Esa verdad molesta
“He aprendido que a casi nadie le interesa la verdad: es incómoda, exige compromiso y quienes se aproximan a ella lo hacen desde la teoría, no desde la acción”.
24 DE ENERO DE 2016 · 21:00
Si algo define a los medios de comunicación actuales es la confusión. En parte porque la propia información es en sí misma a veces caótica. Es normal que un personaje se desdiga o se contradiga (algo normal en política).
Y en parte porque la mayoría de medios dependemos de fuentes que difunden contenido. Es imposible contrastar todo, aunque sin duda hay fuentes fidedignas, y ante datos que parecen contradictorios o inusuales es preferible recurrir a varias fuentes distintas.
Sin embargo, con todo, es complicado trabajar en esta área apasionante que es informar, especialmente cuando se busca la verdad.
En este aspecto de la verdad queremos señalar hoy por lo que significa un artículo de Jorge Trías en el diario “El País” que nos parece desgarrador y para reflexionar.
Con el título de “Jorge Trías Sagnier: esta es mi historia” el exdiputado, que denunció en 2013 el pago de sobresueldos en el Partido Popular antes del escándalo de los papeles de Bárcenas, cuenta su actuación y las consecuencias que ha asumido.
Recuerda que hace tres años, publicó en ese mismo diario un artículo cuyos hechos (las irregularidades financieras dentro del PP) “no sólo no fueron rebatidos, sino que, uno por uno, con el tiempo han quedado confirmados y superados” explica.
Pero no vamos a entrar en política, y por ser ecuánimes también el resto de grandes partidos de todo signo (salvo UPyD) amén de sindicatos, multitud de municipios, bancos y cajas han estado inmersos en ese mundo oscuro que es la corrupción institucional.
Lo que queremos resaltar es que Trías, además de relatar las consecuencias de todo tipo que sufrió por su denuncia, menciona en su artículo una idea que no nos puede dejar indiferentes: “He aprendido (…) que a casi nadie le interesa la verdad. La verdad es incómoda porque exige compromiso y, a lo sumo, quienes se aproximan a ella, lo hacen desde la teoría, no desde la acción”.
La gran pregunta es pues hasta qué punto nos interesa la verdad, y si estamos dispuestos a defenderla más allá de la filosofía y la retórica.
Al fin y al cabo es un tema más que trascendental. Jesús de Nazaret afirmó ser Él mismo la Verdad. Y fue condenado precisamente por defender sus ideas, principios y valores. Antes de la injusta sentencia que le llevó a ser torturado y asesinado la última pregunta que le hizo su juez fue “¿Qué es la verdad?”
La verdad no nos puede ser simplemente un discurso o una idea políticamente correcta. Porque eso, seamos sinceros, es pura verdad a medias la peor de las mentiras.
Y nosotros, como medio, admitiendo nuestras limitaciones, falibilidad humana y dificultades de esta labor que hacemos, sí hemos estado y estamos decididamente comprometidos con la verdad.
Y por ello, no lo duden, pagamos un precio.
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