Giovanni Papini: una historia de Cristo

Papini quiso llegar al ateísmo integral. Pero Cristo le esperaba, como a la samaritana junto al pozo de Jacob.

14 DE JUNIO DE 2018 · 16:00

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Giovanni Papini nació en Florencia el 9 de enero de 1881. Él mismo narró su penosa infancia y juventud en un libro autobiográfico de 1913 que tituló UN HOMBRE ACABADO. De formación autodidacta, hacia los veinte años se reveló como periodista de clase y garra, escribiendo en publicaciones de las que era fundador y director, tales como LEONARDO, L´ANIMA, LA VOCE, LACERBA y otras. También ejerció como redactor jefe de REGNO, diario nacionalista florentino.

Por aquellos años se vivía en Italia una revolución republicana y anticlerical que iba desde las calles a los palacios.

Un hecho concreto, referido por José Miguel Velloso, nos da la medida de aquél año 1881, nacimiento de Papini. Se trasladaban los restos del Papa Pío IX de la basílica de San Pedro a la de San Lorenzo. La multitud entonaba canciones de dudoso gusto, al tiempo que se oían los gritos estentóreos de: “¡Al río el Papa!”, “¡Muera el Papa!”, “¡Mueran los curas!”. Un periódico de la época reseñó el acontecimiento con las siguientes palabras: “Roma vio al papado arrastrado por las calles de la ciudad ante el escarnio de la gente”.

El padre de Papini se contaba entre los anticlericales y ateos de la época, y en este ambiente creció el autor de GOG.

En 1906 salen los primeros libros importantes de Papini: EL CREPÚSCULO DE LOS FILÓSOFOS y LO TRÁGICO COTIDIANO.

Su último libro fue JUICIO UNIVERSAL, una obra fuera de lo común. Mérito de esta obra, entre otros, es que Papini, privado de casi todos los sentidos a causa de una desastrosa enfermedad, fue dictando trabajosamente las palabras, una a una, a su nieta Anna Paszkowski. Con una increíble tenacidad y resistencia al dolor, poco antes de morir el 8 de julio de 1956, escribió: “Yo muero un poco cada día, según el módulo homeopático, pero espero que Dios me concederá la gracia, a pesar de mis errores, de alcanzar la última jornada con el ánimo entero”.

Mi primer encuentro con la literatura de Giovanni Papini ocurrió años atrás. En un puesto de libros viejos, en Barcelona, encontré un ejemplar de GOG. El título me atrajo por su parentesco con un versículo del Apocalipsis. Aquél día inicié con el genial escritor florentino una relación intelectual y casi mística que se ha ido estrechando a lo largo del tiempo y que permanece robusta y sin infidelidades. De tanto en tanto acudo a los cinco tomos de obras de Papini publicados por la editorial Aguilar en 1957 y busco en sus páginas pan para mi mente, como busco en la Biblia pan para el alma y para el espíritu.

Papini es uno de mis escritores de cabecera, juntamente con Cervantes, Unamuno, Camus, Dostoievski, Tagore y el autor de el Eclesiastés.

Aquel viejo ejemplar de GOG, publicado en la ciudad condal en 1943, con traducción y prólogo de Mario Verdaguer, me conmovió, me trastornó. Todo el espíritu de combate de Papini se concentra en este libro. La imagen de Gog, personaje temible, caricatura del Anticristo, esconde el alma del diablo. Se trata de una obra cínica, una obra de dolor, con un claro mensaje: El ser humano, insatisfecho y hastiado después de vivir hasta el límite, tras haberlo experimentado todo y pisoteado todo sólo tiene un punto de salvación: Cristo.

En 1921 Papini, que hasta entonces se había mostrado agresivamente ateo, tras algunos años de hondas y profundas reflexiones religiosas y espirituales, sumido en una lectura devoradora de la Biblia, más concretamente del Nuevo Testamento, asombra al mundo con la publicación de un libro que marca su conversión al Cristianismo: HISTORIA DE CRISTO.

