“Amor eterno. Comentario al Cantar de los cantares”, por José Candeias

El creyente en Cristo anhela la segunda venida del Señor, explicada por Pablo pero aún no realizada y gime con el último versículo del Cantar: “Apresúrate, amado mío”.

28 DE FEBRERO DE 2019 · 16:27

,

El Cantar de los Cantares es el libro más literario de toda la literatura hebrea y bíblica. Es también el más enigmático por su lenguaje hiperbólico. ¿Qué género literario emplea el autor, prosa, drama, comedia, poesía? El libro es, sin duda, un poema en el sentido más absoluto de la palabra. Pero un poema oriental, donde los actores se suceden sin un orden lógico. Para mejor entenderlo se han de tener en cuenta estas circunstancias: Quién fue el autor, quiénes fueron los destinatarios, cuáles eran las costumbres de la época, cuál era el lenguaje que se utilizaba hace tres mil años, cuál es el tema general del libro, cuál sea la disposición mental del lector.

Según la literatura hebrea antigua, los judíos no podían abrir un libro del Antiguo Testamento sin antes lavarse las manos. Durante siglos se discutía si era preciso hacer lo mismo con el Cantar de los Cantares. En el primer siglo de la era cristiana interviene en la polémica un prestigioso rabino judío, Rabí Akiba, quien demuestra la inspiración divina del Cantar y declara: “todo el mundo no vale lo que vale El Cantar de los Cantares”. A partir de entonces, año 135, comienza una verdadera revolución en la interpretación judía, católica y, años después, protestante al Cantar de los Cantares.

Este libro, de ocho capítulos, donde ni una sola vez aparecen los nombres Jehová, Dios, ni Señor, me fue a mí descubierto en octubre del año 1955 por el rabino y abogado de Tánger Carlos Nesri en una conferencia sobre el mismo. Aún lo recuerdo comentando el versículo 8 del capítulo dos:

“La voz de mi amado, he aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados”.

Los judíos todavía esperan al Mesías. El rabino se exaltaba atribuyendo este versículo a la pronta llegada del Mesías de Israel. El auditorio, compuesto en su mayoría por judíos tangerinos, aplaudía con fuerza.

Desde aquel momento hice del Cantar de los Cantares compañero inseparable de mis lecturas, de mi vida y de mis viajes. De los 19 países que tiene la América hispana he dado conferencias sobre Cantares en 11. También en España. La primera vez fue en la Iglesia Española Reformada Episcopal, calle Beneficencia 18, Madrid, el año 1957, siendo entonces pastor Santos Molina. He estado reuniendo datos a lo largo de años para una obra que iniciaré pronto, dos tomos sobre cuatro interpretaciones al Cantar de los Cantares.

El autor del libro que estoy comentando, José Candeias o Candeas, como es conocido entre nosotros, es un líder evangélico que predica el mensaje de Cristo en La Línea de la Concepción y en otros pueblos de la provincia de Cádiz. Como periodista dirige la revista Jezreel y es autor de otras publicaciones.

Amor eterno no se presenta a nosotros en solitario. Lo precede un Exordio, un Prólogo, un Prefacio y una Introducción. En el Exordio el autor establece que “el Cantar de los Cantores es uno de los libros de la Biblia que con más fuerza habla al corazón del creyente que en Cristo tiene su vivir diario”. Esta unión espiritual entre el Maestro de Galilea, en quien tenemos nuestro “vivir diario”, y nosotros, arranca suspiros de nostalgia en el prólogo, donde Candeas dice que al igual que antes, que siempre desde hace poco más de dos mil años, el creyente en Cristo anhela la segunda venida del Señor, explicada por Pablo pero aún no realizada y gime con el último versículo del Cantar: “Apresúrate, amado mío”.

El prefacio al libro lo escribe un amigo del autor, Alberto Demetrio Cánovas, director de la Editorial Peregrino durante muchos años y de las revistas El Heraldo del Pueblo y Nueva Reforma. Para Cánovas, “hoy día estamos presenciando una banalización generalizada de la sexualidad humana, que sigue los modelos y estereotipos de Hollywood con su superficialidad y falta de compromiso y entrega. Estas y otras razones hacen muy pertinente y necesario que se vuelva a una interpretación simbólica o alegórica del Cantar de los Cantares que ponga de relieve el amor eterno de Dios para con su Iglesia”.

En la Introducción al libro Candeas recuerda el pensamiento de Orígenes, teólogo y exégeta griego, considerado doctor de la Iglesia católica, quien vivió entre los siglos segundo y tercero. Algunos historiadores aseguran que Orígenes se mutiló para no sufrir tentaciones carnales. Según este antiguo comentarista de la Biblia, las enseñanzas de Salomón “son comparables a una escalera de tres peldaños: Eclesiastés es una visión humana natural, de cómo se ven las cosas debajo del sol. Proverbios es una visión moral en donde se nos muestran las vivencias de nuestros sentimientos, los impulsos de nuestro corazón, nuestros gozos y nuestros lloros. El tercer peldaño, el Cantar de los Cantares, es una visión de nuestra mística, de nuestra relación profunda y amorosa con el Amado de los amados”.

Toda esta literatura introductoria al comentario de Candeas me recuerda las palabras del ensayista y crítico inglés Gilbert K. Chesterton, convertido en 1922 de la Iglesia anglicana a la Iglesia católica. En su libro The Defendant afirma que toda obra alegórica forma un aspecto del universo entero. La “Iliada” es grandiosa tan solo porque la vida de todos es una batalla; la “Odisea” solamente porque la vida de todo es un viaje: El Cantar de los Cantares porque la vida de todos es un enigma.

En la exposición de Amor eterno Candeas sigue el estilo tradicional del género expositivo, muy utilizado en la literatura protestante por los antiguos comentaristas de los libros de la Biblia. Capítulo tras capítulo, versículo tras versículo. De este modo el lector puede seguir el texto de Cantares sin extrañezas ni dificultades. Este estilo literario permite determinar más fácilmente el sentido del libro.

El amor eterno del libro y de cómo debería ser en la vida lo declara la muchacha protagonista del Cantar de los Cantares. Amor en la cumbre. Amor no sujeto a las variaciones del tiempo ni de los años. Amor que nadie puede arrebatar del corazón que lo alberga. Amor que el sufrimiento no puede apagar ni se vende a los caprichos del poderoso:

“Las muchas aguas no podrán apagar el amor ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre toda la hacienda de su casa por este amor, de cierto lo menospreciaría” (8:7).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - “Amor eterno. Comentario al Cantar de los cantares”, por José Candeias