‘Caza de brujas’ en el festival de Benicàssim
Esta actitud ante lo judío y hacia Israel es sin duda un ataque ideológico, y con claros tintes antisemitas.
VALENCIA · 18 DE AGOSTO DE 2015 · 10:00
Un festival financiado con dinero público en Benicàssim (el Rototom Sunsplash, Castellón, España) está siendo noticia en el mundo entero, y no por su vertiente cultural y festiva, sino por su cara más oscura.
Este festival de Reggae suspendió hace unos días la anunciada actuación del conocido cantante norteamericano y judío Matisyahu (que no es israelí) por "no mostrar solidaridad con la causa palestina". Realmente, fue denunciado por su simpatía con Israel, aunque él ni en sus canciones ni en su vida pública tiene ninguna connotación política.
Ha habido reacciones de todo tipo, a favor de esta decisión (entre ellos el partido nacionalista Compromìs) y en contra.
Llaman la atención diferentes aspectos ante lo ocurrido que suponen a nuestro juicio un grave ataque a la libertad de pensamiento y de conciencia.
La primera, colocar la sospecha como verdad absoluta. Nadie puede demostrar que Matisyahu sea un intolerante, más bien al contrario, sus canciones son una defensa de la paz, y ha actuado con conocidos grupos de muy diferentes tendencias e ideologías.
La segunda, convertir una cuestión política determinada en el criterio a aplicar a la hora de aceptar o rechazar a una persona que nada tiene que ver con esa ideología. Matisyahu puede tener simpatía por Israel, igual que otras muchas personas, pero nunca ha entrado en cuestiones de apoyo a la política de Israel. Por la misma razón podría llegar a prohibirse a un cantante venezolano actuar en este concierto por su relación con el régimen de Maduro, o a los cantantes árabes por ser sospechosos de vinculaciones con el islamismo radical. A ninguno de ellos se les ha pedido declaraciones al respecto.
La tercera, ciertamente vergonzosa, querer obligar al cantante los organizadores del festival a que Matisyahu realice unas declaraciones a favor de que exista un Estado palestino. Condicionar que un artista no sea expulsado de un festival al hecho de que tenga un determinado alineamiento político público es propia de las tiranías y los totalitarismos, además de violar la libertad de conciencia de expresar o no las propias ideas.
Finalmente, que se expulse a alguien por tener simpatía con Israel (incluso aunque Matisyahu fuese un auténtico judío de Israel que apoya a su país, algo que repetimos que no es así) es rechazar a un ciudadano de un país democrático (de los pocos de Oriente Próximo). Uno de los pocos países de la región donde los cristianos no son perseguidos y/o ejecutados, donde la mujer no es reprimida y ciudadana de segunda fila, donde no se arroja a los homosexuales desde las azoteas, y donde la oposición política no es encarcelada.
Que cometen errores, que hay aspectos condenables en su actuación, sin duda. También en todos los países de la Unión Europea (incluyendo España), y no digamos ya de otros lugares donde la demnocracia o no existe o es simple pantomima.
Que se condene lo condenable y se tomen las medidas posibles y necesarias, pero no con esta “caza de brujas” de Benicàssim.
Porque esta actitud ante lo judío y hacia Israel es sin duda un ataque ideológico, y con claros tintes antisemitas.
Contrasta esta expulsión de un cantante por el simple hecho de ser judío y simplemente negarse a definirse políticamente con el silencio ante la presencia de la embajada de un país como Corea del Norte en Madrid ¿A nadie le indigna esto?
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