Japón, Titanic del siglo XXI

El Titanic, la joya de la ingeniería naviera de su tiempo, se hundió en su primer viaje trasatlántico.

18 DE MARZO DE 2011 · 23:00

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Y con él la sensación de falsa y total seguridad que la conquista tecnológica daba al hombre moderno. Un iceberg, un trozo de hielo, fue la piedra que alcanzó la cabeza del Goliat flotante de hierro que se creía insumergible. No es cuestión de buscar culpables. De hecho, toda la raza humana estaba allí representada. Ricos y pobres; hombres, mujeres y niños. Corazones malvados y espíritus idealistas. Egoístas que sólo pensaron en su salvación y altruistas que dieron su vida para que otros la conservasen. La humanidad representada en toda sus variedades y facetas. Al final, todo termina con el ser humano consciente de su gran finitud y limitaciones ante algo tan simple como la fuerza de la Naturaleza, a la que creía controlar, y que con un simple gesto destrozó el pedestal de la tecnología. Japón ha caído ante el enemigo natural contra el que estaba más preparado: un terremoto. Las previsiones saltaron por los aires; no tanto por el seísmo, como por el llanto hipócrita de la muerte en forma de ola gigante. Podemos prevenir, pero no todo. Tampoco es cuestión de buscar culpables. En el país nipón hay tantos tipos de razas, creencias, estilos de vida y circunstancias como en cualquier nación moderna occidental. Como había en las Torres Gemelas el 11S, sólo que allí fue la mano del terrorismo, y aquí el monstruo es la propia Naturaleza, transformada en Mr. Hyde, a la que nadie puede perseguir. En lo que está siendo un ejemplo de dignidad y serenidad, inimaginables en medio de una catástrofe como ésta, el pueblo japonés sufre profundamente. Y con él sufrimos todos. Porque somos conscientes del dolor que acarrea lo ocurrido, y de que ninguno estamos libres de que un golpe inesperado nos alcance. Japón, el país tecnológico puntero de nuestro siglo XXI ha caído. Esperamos y deseamos que salga adelante. No estamos ante el Apocalipsis, como algunos parecen creer. Los datos estadísticos muestran que la frecuencia e intensidad de catástrofes de este tipo es la misma desde que existen registros; sólo que ahora se conocen antes, más y con mayor exactitud. Lo que sí deberíamos pensar, de rodillas en nuestro corazón, es que somos como flor del campo, que nace y se seca bajo el sol. Da igual que sea una catástrofe multitudinaria o una situación individual. Al fin y al cabo el punto final se llama muerte, sea cual sea la historia que lo precede. Solos ante la Naturaleza. Solos ante la eternidad. Solos ante Dios. Aunque mirando a Japón debemos confesar que no entendemos todas las cosas, y aún menos explicarlas. Pero sí podemos decir que los brazos del que fue crucificado se extienden siempre para abrazar.Tambien en Japón. Jesús sufrió el terremoto de la injusticia, la convulsión extrema del odio de los intereses creados y las luchas de poder. La culpa de toda la humanidad cayó sobre el Justo. Tampoco entendemos ni podemos explicarnos esto, pero ocurrió. Y sepultado tres días en un tsunami de muerte y piedra, volvió a la vida. Esa y solo esa es la única esperanza para este mundo que a veces sufre y a veces trivializa por partes iguales. Es el mensaje que repitieron los discípulos que le vieron resucitado, proclamando que el que ha vencido a la muerte dijo: “Todo aquel que cree en mí, aunque esté muerto vivirá”. No lo olvides. La ciencia tiene su lugar, pero no es lo que salvará al hombre. MÁS INFORMACIÓN

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