas Mundial en su conjunto actual puede ser muchas cosas, excepto -a nuestro juicio- auténticos seguidores de la Reforma.
Básicamente porque nada ha cambiado en la Iglesia católico-romana en su doctrina, ni una coma o tilde, y sin embargo parece que sí que muchas cosas han cambiado en los inicialmente seguidores de la “Sola fe, Sola gracia, Sola Escritura” cuando han llegado a este comienzo de plena comunión con Roma.
Lo que no ha cambiado es el abrazo del Vaticano, capaz de incluir en este camino de unión plena a una Federación Luterana que -por ejemplo- aprueba en Suecia los matrimonios homosexuales. No es este punto óbice, valladar ni cortapisa para que se deje de lado ante los -al parecer- evidentes puntos en común que existen.
Todo apunta a que el Vaticano prima absorber a los disidentes, diluir el mensaje de la Reforma, cueste lo que cueste.
No importa que las iglesias luteranas sean una minoría en el amplio abanico evangélico. Lo que sirve y es útil al Vaticano, en este mensaje del abrazo sueco el Día de la Reforma, es que no hay diferencias. Que ya el mensaje de la Reforma no tiene sentido en la actualidad. Y que es en el Papa y en la Iglesia católica donde existe espacio común para la unidad de la fe cristiana.
Y sin duda Francisco ha creado una corriente que está atrayendo a pastores y líderes evangélicos.
Algunos siempre entusiastas del oropel y los anillos, otros relativistas absolutos que simplemente entienden que -al igual que Roma- deben arraigar en cuanto más terreno mejor sin importarles en qué tipo de tierra asientan. Y otros que son pragmáticos y piensan que para lograr sus fines es mejor llevarse bien con el poderoso Estado Vaticano.
Pero hay sin duda algunos engañados, o queriendo dejarse engañar, en esta desorientación ante la que los reformadores hubiesen vuelto a levantarse de poder hacerlo.
Pero queremos hoy desde aquí, con la convicción de hacer lo correcto, proclamar que la unidad sólo se construye sobre la verdad de la Palabra.
Y que esta “comunión y unidad” de la Federación Luterana y la Iglesia católico-romana es falsa en cuanto a carecer de sustento bíblico alguno.
Que el mensaje de confusión que Francisco está dando es un telón tras el que sólo pervive el mismo catolicismo de siempre, ahora queriendo integrar a la fe cristiana evangélica, y queriendo anular su labor evangelizadora y de crecimiento.
Queremos la unidad, pero en base a la verdad, a la palabra de Dios revelada en la Biblia y no en una torre de Babel que se levanta queriendo llegar al cielo pero que es desechada por el Dios que allí habita.
Porque el único puente de unidad entre Dios y el ser humano, y entre los propios creyentes, lo estableció quien descendió del cielo para construir una avenida de Gracia con la madera de una cruz ensangrentada y las rocas de una tumba vacía.
Sin méritos u obras añadidos. Sin intermediarios. Sin vicarios.
Sólo fe, sola Gracia, sola Escritura, solo Cristo, solo a Dios sea la Gloria.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - ¿Que la verdad no impida la unidad?