Ni negro, ni blanco

Vuelve Pat Robertson a mostrar sus conceptos blancos y negros en materia de fe, tan cercanos a ese concepto, tan denigrante e inexacto, que es la teología de la prosperidad: si te va bien, Dios te bendice, si te va mal es que Dios te castiga; y será ¡seguro! por algo que has hecho mal.

09 DE ENERO DE 2006 · 23:00

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Así, se convierte Robertson y quienes así piensan en aquellos amigos de Job (¡con amigos así poco se necesitan los enemigos!) que buscaban qué terrible mal había hecho Job para que Dios le tratase de tal manera. Y estaban tales amigos (como el amigo Robertson) terriblemente equivocados. Este simplismo está muy alejado del propio Jesús (inocente él, muriendo por todos los culpables) y se amplía a menudo a un catecismo de reglas espirituales que parecen ser matemáticamente exactas, pero que la vida real y espiritual desmienten con tenacidad. No poseemos la verdad absoluta de nada. Seguimos a la verdad que es Jesús y su Palabra, a través de un camino en el que la fe y la razón nos ayudan; pero que no son ni una bola de cristal ni una brújula cerebral infalible - respectivamente- que nos vayan dando todas las respuestas, y menos de manera inmediata. Otro simplismo es el racional. Vivimos un mundo cada vez en equilibrio más inestable, mientras algunos sólo quieren ver paz y seguridad negando desastres, como si el Apocalipsis fuese un mal a deshechar como supersticioso o mitológico. Y eso que nada hay más apocalíptico que la propia muerte. Lo que es evidente es que la seguridad del hombre racional moderno se tambalea ante la propia naturaleza a la que ha maltratado tantos siglos egoistamente. Tras el sida, el tsunami y la paradoja de Nueva Orleans, llega ahora la amenaza de la gripe aviar a las mismas puertas de los postmodernos europeos, en las barbas turcas. Será o no será, pero lo importante es que pudiera ser que la moderna peste recorra de nuevo Europa y el mundo. Y no será (sería) un castigo a la maldad: afectará igual a justos y a injustos, de llegar a producirse. Será una señal más que evidencia que este planeta que el hombre depende de muchas circunstancias que no domina. Y es que la seguridad del hombre en su andadura por la Tierra y el horizonte del más allá no está en la ciencia, ni en la justicia y el bienestar social, ni en la libertad de expresión, cosas todas ellas deseables y a defender. Pero de verdad, de verdad, la raíz en la que debemos creer y crecer es la afirmación de Jesús: “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Mientras tanto, unos buscarán buenos y malvados (cuando todos estamos en el segundo grupo, con mayor o menor responsabilidad y consciencia). Y otros seguirán negando (o viviendo como si lo negaran) que Dios anunció que cada persona en particular -y este mundo en general- tienen fecha de caducidad ante la evidente depravación (¿se puede decir pecado?) que afecta –como un virus- al ser humano en su naturaleza interior.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - Ni negro, ni blanco