Rosalía De Castro: la búsqueda de Dios
Dios, la religión, el amor, la muerte, el alma, la eternidad, son asuntos constantemente tratados en sus temblorosas rimas y en las narraciones en prosa.
04 DE OCTUBRE DE 2018 · 19:55
Rosalía de Castro está considerada como “una de las escasas figuras perdurables y universales del romanticismo español”, la mujer que tuvo el mérito irrepetible de “haber elevado el gallego a la categoría de lengua literaria y, en consecuencia, haber formulado mejor que nadie –antes y después de ella – los elementos que componen la identidad gallega”.
Rosalía de Castro nació en Santiago de Compostela el 24 de febrero de 1837. Murió en Padrón el 13 de julio de 1885, a los 48 años de edad. Al nacer fue inscrita como “hija de padres incognitos”, según la injusticia de aquella época. Su madre, María Teresa de la Cruz de Castro, pertenecía a una familia noble. El padre fue José Martínez Viojo.
Los biógrafos católicos de Rosalía dicen que el tal Martínez ingresó en un seminario para curas después de haber nacido la niña. Otros, menos comprometidos, afirman “que entonces cursaba estudios eclesiásticos y más tarde sería capellán de Iría”.
Manuel Rivas, periodista y poeta, escribe: “Se dijo que el padre era seminarista cuando Rosalía fue concebida, y estaba destinado en la colegiata de Iría”. El cura José Martínez Viojo tenía 39 años cuando nació la niña. Teresa de Castro, madre, de una familia hidalga ida a menos tenía 33 cuando se produjo el parto. “A esa edad –opina el profesor Colero- se supone que la relación entre el sacerdote y Teresa era sostenida”.
Al enterarse de su condición de hija ilegítima, hacia los 15 años, Rosalía sufrió una grave crisis interior que la marcó hasta la muerte. Fue siempre una mujer triste, constantemente vestida de negro, de naturaleza enfermiza.
Aunque empezó a escribir versos a los 11 años, su primer libro lo publicó a los 20: un tomo de poemas en castellano titulado La flor. En octubre de 1858 contrajo matrimonio con el destacado historiador gallego Manuel Martínez Mugía. El matrimonio tuvo seis hijos.
A partir de entonces Rosalía alternó las labores del hogar con las tareas literarias. Publicó en castellano las novelas Flabio, Ruinas, La hija del mar, El caballero de las botas azules, En las orillas del Sar y relatos de la tierra como Padrón y las inundaciones, Costumbres gallegas, etc.
Con todo, los dos libros que más fama le dieron fueron Cantares gallegos y Follas novas, ambos escritos en lengua gallega. El primero publicado en 1863 y el segundo en 1880. Ricardo Carballo, miembro de la Academia de la Lengua Gallega, dice que Cantares gallegos es la primera obra maestra de la literatura gallega del resurgimiento. Aseguró la vacilante vida del mismo y dotó a los gallegos de un evangelio donde aprendieron la buena nueva de su dignidad, lo que contribuyó poderosamente a formar la conciencia gallega moderna”.
Con el tiempo, Rosalía de Castro se ha convertido en símbolo de Galicia y mito literario. Entre el 15 y el 20 de julio de 1985 tuvo lugar en Santiago de Compostela un congreso internacional dedicado a estudiar su vida y su obra. El congreso reunió a 400 estudiosos procedentes de 150 universidades extranjeras y 20 españolas. Esto nos da idea de la trascendencia que ha adquirido la literatura de la escritora romántica.
El tema metafísico tiene una importante presencia en la obra de Rosalía de Castro. Dios, la religión, el amor, la muerte, el alma, la eternidad, son asuntos constantemente tratados en sus temblorosas rimas y en las narraciones en prosa. Para Basilio Losada, catedrático de Literatura Gallega y Portuguesa, “hay una evidente riqueza teológica y poética en la obra de Rosalía. Poesía religiosa que no quiere decir precisamente poesía hagiográfica o pía. Poesía asentada en una búsqueda angustiada de Dios, a partir de la conciencia de soledad y de la capacidad de la autora para asumir el dolor ajeno, el dolor de los inocentes. La protesta ante el silencio de Dios y la constante tentación del suicidio dan una nota característica a la lírica religiosa de Rosalía”.
De esa “búsqueda angustiada de Dios” da idea el poema que cierra este artículo, titulado Si medito en tu eterna grandeza.
Si medito en tu eterna grandeza,
buen Dios, a quien nunca veo,
y levanto asombrada los ojos
hacia el alto firmamento
que llenaste de mundos y mundos…
Toda conturbada, pienso
que soy menos que un átomo leve
perdido en el universo;
nada, en fin….y que al cabo en la nada
han de perderse mis restos.
Mas si cuando el dolor y la duda
me atormentan, corro al templo,
y a los pies de la Cruz un refugio
busco ansiosa implorando remedio,
de Jesús el cruento martirio
tanto conmueve mi pecho,
y adivino tan dulces promesas
en sus dolores acerbos,
que cual niño que reposa
en el regazo materno,
después de llorar, tranquila
tras la expiación, espero
que allá donde Dios habita
he de proseguir viviendo.
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