Hasta aquellos años del siglo XIX la historia de Cristo había sido contada centenares de veces en todos los idiomas por autores que pensaban diferentemente, pero la obra de Papini era y sigue siendo única. Nadie había escrito hasta entonces con tanta pasión, tanta profundidad dialéctica, tanta alegría testimonial.

Si el lector de este siglo XXI desea desprenderse de los escombros que autores improvisados e interesados amontonan sobre Cristo, si quiere leer una biografía del crucificado auténtica, cercana, revolucionaria, no existe otra como la HISTORIA DE CRISTO contada por Papini.

Este libro convirtió a Papini en un escritor de reputación mundial. Inmediatamente fue traducido a los principales idiomas.

De negación en negación Papini quiso llegar al ateísmo integral. Pero Cristo le esperaba, como a la samaritana junto al pozo de Jacob. Como Saulo, Papini vio la luz del cielo, de sus ojos cayeron escamas y recobró la vista. Esta HISTORIA DE CRISTO es el fruto primerizo de la nueva etapa del autor.

Dos años después de HISTORIA DE CRISTO, en 1923, Papini escribe SEGUNDO NACIMIENTO, libro poco conocido, que Aguilar incluye en el tomo V de las Obras.

SEGUNDO NACIMIENTO es el libro que explica la conversión: “De Dios no se puede huir –escribe Papini-. Si le afirmas, le amas; si quieres suprimirle, le reconoces. Se diga lo que se diga, no se hace sino hablar de Dios. ¿Y de qué otra cosa se podría hablar sino de Dios?”.

Como narrador Papini está considerado gran maestro de la prosa italiana. La obra papiniana ha tenido divulgación y resonancia en el mundo entero. Ciento cincuenta traducciones en diversidad de lenguas, entre ellas el japonés, el chino, el árabe, el yiddish y el maltés.

La temática religiosa está presente en casi todos sus escritos. Además de los dos libros mencionados cabe señalar LA ESCALA DE JACOB (1932), LOS TESTIGOS DE LA PASIÓN (1937), CIELO Y TIERRA (1943), CARTAS DEL PAPA CELESTINO VI A LOS HOMBRES (1946), SANTOS Y POETAS (1948) y EL DIABLO (1953).

Ateo, anárquico, antirreligioso, Papini entró por vez primera en su vida a una iglesia, templo católico en la plaza de la Santa Anunciación, en Florencia. Había salido a comprar periódicos. Contempló el edificio religioso y decidió cruzar el umbral. Lo que vio le impactó. Cuenta: “jamás había sentido algo parecido. En ese santuario reencontrado después de tantos años, mi dura tristeza se deshacía; mi corazón terco se sentía, a pesar suyo, llamado hacia una infancia olvidada, hacia un paraíso posible; y mi cabeza me decía: tal vez. Pero, entretanto, se inclinaba como las otras, sin darse cuenta de ello (…) Y cuando el órgano estalló de nuevo en cascadas sonoras, invocando la piedad de Dios con toda su poderosa voz, cubriendo de terror a las criaturas arrodilladas, volví a sentir la necesidad impulsiva de gritar con el instrumento: “¡Si; yo también lo quiero! ¡Que un Dios existe en el cielo y me plegaré yo también bajo su mano!”

Una experiencia similar, casi exactamente igual, vivió en 1968 en París el escritor y periodista francés André Frossard. Hijo de padre judío y de madre protestante, a los 20 años Frossard cuenta que no sentía “curiosidad alguna por las cosas de la religión”. Se declaraba “ateo tranquilo”. No buscaba a Dios, pero Dios lo buscaba a él.

El milagro de su conversión se produjo un 8 de julio a las cinco y diez de la tarde. Frossard había abandonado la redacción del periódico en el que trabajaba, acompañado por un amigo católico. Viajaban en un viejo coche. Al llegar al Barrio Latino, el amigo detuvo el coche ante la puerta de un templo católico. Dijo a Frossard que le esperara, sentía necesidad de orar unos minutos. Los minutos pasaban y el amigo no regresaba. Frossard decidió entrar. “Empujé la puerta de hierro para examinar más de cerca como dibujante o como mirón”, cuenta. Allí tuvo lugar lo que él mismo llama “el deslumbramiento de julio”, que describe así: “Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra”.

