“Tejedoras”, de Rizolete Fernandes

Fernandes clama desde sus páginas por aquellas mujeres que en algunos casos “poca o ninguna repercusión tuvieron en la época que les tocó vivir”.

21 DE FEBRERO DE 2019 · 15:00

Ejemplares de Tejedoras, de Rizolete Fernandes, adaptada y traducida al castellano por Jacqueline Alencar. / Salamanca RTV,
Ejemplares de Tejedoras, de Rizolete Fernandes, adaptada y traducida al castellano por Jacqueline Alencar. / Salamanca RTV

Alguien tuvo la ocurrencia de decir que detrás de cada hombre grande hay una mujer. No siempre. La historia está llena de hombres grandes que tuvieron mujeres desastrosas, destructivas muchas de ellas.

Hay excepciones. Abundan. Afortunadamente. Hombre grande es el poeta Alfredo Pérez Alencart. La mujer no anda detrás de él, lo hace a su lado porque es igual a él. Si Alencart es poeta, Alencar lo es también. Y de las buenas.

La coincidencia de apellidos ha motivado que algunos se pregunten si son parientes. Para nada. Alfredo nació en Perú, descendiente de generaciones peruanas. El apellido de Jacqueline procede de Brasil. Estudiando la historia y la literatura de Brasil para mi último libro leí sobre José Martiniano Alencar, escritor brasileño del siglo XIX, autor de importantes novelas. De esta rama viene Jacqueline Alencar.

El trabajo de esta mujer en el libro que estoy comentando es cuanto menos, loable. Digno de aplauso. Traduce del portugués al castellano los 20 poemas de la autora y escribe un bello prólogo de once páginas. En las primeras líneas del mismo confiesa que “abrir el libro Tejedoras de Rizolete Fernandes es como reencontrarse con uno de esos poemas épicos de Homero o de Virgilio”. En su opinión, Fernandes clama desde sus páginas por aquellas mujeres que en algunos casos “poca o ninguna repercusión tuvieron en la época que les tocó vivir”. Mujeres “que fueron capaces de dejar un legado para sus descendientes aun a costa de no tener el placer de disfrutarlo”.

Por su parte, Fernandes dice que tejió su libro para reconocer a mujeres escritoras, especialmente “aquellas que vincularon al carácter pionero de la escritura una actividad de ejercicio para ellas inusual en su tiempo”.

De las veinte mujeres que Fernandes versifica en su libro opto aquí por dos: la francesa Simone de Beauvoir, filósofa destacada en la primera parte del siglo XX, autora, entre otras obras notables, de El segundo sexo y la chilena Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura 1945. De las amplias páginas que Fernandes les dedica extracto algunos versos para gusto del lector.

Simone de Beauvoir

Dotada de pensamiento ágil y vinculada

a la filosofía a los veinte años, postulé

para la enseñanza pública, disputando

con Jean-Paul Sartre, a quien la comisión

a pesar de que yo obtuve similares resultados

resuelve concederle el primer lugar.

Sartre me interesa y en su grupo disfruto

de la convivencia con la intelectualidad

y la oportunidad para discutir ideas

sistematizar pensamientos en un mundo

en ebullición entre una y otra guerra

y en el después, cuando asumir una posición

sobre asuntos políticos era la regla.

 

Como pauta la filosofía existencialista

en la estructuración del dinámico circulo.

 

Y con Sartre pasé a conjugar la vida.

Respetando nuestras individualidades

y lo que en cada uno al otro apelaba,

mantuvimos una relación cimentada en mutua

admiración y afecto y complicidad y libertad

-modo de relación novedoso que duraría

por todo el tiempo que en la tierra él estuvo.

 

Dedicado a Algren, Los Mandarines, por

muchos considerada como mi mejor novela,

ganó el Premio Goncourt que precede

varias distinciones en la carrera literaria.

 

En el día que sea posible a la mujer amar con su fuerza

y no con su debilidad, no para huir de sí misma,

mas para encontrarse, no para humillarse, pero para

afirmarse, en ese día el amor será para ella, como

para el hombre, fuente de vida y no peligro mortal.

 

Sartre, que legó al mundo un

sistema filosófico, dilecto interlocutor

en debates y aventuras y placeres, al volar

antes de mi tematizó La ceremonia del adiós,

único tomo que no hojeó antes de ser publicado.

Su muerte nos separa. Mi muerte no nos

reunirá. Así es: ya es bello que nuestras vidas

hayan podido armonizarse por tanto tiempo.

 

GABRIELA MISTRAL

…sus versos poseen una fuerza torrencial

y tienen el sonido del agua y piedra andinas.

Pablo Neruda

 

Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy

Alcayaga, así me llamaron al venir al mundo

por Vicuña, en Chile bajo el signo de Aries

por amor a la poesía con otro nombre rimaré.

 

Más tarde nos trasladamos a La Unión – Pisco

de Elqui y a los tres años para Montegrande,

el mismo valle donde viví la infancia lugar

preferido, recuerdo de toda la vida.

 

En montañas me crié

con tres docenas alzadas.

Parece que nunca, nunca,

aunque me escuche la marcha,

las perdí, ni cuando es día

ni cuando es noche estrellada,

y aunque me vea en las fuentes

la cabellera nevada,

las dejé ni me dejaron

como a hija trascordada.

 

Y dos trágicas pérdidas: la pareja Stefan Zweig

y mi hijo adoptivo, Yin Yin, de 18 años

¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío,

a la reina con el rey!

 

Este verde campo es tuyo.

¿De quién más podría ser?

Las oleadas de la alfalfa

para ti se han de mecer.

 

Te acostaré en la tierra soleada con una

dulcedumbre de madre para el hijo dormido,

y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna

al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

 

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,

y en la azulada y leve polvareda de luna,

los despojos livianos irán quedando presos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - “Tejedoras”, de Rizolete Fernandes