Irlanda y abusos sexuales del clero

No queremos hacer leña del árbol caído, sino sacar conclusiones positivas. Y sin duda lo ocurrido en Irlanda, por terrible, deber servirnos de lección. Más vale aprender a tiempo que sufrir los mismos errores.

30 DE NOVIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Los abusos sexuales son patrimonio del hombre, fruto del machismo, de creerse señores de la creación cuando el único Señor es Dios. En este sentido se equivoca el feminismo moderno. La solución no es que la mujer se equipare al hombre; la solución es que el hombre no se equipare a Dios y se sepa igual en derechos y deberes a la mujer. Y al decir esto hablamos de los que no son creyentes, pero también de los que se llaman cristianos. Porque el equivocarse (errar o pecar) es por desgracia patrimonio de toda la humanidad, no de una cierta clase social o religiosa. Y esto se olvida a menudo. De ahí la corrupción que invade los gobiernos, los partidos político… y las iglesias. Pero esta corrupción moral (sexual, económica y parafrástica) aumenta en proporción a las estructuras jerárquicas que se establecen, se reconozcan como tal o no. Y aquí viene el caso de Irlanda. La mayor gravedad de lo ocurrido no es lo terrible de los hechos, sino el que se ignorase y ocultase por parte de quienes lo conocían en la jerarquía católica y en las fuerzas públicas del Estado de Irlanda. Jerarquías religiosa y estatal que atendieron más sus propios intereses, conveniencias y apariencias que la verdad, la justicia y el amor que tenían que haber ejercido con las víctimas dolidas de los maltratos sufridos. Es por esto que aplaudimos una vez más el concepto protestante de la obligación individual de responder ante Dios, a la luz de su Palabra y de la propia conciencia, de ejercer la responsabilidad personal por encima de cualquier poder humano, por muy bajo o alto que sea, por mucho que nos beneficie, nos perjudique, nos suponga alabanzas o vituperios, nos granjee amigos o enemigos, nos añada fama o nos quite buen nombre. El propio Jesús es nuestro ejemplo en su vida terrenal al pasar por todas estas circunstancias. Nada nos debe mover del ejercicio equilibrado y compartido entre la verdad y la justicia con la misericordia y el amor. Por ello también nos afirmamos en este principio de no-jerarquía protestante. Ninguna entidad, asociación o plataforma equivale a una jerarquía evangélica o protestante. Ninguna. Y esto es una limitación que el error o pecado humano quiere transgredir, queriendo usurpar este lugar que a nadie corresponde. Conceder este papel a quienquiera que sea es poner las bases a la corrupción moral y económica. Y no decimos “tiempo al tiempo” porque hechos trágicos como lo ocurrido en Irlanda bastan por sí mismos como ejemplo. Estos principios, siempre lo hemos dicho, intentamos aplicarlos en esta publicación. Y a la vez, como herramienta de influencia (que no de poder) que somos, queremos razonarlos y transmitirlos a todos quienes nos leen. A usted, esté donde esté o sea quien sea ¿Sabe que tiene el privilegio y el deber de responder de sus actos ante sí mismo y ante Dios, antes que ante ninguna otra persona o entidad? Si usted sigue este camino, enhorabuena, porque si se equivoca será manifiesto y podrá rectificar; y porque a la larga aprenderá a hacer lo correcto, lo mejor. Por ejemplo, no callar o cerrar los ojos cuando cerca de usted ocurran hechos como los de Irlanda, sean sexuales, económicos o de otro orden moral.

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