“Pablo, conversión y llamamiento”, por Félix González

Dos condiciones indispensables para quienes deseen servir a Dios a tiempo completo: conversión y llamamiento.

22 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 14:30

Detalle del cuadro Conversión en el camino a Damasco, de Caravaggio. / Wikimedia Commons,
Detalle del cuadro Conversión en el camino a Damasco, de Caravaggio. / Wikimedia Commons

He comentado para Protestante Digital cinco libros sobre la vida, los viajes y la labor misionera del apóstol Pablo, escritos por Félix González. En este volumen vuelve a San Pablo para ofrecernos sus impresiones sobre la conversión y el llamamiento del gran apóstol.

Aquí la exposición es diferente. Llama al libro Cuadernos de fe y vida. Lo ha escrito pensando en que sea utilizado para estudios en grupos de iglesias y de familias. En total son diez cuadernos. Cada uno, pensado para tres meses de estudio, contiene diez lecciones. Cada lección traza líneas y tiende puentes entre el texto bíblico y la vida del apóstol.

Es este un libro que se lee diferente a otros, pero con un contenido bien organizado y definido: primeras apariciones de Pablo en la Biblia. Los antecedentes de la gracia. Pablo como estudiante de las Escrituras del Antiguo Testamento. El Saulo al que habló Jesús. El hombre que asistió a Pablo cuando cayó ciego y rendido, Ananías. Cómo se produjeron la conversión y el llamamiento de Pablo. Sus primeros testimonios públicos. Los años que permaneció en los desiertos de Arabia, de los que poco se sabe. Viajes de Damasco a Jerusalén y de Jerusalén a Tarso.

Pablo, entonces Saulo, aparece por vez primera en la Biblia en el relato que Lucas hace sobre la lapidación de Esteban, diácono de la Iglesia en Jerusalén, considerado el primer mártir cristiano.

Pablo no fue el fundador del Cristianismo, como algunos autores sostienen. Fue Jesús. Es evidente que sin Cristo no habría habido cristianismo. Pero Pablo es un apóstol modelo del que todos los cristianos deberíamos tomar ejemplo.

Después de perseguir sin tregua a los creyentes, después de consentir la muerte de Esteban, después de anhelar la muerte de Cristo, las misericordias eternas de Dios impactan en su corazón. Nunca lo olvidó. Siempre lo tuvo en cuenta. A los gálatas les dice: “Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, me llamó por su gracia”.

Dos condiciones indispensables para quienes deseen servir a Dios a tiempo completo. Conversión y llamamiento. Si no ha sido convertido difícilmente puede contribuir a la conversión de otros. Si ha llegado al pastorado después de cursar estudios bíblicos durante tres o cinco años pero no ha sido llamado por Dios para ejercer ese ministerio, será toda su vida un pastor tan aburrido como las ovejas.

Algo que nunca debe abandonar el líder cristiano es el estudio de la Palabra inspirada. “Como a Josué, también Dios nos pide a nosotros que meditemos de día y de noche en el libro de la Ley para que las cosas nos salgan bien”, escribe González.

Tampoco es suficiente el conocimiento de la Biblia. Nuestra vida debe estar entregada a Cristo para que Él sepa dirigirla y fortalecerla espiritualmente. Temblando y temeroso, el caminante de Damasco preguntó al Maestro, después de que Este lo llamara por su nombre: “Señor, ¿qué quieres que haga?”.

Sometimiento de nuestras energías, de nuestra vida a la voluntad de Jesús. 

¿No estamos todos necesitados de un Ananías que nos ayude a recuperar nuestra visión espiritual? Como le ocurría al ciego curado por Jesús ¿vemos a los hombres -a todo el género humano- como árboles de bosques perdidos o los vemos desde lejos y claramente como seres poseídos de un alma inmortal que pueden gozar la salvación o sufrir la condenación?

La conversión debe ser publicada desde las azoteas y las plazas a poderosos y a humildes, como hizo Pablo. Lo que hemos sentido, lo que hemos experimentado al entregarnos a Cristo, es lo que estamos obligados a anunciar. Escribe Félix González: “Nos alegramos y damos gracias a Dios porque también hoy continúa el Señor cambiando a las personas de manera radical y tomándolas a Su servicio como hizo con Pablo”.

Ha ocurrido con frecuencia. Nuestra conversión ha sorprendido a familiares, amigos y otras personas de nuestro entorno. En el caso de Pablo, “los que le oían estaban atónitos y decían: ¿no es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre?” (Hechos 9:21).

Pablo empieza a dar testimonio de Cristo inmediatamente después de su conversión. Conozco a un hombre que a los 21 años fue convertido del ateísmo a Cristo. Acudió por vez primera a una Iglesia evangélica un viernes, regresó el sábado, fue bautizado en la mañana del domingo, por la tarde acudió a patios de casas en la ciudad donde vivía dando testimonio de su conversión, y continúa haciéndolo en su vejez. Este hombre es el mismo que escribe las presentes líneas. “Los cristianos tenemos que recordar que Jesús dice de nosotros “me seréis testigos”. Se trata de decirle a la gente cómo nos convertimos a Jesucristo y qué ha supuesto y supone esta conversión en nuestra vida cotidiana”.

En el capítulo uno de Gálatas Pablo cuenta que después de su conversión fue a Arabia. ¿Cuánto tiempo pasó Pablo en Arabia? González tiene en cuenta el texto de Gálatas 1:18: “Pasados tres años subí a Jerusalén”, y concluye que ese pudo ser el tiempo que Pablo vivió en esa zona de Oriente Medio.

Sus primeras predicaciones en Damasco fueron trágicas. Fariseos extremistas juraron matarle y los discípulos le hicieron salir de la ciudad descolgándole por el muro en una canasta. “A pesar de los conflictos que suscitaba en las sinagogas judías su actividad misionera, Pablo asume el riesgo de volver a Jerusalén”, escribe González. En Jerusalén no es bien recibido. “No creen que el antiguo perseguidor se haya convertido en un discípulo de Cristo. Ven en él un infiltrado con malévolas intenciones y le cierran las puertas”, añade González. La intervención de Bernabé resuelve el problema y las “cabezas” de la Iglesia tienden a Pablo la diestra de compañía.

Félix González escribe el último capítulo de este libro reflexionando sobre el forzado viaje de Pablo desde Jerusalén a Tarso, huyendo otra vez de los fanáticos que de nuevo procuraban matarle, según el texto de Hechos 9:26-30. Concluye González: “Los años silenciosos de Tarso tienen su importancia y desempeñan una labor decisiva para la formación del futuro gran misionero. Ese mismo Dios ordena nuestra suerte y nos prepara para utilizarnos donde vivimos y trabajamos… Que nuestra divisa sea: ¡la voluntad de Jesús sobre todo!”

Correcto. Muy bien.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - “Pablo, conversión y llamamiento”, por Félix González