Al año siguiente, 1969, el libro más vendido en Francia fue el escrito por André Frossard para contar su experiencia de conversión: DIOS EXISTE, PORQUE YO LO ENCONTRÉ, era el título.

Igual le ocurrió a Papini. También él entró por pura curiosidad a un templo católico en su Florencia natal y salió transformado espiritualmente. De ateo a católico. Esta conversión de Papini marcó profundamente su persona y su obra.

En marzo de 1921 Papini publica LA HISTORIA DE CRISTO, una bellísima biografía del Maestro de Galilea, para mi gusto, superior en técnica y sensibilidad a la VIDA DE JESÚS, de Friedrich Strauss, aparecida en 1835, y a la racionalista y racionalizada VIDA DE JESÚS, de Ernesto Renan, publicada en 1863. El año 2008 la “Biblioteca ABC” ofreció al público una elegante y bien cuidada versión de LA HISTORIA DE CRISTO, con prólogo del cardenal Rouco Varela.

Todo en esta biografía de Cristo, que sigue puntualmente los cuatro Evangelios, es conforme a las enseñanzas del Nuevo Testamento, todo está minuciosamente investigado, expuesto con un vocabulario rico y claro. Son páginas que nos hacen acudir a ellas una y otra vez. Páginas sublimes, páginas hermosas, páginas armoniosas, páginas delicadas, páginas que parecen escritas por ángeles.

Estas páginas se cierran con una bellísima oración final, en la que el autor italiano, entre otras cosas, dice a Cristo y dice de Cristo: “Vives entre nosotros, a nuestro lado, sobre la tierra, que es tuya y nuestra; sobre esta tierra que, niño, te acogió entre los niños, y, acusado, te crucificó entre ladrones; vives con los vivos, sobre la tierra de los vivientes, de la que te agradaste y a la que amas; vives con vida sobrehumana en la tierra de los hombres, invisible aún para los que te buscan, quizá debajo de las apariencias de un pobre que mendiga su pan a quien nadie mira”.

“Pero ha llegado el tiempo en que es fuerza te muestres de nuevo a todos nosotros y des una nueva señal perentoria e irrecusable a esta generación. Tú ves, Jesús, nuestra pobreza. Tú ves cuán grande es nuestra pobreza; no puedes dejar de reconocer cuán improrrogable es nuestra necesidad, cuán dura y verdadera nuestra angustia, nuestra indigencia, nuestra desesperanza; sabes cuánto necesitamos de una extraordinaria intervención tuya, cuán necesario nos es tu retorno”.

“Aunque sea un retorno breve, una llegada inesperada, seguida al punto de una desaparición súbita; una sola aparición, un llegar y un volver a partir, una palabra sola al llegar, una sola palabra al desaparecer, una sola señal, un aviso único, un relámpago en el cielo, una luz en la noche, un abrirse del cielo, un resplandor en la noche, una sola hora de tu eternidad, una palabra sola por todo tu silencio”.

“Tenemos necesidad de Ti, de Ti solo y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas puedes sentir hacia todos nosotros, los que padecemos, la compasión que cada uno de nosotros siente de sí mismo. Tú solo puedes medir cuán grande, inconmensurablemente grande, es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta hora del mundo. Ningún otro, ninguno de tantos como viven, ninguno de los que duermen en el fango de la gloria, puede darnos a los necesitados, a los que estamos sumidos en atroz penuria, en la miseria más tremenda de todas, en la del alma, el bien que salva”.

En una biografía de breves páginas, el rumano Vintila Horia divide la vida de Papini en tres grandes fragmentos: “Su juventud representada por UN HOMBRE ACABADO; su conversión, que va a parar en LA HISTORIA DE CRISTO, y todo el resto, que se concentra alrededor de la idea del JUICIO FINAL, el libro que llenó todos sus esfuerzos y con sus gemidos toda la madurez y la vejez de Papini”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Giovanni Papini: una historia de Cristo