Los borricos de Jesús

Hoy sólo aspiro a ser como un borrico de Jesús.

22 DE DICIEMBRE DE 2016 · 21:40

Foto: Antonio Cruz.,
Foto: Antonio Cruz.

Los asnos domésticos estuvieron siempre presentes en la vida del Maestro. Desde su cobijo en el pesebre, hasta la entrada triunfal en Jerusalén, o como medios habituales de transporte, eran animales comunes que formaban parte del ambiente palestino. En aquella época, y sobre todo en Oriente, se les usaba de la misma manera que a los caballos en Occidente.

Trabajaban en los molinos de asno para sacar agua de los pozos o moler grano (Mt. 18:6); debido a su proximidad, eventualmente solían ocurrir accidentes ya que estaban en peligro de caerse al pozo (Lc. 14:14) y, por las noches, se les protegía en los rudimentarios pesebres (Lc. 13:15).

Cuenta el evangelista Mateo que Jesús entró en Jerusalén humildemente montado sobre un joven borriquillo o un pollino de asna (Mt. 21:5). En la mentalidad oriental, los borricos no tienen las connotaciones negativas que les ha asignado desde siempre nuestra cultura. No se les considera torpes sino inteligentes y nobles.

De hecho, hoy sabemos que la testarudez se debe a su peculiar instinto de protección que les hace evitar peligros innecesarios. Son más críticos e independientes que los caballos ya que toman decisiones basadas en la propia seguridad.

Además poseen una gran memoria que les permite recordar lugares y a otros congéneres aunque hayan transcurrido más de 25 años sin verse. Son animales sociales y, por tanto, no les gusta la soledad. Prefieren vivir en manadas o incluso con otras especies diferentes como cabras, ovejas o vacas, antes que aislados.

Su oído es mucho más fino que el del caballo y, gracias a las enormes orejas, pueden oír los rebuznos de otro asno a varios kilómetros de distancia. Mientras los caballos eran utilizados habitualmente para la guerra, los asnos eran símbolos de paz, de ahí que Cristo se presentara en la capital de Israel como un rey manso y humilde montando un pollino.

En enero de 1986, tomé esta diapositiva de un palestino sobre un borrico blanco en una callejuela de Jerusalén. El hombre detuvo amablemente su burrito para que tomara bien la imagen. Le di un dólar y se fue feliz. Treinta años después, al observar esta estampa, pienso que me gustaría ser como estos animales. Nobles, trabajadores, humildes, inteligentes, sociales y de espíritu libre. Hoy sólo aspiro a ser como un borrico de Jesús.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Los borricos de Jesús